La tendencia a la baja en los precios del petróleo en el mercado internacional comenzó a acentuarse hace un mes y medio, cuando nadie todavía pensaba que la economía en general iba a paralizarse en todo el mundo y menos aún en Estados Unidos.
La explicación para ese declive es sencilla. Los niveles de producción en el año 2019 estaban en los 100 millones de barriles por día cuando el consumo bordeaba los 98 millones de barriles; es decir, los niveles de producción llegaron a superar a los de la demanda.
Todo esto gracias a los problemas suscitados entre Arabia Saudita y Rusia, los que más contribuyeron al deterioro del mercado petrolero en el mundo, porque empezaron una lucha de poder. Arabia Saudita lo que hizo fue abrir la llave de su petróleo para intentar recuperar su mercado.
En este escenario, de la noche a la mañana, todas las economías en el mundo se paralizaron. Y toda la demanda del combustible, sea industrial, comercial y residencial cayó en picada. Con sobreoferta de crudo y copadas todas las capacidades de reservas y almacenamiento en barcos, tierra… ya fue imposible sacar ese petróleo a las refinerías, porque las empresas estaban paradas y la gente dejó de consumir. Todo eso complicó a ,las petroleras y a la gente que compra a futuro y vende a futuro ese commodity, en las bolsas de valores de todo el planeta.
Si se mira en contexto, todos los sectores que están siendo golpeados por el coronavirus y el colapso desatado por la caída de los precios del crudo, está claro que la recuperación de las economías no será de aquí a un mes. Se habla, en el mejor de los escenarios de tres meses (abril, mayo y junio) y las peores estimaciones de organismos internacionales proyectan que la crisis se podría extender durante un año. Todo eso va a depender de cómo cada Gobierno y cada país diseñó o planificó sus políticas para reactivar sus aparatos productivos tras controlar la curva de la pandemia.
Los países que hicieron bien las cosas podrán ver señales de recuperación en tres meses. Los demás, hasta en un año, porque el coronavirus puso en jaque mate a todos los commodities, especialmente al petróleo. Ya casi nadie está consumiendo combustibles con las maquinarias paralizadas, al igual que los autos por las medidas de restricción vehicular.
Solo en Ecuador el consumo de gasolina ha bajado en un 50%. Las estaciones seguramente pararon el abastecimiento porque conservan sus reservas. Ni siquiera se sintió los efectos de la paralización de los dos oleoductos afectados por un hundimiento de tierras en la Amazonía. La demanda ha caído bruscamente. Si esto pasa en Ecuador, en el resto del mundo la situación debe ser mucho peor.
Eso en parte explica el sacudón de los precios del petróleo en las bolsas del mundo, especialmente el del WTI que es referencia del petróleo ecuatoriano, y en todo el mercado internacional, que tendrá consecuencias en las economías petroleras.
En América Latina, los países líderes en la producción de petróleo son Venezuela, Brasil, Colombia, Perú y Ecuador cuya producción fluctúa entre los 450 mil y 550 mil barriles diarios.
En Ecuador, el único combustible que es fijado por el mercado internacional es el de la gasolina Súper. En este mes de abril ya estaba en dos dólares, cuando su promedio era de entre $2,90 y $3,10, con esta caída abismal del precio del petróleo se supone que este tipo de combustible llegará a costar menos que la Extra y la Ecopaís, que se mantienen con subsidios.
La otra situación que complicará las finanzas públicas ecuatorianas es el hecho de que el Presupuesto General de Estado de 2020 se fijó con un precio referencial del petróleo de $51,3 por barril. La economía ecuatoriana en su conjunto depende de entre un 20% y 25% de esos ingresos.
Lo mismo ocurrirá, no en las mismas magnitudes, en todos los países que dependen de los ingresos petroleros. En el caso ecuatoriano el golpe se sentirá más porque el país en los momentos actuales no tiene ingresos, ni remesas ni exportaciones privadas ni turismo ni inversión extranjera y ahora se suma la dramática caída de los ingresos petroleros.
En este escenario resulta que es más rentable tener el petróleo bajo tierra que sacarlo, porque su precio ni siquiera alcanza para cubrir un tercio del costo de producción del barril del hidrocarburo.
El anunció de las autoridades energéticas de que estamos en un momento histórico para eliminar los subsidios a los combustibles también debería ser analizado con pinzas. En el momento actual por supuesto que no se sentirá en los bolsillos del consumidor. Pero sí después de un mes. El Gobierno debe tener muy en cuenta la reacción de la gente ante ese tipo de medidas.
En el caso de la eliminación del subsidio a la gasolina Súper el efecto no fue tanto, porque la gente simplemente desplazó ese consumo por la gasolina Extra y Ecopaís.
Si el Gobierno está decidido a quitar los subsidios a las gasolinas Extra, Ecopaís y al Diésel este es un momento oportuno, pero se debe diferenciar a quiénes se les retirará estas ayudas. Quiénes deben mantener los subsidios y quiénes no.
Luego del estallido social de octubre de 2019, por la derogatoria de los subsidios a los combustibles, el Gobierno ya debe tener claro dónde focalizar los subsidios. Hay gasolina Extra, Eco y Diésel que todavía es utilizada por la industria, por los exportadores de ciertos productos que se aprovechan de esos costos. El Gobierno no puede tomar una medida general sino enfocarla en los sectores que no necesitan las ayudas estatales.
El subsidio es para aquellas personas que no pueden cubrir sus necesidades. Tenemos el Diésel que se utiliza para el transporte público y el sector agrícola. La gasolina Extra y Eco es usada en el transporte de carga de alimentos o bienes para satisfacer la demanda de sectores vulnerables.
Esos sectores por supuesto que deben mantener los subsidios. No el resto, estamos hablando de un 40% o 60% del consumo. Y con el resto aplicar lo que se hace con la gasolina Súper, que los precios fluctúen según las cotizaciones del mercado internacional.
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