Ecuador ha vivido y vive una inusual campaña electoral, provocada por la pandemia del Covid-19, para cambiar las autoridades del Gobierno central, la Asamblea y el Parlamento Andino. Pocos se harán responsables por la convocatoria a eventos masivos, con poca acogida en la mayoría de los casos, hasta de candidatos que se creen triunfadores en una sola vuelta como en los mejores años del expresidente Abdalá Bucaram que terminó su fulgurante carrera política en seis meses.
Podrán ser seis meses o diez años, pero la tradición democrática del Ecuador es muy poco apegada a redentores indefinidos. Así que de nada vale detenerse en esos temas, aunque es muy importante conocer quiénes son los candidatos dispuestos a entregar el poder al término de su mandato y, sobre todo, quiénes aceptarán respetar la independencia de las Funciones del Estado.
La campaña está por terminar y cada uno de los dieciséis candidatos a la Presidencia prepara sus caravanas, toda su logística para supuestamente enviar su último mensaje, porque luego viene el silencio electoral. ¿El Consejo Nacional Electoral está en capacidad de hacerlo respetar? Es muy poco probable en tiempos de redes sociales y equipos de producción, con tecnología de última generación, encargados de hacer primeros planos para transmitir la idea de apoyos masivos. Un candidato salta, da abrazos a nadie, a gente que mira indiferente pasar una caravana. Lo importante es la toma, el ángulo, aunque sea repetido.
Las campañas en Ecuador y en todo el mundo ya no son un debate de ideas, son una pelea entre estrategas de campaña donde los candidatos pasan a ser un producto de sus gerentes de mercadeo. Lo dijo Vinicio Alvarado, en una suerte de confesión de púlpito, cuando Rafael Correa ganó las elecciones en 2007, cuando los petrodólares de Hugo Chávez llovían por América Latina.
La campaña política en Ecuador culmina este jueves 4 de febrero del 2021 y supuestamente empieza el silencio electoral en un país encerrado, con su economía a medio gas por la pandemia. Unas elecciones que ponen fin a un Gobierno con sus errores y limitaciones, pero también con sus aciertos, porque supo devolver la independencia a la justicia para que sentencie según las pruebas.
¿Y después del 7 de febrero qué? La mayoría de banderas se guardarán hasta el siguiente proceso electoral. Las infracciones cometidas por los movimientos y partidos políticos volverán a cero. El Consejo Nacional Electoral seguirá su rencilla con el Tribunal Contencioso Electoral. Algunos candidatos seguirán encariñados con TikTok, luego de conocer que la actividad en esa red social se puede monetizar sin necesidad de bailar al ritmo de Balenciaga, Gucci y Prada.
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