Entrevista por Juan de Althaus
Ana María Raad, magíster en Antropología de la Universidad de Chile, es miembro del Consejo de Regentes de la Universidad Casa Grande (UCG), así como del Consejo Nacional del Ministerio de Cultura de Chile y del Consejo para la ciencia e innovación de la Embajada de Estados Unidos en Chile y actualmente se desempeña como directora para Latinoamérica de EcosiSTEAM, iniciativa de Harvard.
¿Qué nos puedes decir sobre las tendencias mundiales de la educación superior?
Aunque no es la única, existe hoy una tendencia tecnológica en la que, globalmente, las universidades han hecho esfuerzos importantes de manera efectiva para apoyar e intensificar la labor de los profesores, con fines didácticos. Sin embargo, el fuerte siempre ha sido lo presencial, con mayor feedback, lo cual se ha dificultado en estos momentos.
Hay un esfuerzo pedagógico y tecnológico a favor de los profesores, y otro sobre cómo replantear las evaluaciones y los procesos de seguimiento de los estudiantes de modo online.
Cuando uno revisa los rankings de las universidades más innovadoras, se observa que han existido esfuerzos previos que ahora están dando sus frutos. Hay centros de estudios y equipos internos dedicados a crear conocimiento sobre nuevas formas de dictar las clases y de cómo desarrollar aprendizajes a través de la tecnología.
¿Qué importancia tiene la presencialidad del docente ante sus estudiantes?
Lo primero es que las clases presenciales no van a desaparecer, sino que se va agudizar la necesidad de que la enseñanza sea más dinámica e interactiva, con mayor capacidad de intercambio, en donde exista un desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico, la capacidad de argumentar y trabajar colaborativamente, valorando el hecho de estar presentes, para tener discusiones más profundas que también podrían ser online, sin duda, pero en el sentido de una comunidad que aprende en conjunto físicamente.
Desde esa perspectiva, ¿cómo ves el trabajo pedagógico que ha estado realizando la UCG?
Creo que ha tomado decisiones en todos los aspectos: infraestructura, tecnología, incluso tipos de carreras de acuerdo a su base pedagógica, y no ha sido al revés. Entonces, dado que es una universidad cuyo centro es su propuesta pedagógica, no cabe duda que el camino hacia la mayor digitalización debería ser, de alguna manera, para fortalecer esa metodología.
El riesgo estaría en hacer un cambio digital desconociendo el fondo de lo que Casa Grande quiere lograr en sus estudiantes: el ‘aprender haciendo’, a través de proyectos. Todas esas miradas metodológicas tienen un espacio en lo digital, pero también una suerte de tope.
Estoy pensando, por ejemplo, en la enseñanza basada en proyectos, que hoy en día está muy en auge, tanto en el sistema universitario como el escolar. En esa modalidad hay cada vez más experiencias digitalizadas de aprendizaje, en las cuales los estudiantes trabajan en grupo, desarrollan una idea, buscan soluciones creativas, crean un prototipo, una maqueta, un producto, y lo sacan adelante. Entonces, me parece que Casa Grande había ya empezado a dar pasos importantes en plataformas y en la digitalización de algunos programas específicos.
Si mantiene su pedagogía en el centro y desde ahí toma decisiones tecnológicas, no debiera correr riesgo su oferta, en temas de valor pedagógico; refiriéndome a los Casos, Laboratorios, Puerto Naranja, Puerto Limón, que podrían complementarse con espacios digitales. Estoy pensando en que existirá una necesidad más grande de comunicar y de desarrollar productos para una economía digital, de abordar las políticas públicas de lo digital, y ahí la UCG tiene muchísimo que ofrecer también. No es solo cómo desarrolla su pedagogía con tecnología, sino también cómo la tecnología permea sus discusiones, sus intereses de aportar más social y académicamente.
En ese sentido, ¿cómo resumes esta metodología o los principios pedagógicos de la UCG?
Es una pedagogía que está centrada en un estudiante activo, quien aprende haciendo, que tiene capacidad reflexiva de crítica, que está conectado con el mundo. Por lo tanto, el tener espacios y clases online, no veo que sea un problema, porque además creo, por lo que he observado en las discusiones de la universidad, es más la tendencia de poder mezclar los dos mundos, presencial y virtual, en la medida de las necesidades de cada uno, es decir, ir hacia lo combinado.
En general, lo que he observado sobre las universidades y cómo se han ido comportando es que han habilitado muy rápidamente espacios de apoyo para los estudiantes, técnicamente pero también socioemocionalmente, y muchísimo soporte a los profesores, para dar un salto importante hacia nuevas metodologías pedagógicas, y estudiarlas, con uso de tecnología.
Ahí hay un espacio para crecer y es una oportunidad para la UCG, que la compone el ámbito del desarrollo humano, que tiene interés por la educación en general y de formar grupos dedicados al estudio y a la comprensión de estas nuevas prácticas, tanto en los estudiantes como en los profesores, porque son conocimientos que salen del ejercicio, no son conocimientos teóricos.
Eso me parece importante. Seguir evaluando la experiencia de lo que está sucediendo
Sí. Es una investigación-acción total. Se observa en las universidades emblemáticas que tienen estos departamentos, laboratorios o centros de estudio enfocados en el aprendizaje en línea, que hoy han adquirido otra relevancia y prioridad.
Texto original publicado en el N.16 de Ventanales, revista de la Universidad Casa Grande:
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