En la cobertura de la emergencia sanitaria por el Covid-19 he visto un espíritu de unidad entre los medios de comunicación y los periodistas, porque la misión es informar, educar y también entretener. El fin común es mantener a la gente informada a pesar de las adversidades.
La emergencia sanitaria ha sacado a la luz una conciencia de grupo, porque los periodistas también somos personas y necesitamos seguir ciertos protocolos de seguridad para poder seguir trabajando. Eso significa que no toda la redacción está en un espacio físico, no todos los programas están transmitiendo, sino los que realmente necesitan seguir al aire.
En la actualidad, más del 80 por ciento de periodistas o de la planta de un medio de comunicación labora desde casa y muy pocos deben seguir con las coberturas en los sitios, en la calle, en los hospitales con medidas de seguridad extremas. Esto significa, por ejemplo, fumigar el vehículo, cambiarse la ropa, los zapatos, usar mascarillas, guantes, desinfectar los equipos, porque nosotros igual seguimos siendo personas y somos vulnerables.
Necesitamos tener periodistas vivos para cubrir la situación emergente actual tan difícil, la peor en la historia desde el siglo XX. La lucha es contra un enemigo silencioso, un virus que ha creado condiciones similares a las de una guerra. No hay un enemigo visible.
En este ambiente, la evaluación del papel desempeñado por los medios de comunicación se podrá hacer cuando superemos la emergencia y la adversidad. Lo evidente ahora es que en la cobertura del día a día nadie lincha a un periodista, ni le golpea ni le agrede ni le insulta verbalmente ni le dice mentiroso, prensa corrupta algo muy marcado en el paro de octubre de 2019 ante el Decreto que eliminaba los subsidios a los combustibles, cuando la violencia en las calles estaba a flor de piel.
Ahora necesitamos información verificada y el sector público ha jugado un importante papel, más que en la cobertura per se, en trabajar junto a los medios para parar la ola de noticias falsas o fake news. Todos podemos acceder a mucha información por medio de las redes sociales, sobre todo ahora que hay más tiempo para estar en Twitter, Facebook o Instagram porque la mayor parte de la población debe mantenerse en sus hogares, en cuarentena.
Lo primero y lo último que vemos en el día es una red social y lo que circula no necesariamente es lo oportuno, lo necesario, ni lo real. Los medios de comunicación han tomado una postura responsable al identificar cuáles son esas fake news y cuáles son las fuentes oficiales para informarse.
La misma Organización Mundial de la Salud y hasta la Unesco han pedido, a nivel mediático en esta crisis, que sigamos fuentes oficiales, porque no existe otra vía más verídica, más confiable. Eso no significa, sin embargo, que las fuentes oficiales sean las más transparentes, pero esa es la vía más segura, aún más en una situación donde todo el mundo está listo a creer lo que genera pánico y ansiedad. Si estamos bombardeados de datos, de cadenas, de olas de desinformación, la consecuencia será más caos del que ya vivimos.
Este miedo al caos puede ser peligroso porque puede llevar a las personas a despertar sus fobias con los vecinos, la familia o al desabastecimiento. Si yo compro todo el supermercado y lo guardo en mi casa es porque los demás no me importan.
Los medios han contribuido a no hacer más grande el caos, porque como comunidad y sociedad nos damos cuenta de que necesitamos información verídica, oficial confiable, de fuentes o medios confiables, los tradicionales y los digitales reconocidos por haber hecho coberturas responsables.
De hecho, con mis estudiantes de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito vamos a colaborar con EcuadorChequea, el portal de verificación al que la gente bombardea por WhatsApp con fotos y cadenas de noticias insólitas. Eso significa que al menos dudamos de lo que nos llega porque necesitamos saber qué pasa en realidad, qué es lo real y qué no.
La emergencia sanitaria ha logrado que la gente ahora intente seguir las fuentes oficiales en las mismas redes. Si busco saber cuántos casos nuevos hay en el país, pues voy a la página del Ministerio de Salud o a la cuenta de Twitter de la Secretaría de Gestión de Riesgos. O me engancho en las ruedas de prensa virtuales. Los medios han aceptado su corresponsabilidad al evitar quejarse por esa modalidad para acceder a información. No es hora de pedir prioridades. Hay la conciencia sobre la imposibilidad de las ruedas de prensa presenciales; que un periodista o un medio solo puede hacer una pregunta para hacer efectiva la dinámica propuesta. Ahora hay acceso a información oficial inmediata que antes no había. Estoy pensando en la década anterior.
El Gobierno hace un esfuerzo por comunicarse con la gente dos veces al día y responder las preguntas de todos los periodistas. Esto no significa necesariamente que no haya información reservada. Pero es una situación humanitaria. No estamos hablando de si con eso gana o no más adeptos. Está en juego la vida o vivimos o morimos. El sistema de salud ecuatoriano ya estaba deprimido antes y ahora se va a notar mucho más si el contagio del Covid-19 sigue creciendo aceleradamente.
Estamos en un momento en que necesitamos primero cuidar la salud, la vida y luego pensar en la recuperación económica, productiva y social. Todos tenemos ahora una sed de información. Por esa necesidad tal vez nos olvidamos de la salud mental y parte de cuidar esa salud significa no buscar noticias todo el tiempo, todo el día.
Hay la necesidad de alejarse un poco de las redes y los medios porque no se puede estar con la televisión, la radio o la cuenta de Twitter de un medio de comunicación todo el tiempo, todo el día, incluso si esa persona es periodista. Si a esa búsqueda incesante se suma el encierro y el aislamiento, cualquiera se vuelve más vulnerable. Con las defensas más bajas, el sistema inmunológico se deprime y puede sufrir cualquier enfermedad. En estos momentos, todos debemos cuidar nuestra salud física y mental.
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