En diciembre de 2020 se cumplió un año del inicio de la lucha contra la pandemia provocada por el nuevo coronavirus. En ese mes la ciudad china de Wuhan informaba de un brote de neumonía desconocida que en poco tiempo acabó por extenderse por todo el mundo desatando la peor pandemia vivida en los últimos 100 años. Durante este tiempo la comunidad científica internacional se ha visto inmersa en una carrera contrarreloj para desarrollar una vacuna contra la Covid-19.
Las vacunas más avanzadas han reportado tasas de eficacia muy superiores a las esperadas brindando una nueva esperanza, de que el final de la pandemia esté un poco más cerca.
Sin embargo, luego de un periodo de seguimiento relativamente corto de los ensayos clínicos de fase 3, incluso cuando la eficacia de la vacuna parece ser alta, se seguirá necesitando información fiable sobre la seguridad a largo plazo y la duración de la protección que la vacuna ofrece. Por ello, los ensayos clínicos deben continuar. Muchos expertos defienden la continuidad o inicio de ensayos clínicos con placebos pese a la aprobación de varias vacunas como la Pfizer, AstraZeneca, entre otras.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que: “Si bien aún es factible y ético, los estudios en curso y otros que están a punto de comenzar, deben continuar recopilando información de alta calidad utilizando comparaciones aleatorias directas con placebo para abordar la mayor cantidad posible de datos”. (…) “Creemos que es éticamente apropiado continuar con el seguimiento ciego de los receptores de placebo en los ensayos existentes y asignar al azar nuevos participantes para la vacuna o el placebo.
“Los ensayos de fase 3, controlados con placebo, han proporcionado gran parte de la información necesaria con un seguimiento prolongado de manera adecuada mientras las asignaciones aleatorias todavía están cegadas. Tal continuación produciría evidencia imparcial sobre la duración de la protección y sobre la seguridad a largo plazo. Si existen peligros, es necesario identificarlos y un seguimiento prolongado podría demostrar de manera más tranquilizadora una protección continua con pocas consecuencias adversas, reduciendo las dudas sobre la vacuna”.
Pero, ¿qué es el placebo? es una sustancia inerte que no produce ninguna reacción o efecto a quien se le administra. Puede ser solución salina, agua destilada, en el cacas de vacunas, en el de pastillas también es una sustancia totalmente inerte. Con el placebo se realizan, por lo general, estudios a doble ciego; es decir ni el investigador ni el paciente, que se somete al experimento, conocen cuál es la vacuna y cuál el placebo, para evitar cualquier sesgo.
Algunos pacientes desarrollan o tienen reacciones a un placebo, pero son más de tipo psicológicas, al indicarle que le colocarán la vacuna o la sustancia en estudio, pero en realidad le administraron placebo. Esta reacción psicológica se produce porque el paciente se somatiza, se sugestiona o siente preocupación, a esto se lo conoce como el efecto placebo.
Los estudios con placebo se utilizan no solo en vacunas sino en medicinas cualquier tipo de droga en proceso de investigación, lo importante es tener un placebo con productos que no provocan ningún efecto indeseable a todos los pacientes que se someten al estudio. Antes de iniciar el proceso investigativo se aplica un protocolo muy rígido y estricto sobre quiénes conformarán el grupo de pacientes, sus características, cómo será el muestreo, cuál será el universo, etc. Es un protocolo muy detallado y estricto, para obtener un resultado confiable por ello hay que evitar los sesgos del investigador por eso se llama de doble ciego.
En el caso de la vacuna contra el Covid-19, quienes se sometieron al estudio eran personas sanas, mayores de 16 años; por eso los niños y las mujeres embarazadas no se vacunarán, al momento.
“Los ensayos aleatorios o al azar también llamados randomizados controlados con placebo son la base de la toma de decisiones clínicas modernas y continúan siendo el mecanismo más eficaz a la hora de obtener resultados fiables. Si tienen éxito, los intentos centrados en determinar correlaciones de protección podrían acelerar la aceptación de las vacunas de segunda generación, pero, por sí solos, no pueden proporcionar una base adecuada para evaluar la seguridad y la eficacia. Los primeros resultados de los ensayos clínicos pueden ser prometedores, pero no pueden proporcionar datos fiables”, concluyen los expertos de la OMS.
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