¿Qué bien persiguen, exactamente, en relación a su paciente?
Jacques Lacan, La Ética del Psicoanálisis
Luego de una serie de textos sobre efectos subjetivos y estragos ocasionados por el COVID, en la Escuela proseguimos el abordaje de asuntos cruciales del psicoanálisis, entre una virtualidad exacerbada y las “nuevas normalidades”. En este punto, si nos dejamos orientar por la ética psicoanalítica, nos corresponde: arrancar la palabra al texto. Y sin el heroísmo de la transgresión, hacemos uso de un cierto forzamiento.
Desde la creación de ZADIG (2017), Miller apuesta por la participación de los psicoanalistas en la política, enfatizando que no será formando parte de partido político alguno y rechazando en acto el “entrismo”. El Consejo de la Asociación Mundial de Psicoanálisis precisó: “Zadig ha venido a interpretar las identificaciones a nivel de una ideología para colocar la pregunta a nivel de las Escuelas” (2019). Hoy se ha iniciado un debate sobre ideología y psicoanálisis. Hay un pedido: no refugiarse en una neutralidad.
Debemos asumir que no se trata de la “neutralidad analítica” que nos conduce a habitar el punto Ypsilon, lugar previo a la elección hercúlea entre la virtud y el vicio (Seminario 24); donde toma cuerpo Lacan en su Seminario 7: hay lo bueno, lo malo y Das ding. Un analista presentifica Das ding.
Todas las letras de La Ética del Psicoanálisis recalcan las reglas de la asociación libre y de la abstención. Nos abstenemos de ayudar, hacer el bien, guiar, ortopedizar, curar… Entonces, dejamos al sujeto al pie del cañón, en el umbral de una decisión. Aquí una anécdota. Un analizante de Lacan habría analizado exhaustivamente la decisión de casarse: habló de ella un montón, de él en relación a ella, abordó cada rasgo, etc. El día previo al matrimonio le dice a Lacan: “¡Me caso mañana!” Y Lacan le responde: “¿con quién!”. Lacan no se dejó ubicar como el Otro de la garantía, ante la ilusión de correspondencia entre los sexos.
Un analista no es un profesional de la salud; sin embargo, si de algo habrá de “curar” al sujeto será de las ilusiones que lo retienen de la vía de su deseo. Y aún es necesario que el sujeto quiera abandonarlas.
DE LA MIRADA AL LLAMADO A PERSEVERAR… EN EL TERRENO DE LA POLÍTICA.
Hoy decido levantar mi pluma y estamos en un contexto de celebración de Independencia. Antes de ubicarme en relación a qué tan independientes somos en Guayaquil, quiero cernir un punto en el que la mirada despreciativa y colérica, pasa a un llamado a perseverar en el terreno de la política.
Una opinión ilustrada e incauta de su inconsciente, puede extraer alguna enseñanza de una lectura que se hace posible poniendo en serie algunas escenas:
A menudo he subido la empinada escalera desde el poco agraciado Corso Cavour hasta la solitaria plaza donde se encuentra la iglesia desierta, y he tratado de sostener la mirada despreciativa y colérica del héroe; muchas veces me deslicé a hurtadillas para salir de la semipenumbra de su interior como si yo mismo fuera uno de esos a quienes él dirige su mirada, esa canalla que no puede mantener ninguna convicción, no tiene fe ni paciencia y se alegra si le devuelven la ilusión de los ídolos. Obras completas, volumen XIII, p. 219.
Freud esclarecerá el enigma de la postura al apuntar al resto de un movimiento: un sutil deslizamiento de las tablas. La escena bíblica es la de Moisés, que en un ataque de cólera al ver al pueblo elegido por el Dios verdadero adorando a un Becerro hecho con oro fundido, rompe las tablas de la Ley. En la escultura, Moisés quiso levantarse de golpe, pero por las tablas dominó su pasión indignada y en esa postura persevera.
En ese punto, Lacan y Miller pasaron al acto de la buena manera. Lacan con la invención del dispositivo del pase: donde un analizado da cuenta de qué le dio el nervio para recibir pacientes, y Miller con ZADIG.
El llamado de Miller es: “Perseveremos. Acampemos sobre el terreno político”. Perseverar en lacaniano, viene del padre-severo y no de la astuta persuasión del débil, que ha devenido canalla (Lacan, 1976). Del canalla, Miller dirá en El eterno Patapouf: al canalla “lo real en juego se le escapa, se lo vela su risa”.
Con este antecedente se preguntarán, ¿qué me hizo escribir estas líneas en plena celebración 9 octubrina?
300, LA CIFRA DEL PROGRESO. Y, QUÉ PROYECTO CANALLA NO AUSPICIAR.
He visto tantas cosas, dijo el replicante Roy Batty en Blade Runner antes de morir por la obsolescencia programada: “He visto cosas que vosotros no creeríais. Naves de ataque en llamas más allá del hombro de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Hora de morir”.
He visto cosas menos brillantes y poéticas, sin duda.
Parlantes instalados en la ciudad, desde donde se llama la atención a un par de amigos o enamorados que osan estar sin mascarilla en la banqueta de un parque, en una esquina… en el espacio público. Conectaron cien megáfonos a las cámaras de vigilancia, que tienen monitoreo permanente de la Corporación para la Seguridad Ciudadana (ofrecen 300 más). Puede ocurrir que la mismísima voz de la alcaldesa te anticipe la llegada de la policía: “El señor de la camiseta con dos rayas negras póngase la mascarilla…”[ii].
Sin duda ha habido un exceso de disfrute desde el lugar del control, algo que parece una especie de “maternaje militarizado”. Se comandan las camionetas municipales para impedir el aterrizaje de un avión. Y lo que se nos da a ver: una portada con la alcaldesa con gafas estilo aviador, mascarilla de tela tipo camuflaje y radio. Una película de acción. Muchas veces se hace fotografiar cargando niños. Era una madre que hacía volver a casa a las 23h00. Las escenografías cambian: se besa con su esposo en la playa por su aniversario (Ningún parlante se los prohibió). Otro día se tatúa, otra noche toma cerveza, el 9 de octubre en el acto cívico es una princesa de Disney. De lo primero se encargarán las leyes, lo personal no me incumbe.
“La mujer no existe” tiene como contraparte la proliferación de madres-del-tener. El horror a lo femenino evade la pregunta lacaniana, ¿qué quiere una mujer? Enigma que se obtura por una omnipotencia materna, por la hiperpresencia de un goce cuantificable. Así, el número mágico del progreso en nuestra ciudad es trescientos, empezando por las 300 cámaras por venir. Es un tener por las vías del poder y el control.
Es lo último que vi lo que me hace escribir desde una “pasión indignada”, en términos de Freud. No sé si son notables, pero el proyecto es canalla y nuestra municipalidad se ofrece a apoyar: “el desarrollo de nuestros jóvenes con sesiones gratuitas de estimulación cerebral con inteligencia artificial”. En la ciudad esta oferta siniestra ya existía. ¿Esto es “seguir creando oportunidades para nuestra juventud”?
He recordado mis clases en el Hospital Psiquiátrico, esos pacientes que se esforzaban para no recibir “el choque”, la eufemística “terapia electroconvulsiva”. Estimulación cerebral con inteligencia artificial, es lo mismo pero con medición de las descargas por computador (sólo desde un dicho canalla esto puede ser llamado Inteligencia Artificial). ¿Esto es lo que queremos para 300 niños y jóvenes con “discapacidad”?
¿A qué llaman discapacidad? Al autismo, ansiedad, depresión, problemas de lenguaje, adicciones… Una oferta universal homogenizante. Y lo hacen porque como indica Miller: al canalla lo real en juego se le escapa. No quieren saber del inconsciente. No toman nota de lo imposible de soportar… en el cuerpo. Para ellos no existe lo real, sólo un diagnóstico y una igualación de las demandas, para poder dar una respuesta universal a la “discapacidad”. La alcaldesa se puso el casco y aseveró que es un programa que hacen los “robots” y que con “la bendición de Dios”, será permanente. Juntan tecnología y religión sin inmutarse.
La oferta de “poder autorregular el funcionamiento del cerebro”, es una oferta de poder. Dice la alcaldesa que un niño aprendió 300 palabras. Lo único seguro es que alguien se las transmitió al niño en algún momento. De lo que se trata es de reintroducir el sujeto al lazo social, en lugar del gadget para enchufar.
Hace falta un deseo-no-anónimo para no ser parte de esa canalla, que como dice Freud: no puede mantener ninguna convicción, no tiene fe ni paciencia y se alegra si le devuelven la ilusión de los ídolos. Fuera del deseo canalla es posible creer en un tratamiento a la medida de cada síntoma. Es decir, un tratamiento que implique una subjetivación singular por parte del afectado y si acaso un forzamiento: uno poético.
Una Dirección Municipal ofrece el mismo negocio/ enchufe a los Héroes de la Salud: un robot que hará que su cerebro encuentre su máximo potencial. Es la vía de quien yerra porque no quiere saber que los síntomas de los seres hablantes/parlantes están hechos de palabras, que nacemos malentendidos y que un tratamiento digno tiene que pasar por las vías de la palabra y de las pasiones como el amor: pasar por el semblante para alcanzar efectos en lo real del goce. Así, nos corresponde decir no a la estimulación directa del cerebro, por control y sin responsabilidad del sujeto.
Le decimos sí a la iniciativa municipal de enviar a 300 docentes a zonas marginales de la ciudad para que sean tutores de 9.000 niños que desean saber, pero están fuera del circuito educativo por falta de recursos.
Quiero creer que ese deseo canalla no forma parte de esta gestión municipal, pero hay que desestimar esta oferta cruel. Es posible rectificar esta ilusión tecnocientífica de curar a niños, jóvenes y adultos, que sufren por síntomas, inhibiciones y traumas severos, lo que sin duda angustia a sus padres, maestros y a la sociedad.
La ética psicoanalítica se funda en la apuesta al saber del inconsciente, así dice Lacan que a fin de cuentas es nuestro único patrimonio de saber. Perseveraremos ante las ofertas canallas de rehabilitación forzada, de quienes no serán independientes mientras su condición de sujeto sea inhabilitada y se “choque” su deseo.
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Dicen que el escritor debe hacerlo para que lo entienda la gente en general y no solamente los iluminados, este artículo entiendo que es escrito para los iluminados solamente porque no se entiende nada. Una lástima