En marzo de 2021 se registró una inflación anual del -0,83%, según la información del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). Estas variaciones de la inflación mensual son analizadas a través del Índice de Precios del Consumidor (IPC), dentro de la evaluación se considera a nueve ciudades, las más relevantes para el país: Guayaquil, Quito, Manta, Machala, Loja, Esmeraldas, Cuenca, Ambato y Santo Domingo. En la lista se incluyen 359 productos y servicios consumidos por la familia ecuatoriana promedio.
De acuerdo a las cifras, desde enero de 2020 la variación porcentual anual ha sido negativa en los últimos 15 meses, en especial en 11 ocasiones, por la crisis producto de la pandemia, ocasionando que la variación del IPC sea negativa.
El consumo de educación, salud, comunicaciones, alimentos y bebidas no alcohólicas y los servicios básicos son los que más crecieron. El aumento en esas divisiones de consumo responde a la emergencia sanitaria que vive el país, que ha significado aislamiento social, teletrabajo y educación en línea.
Los precios de algunos bienes y servicios se elevaron mientras que otros que no fueron imprescindibles en la pandemia bajaron de valor; por ejemplo en 2020 figuran las bebidas alcohólicas y tabacos, prendas de vestir y calzado, alojamiento, gas, electricidad, muebles, artículos para el hogar, transporte, recreación y cultura, restaurantes, hoteles y otros bienes y servicios que mostraron una reducción en su porcentaje de variación anual. Al bajar la demanda se redujo automáticamente la oferta y a su vez los precios y las cantidades ofertadas.
Lo contrario sucedió con alimentos y bebidas no alcohólicas, lo cual representa el 22.45% del IPC, la variación anual se incrementó del 0.04% en 2019, a 0.76%, en 2020. En el caso de la salud pasó de un porcentaje de variación anual de 1.47% en 2019, a 2.79%, en 2020. El tercer rubro más importante y que en 2020 demuestra un crecimiento son las comunicaciones con un porcentaje de variación anual de -1.05 a 2.38.
Es decir en 2019 hubo una ligera deflación en las comunicaciones, con un repunte enorme en el 2020, por el teletrabajo y la tele-educación. Al analizar el 2021 el panorama es más deflacionario. Todas las categorías mencionadas anteriormente se mantienen negativas o se reducen pero mantienen su signo positivo, en el caso de la salud cuya variación anual porcentual aumentó del 0.29 en febrero a 0.31 en marzo en el IPC. Y se prevé que continuará así hasta que los ciudadanos puedan vacunarse, solo así se podrá salir de esta situación.
Al analizar anualmente a las nueve ciudades, las variaciones porcentuales de marzo 2019 -2020 con marzo de 2020-2021 todas registran cifras de IPC negativo excepto Machala con un 0.14% de inflación.
Mientras que si se analizan las variaciones porcentuales de febrero marzo 2020- 2021 por región y ciudad, la ciudad más cara de la sierra es Cuenca; a diferencia de Quito, Ambato y Loja, esta última ciudad con la mayor deflación.
En la costa ecuatoriana el panorama es similar, la ciudad más cara es Guayaquil, mientras que Esmeraldas, Manta, Machala y Santo Domingo demuestran una deflación.
El que unas ciudades presenten deflaciones y otras no depende, básicamente, de las características propias de cada ciudad, de la densidad y capacidad adquisitiva del consumidor promedio y de las facilidades para adquirir un producto o servicio, del canal logístico del control y regulación de precios por parte del gobierno, así como también de un oferente más consciente, de un consumidor más preocupado por sus derechos; en general de la cultura de sus pobladores. Aunque existen otros factores exógenos como la migración. Ajustándonos el contexto Covid-19 es necesario revisar el nivel de contagio de cada una de la ciudades, para analizar la inflación y deflación.
Tal como la ley de Okun (1962) relaciona el crecimiento de producción de una economía con la tasa de desempleo; en el panorama ecuatoriano la reducción en la producción fruto de la pandemia mantiene relación con un mayor desempleo, debido a los despidos en las empresas, por el escaso consumo o solo dirigido a determinados productos como salud, alimentación y comunicaciones.
En nuestro país también se suele producir la curva de Phillips, que hace una asociación entre inflación y desempleo. Esta relación es inversa o negativa y se da sólo en el corto plazo. Se origina cuando la escasa demanda de bienes y servicios provoca que las empresas reduzcan su producción, al haber menor oferta se reduce la cantidad ofrecida y el precio en el mercado baja, pero en el largo plazo el desempleo retorna a su estado natural.
A largo plazo una vez que se regularice la situación y haya más personas vacunadas se reflejará una tasa más normal de desempleo propia del Ecuador, si bien en la curva de Phillips no se no considera directamente un subempleo, este es una realidad. En Latinoamérica y el Ecuador el subempleo llega a cubrir ese desempleo, producto de la reducción del crecimiento de la economía.
Ese desempleo producto de la contracción de la economía se ve equiparado con un subempleo, en las calles cada vez hay más venta informal, incluso en redes sociales hay más publicidad de personas que buscan vender productos u ofrecer servicios de forma más personal.
Para recuperar la economía es necesaria la vacunación y así reducir los contagios por Covid-19, no obstante podría haber una normalización estacional en ciertas épocas, por ejemplo en festividades con periodos de asueto como fiestas de la ciudad, el feriado de noviembre y Navidad; esos días en que la población sale y consume. Cada vez que los negocios se ajustan más a las necesidades del consumidor ofreciendo productos o servicios, se genera un movimiento en la economía y esto hace que se convierta en un lubricante, mejorando el estancamiento comercial. A corto plazo podría ayudar a todos estos emprendimientos más de tipo informal, no obstante sin una confianza generalizada no habrá reactivación económica total y esto se logrará sólo con la vacuna.
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