La vida tiene distintas etapas en su desarrollo y la emergencia sanitaria del COVID-19 nos ha hecho replantear cuidados en cada una de ellas para sobrevivir y continuar con nuestra cotidianeidad. Sabemos que estamos en una carrera para buscar la cura y hasta eso no podemos bajar la guardia. Estamos como vigías cuidando de quienes amamos y esta tarea se intensifica cuando tenemos a un adulto mayor cerca o por quien velar, comprendiendo que necesitamos de mayor atención ya que ellos están considerados dentro de la población más vulnerable en esta emergencia.
Quizás muchos tienen muchas preguntas que los inquietan: ¿Cómo proteger a los adultos mayores?, ¿qué hacer para no desesperarnos ante su vulnerabilidad?, ¿cómo hacerles comprender que tienen que seguir protocolos y dejar el “no pasa nada”?, ¿cómo explicarles que su vida cambió así como la nuestra? Estas preguntas tienen una sola gran respuesta: APOYO y EMPATÍA. Es la red de apoyo junto a la empatía las que se unen en la trinchera para protegerlos en el campo de batalla contra el COVID. Y ¿Quiénes son esta red de apoyo? Son sus familiares, amigos, vecinos, instituciones y profesionales que están ahí para acompañarlos, ya que a pesar de que muchos consideran a la adultez mayor como una etapa de mucha soledad, esta emergencia ha activado el espíritu de solidaridad y compañía de muchos.
El cuidado al adulto mayor, como el cuidado de cualquier etapa de la vida, se da en tres dimensiones: biológico, psicológico y espiritual. En lo biológico, alimentarse saludablemente, hidratarse, tener actividad física de acuerdo a sus capacidades y cuidar de su cuerpo. En lo psicológico, comprender que piensan y sienten, como participantes activos de nuestra sociedad y como protagonistas de esta etapa de su vida, que pueden seguir aprendiendo y construyendo su identidad. Por último, la dimensión espiritual, está relacionada con el sentido de trascendencia, al querer dejar un legado y una huella a quienes los rodean. Todas estas dimensiones se relacionan en el cuidado de la vida y en la adultez mayor se siguen desarrollando.
Diversas situaciones rodean a los adultos mayores en esta pandemia. Se han extremado cuidados y protección hacia ellos. Muchos han estado o siguen aislados, lejos de sus familiares, no pueden ver a sus hijos o nietos, no salen como antes libremente sin mascarillas. Muchos han aumentado sus quebrantos de salud o han comenzado a padecer alguna enfermedad. Esto los preocupa y por ello tenemos que acompañarlos con llamadas, videollamadas, visitas cortas o enviando cartas, así como lo hacían ellos cuando se enamoraban. Retomar acciones de “su época” hace que vivamos junto a ellos y sus recuerdos estén latentes en “nuestra época”.
Uno de los desafíos de esta etapa de la vida, en medio de una pandemia, es la aceptación y reconciliación con la historia personal: consigo mismos. Por ello, junto a los adultos mayores tenemos que asimilar que la vida cambió. Así como tenemos que variar hábitos y rutinas, ellos también lo tienen que hacer por su bienestar y pensando en que estas alteraciones no tienen que afectarles negativamente, sino que hay que encontrarles un sentido. El de vivir sanos, saludables y planificados para seguir creciendo.
Comprender que están en el grupo más vulnerable hace que todos los adultos mayores, sin importar nivel de autonomía, condición, realidad socioeconómica, edad, lugar de residencia; tengan que estar bajo cuidados. No tenemos que asustarnos sino organizarnos junto a ellos, para que su envejecimiento sea activo y saludable. En el Ecuador, según los datos estadísticos del INEC, en el 2009 el país tenía 1‘229.089 adultos mayores, de los cuales el 81% dijo estar satisfecho con su vida. Esto evidencia que la satisfacción en la vida del adulto mayor ecuatoriano aumenta cuando vive acompañado de alguien. Por ello, no podemos dejarlos solos. Para protegerlos llevemos el mensaje de bienestar y de valorar sus aportes a la sociedad. Cómo no agradecer sus cuidados, riqueza en conocimientos que nos pueden ayudar a no repetir errores y así ser mejores ciudadanos.
Fuente:
INEC, Encuesta nacional de salud, bienestar y envejecimiento, 2009
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