Lacan habló de “rectificación subjetiva” y Jacques Alain Miller lo reformuló como “rectificación de los dichos”. Parto de una rectificación también. Hay el término “populismo”, y elijo otro, que ha estado en uso: es la palabra “caudillismo”. Esta rectificación cae sobre un texto que escribí en la revista Ecuador Debate 104, Los psicoanalistas lacanianos y la izquierda populista. Ahora digo mejor: “Los psicoanalistas lacanianos y la izquierda caudillista.
Este texto fue comentado en Guayaquil en un conversatorio. Un amigo no vio otra cosa que una disputa de Iglesia entre dirigentes de la religión psicoanalítica. Siempre hay narcisismos involucrados -este amigo mismo nos hizo una exhibición de sus habilidades actorales- pero hay que hacer el esfuerzo de leer de qué trata un texto. Porque la discusión en curso es: el psicoanálisis seguirá siendo un discurso o será absorbido por la falsa religión socialista. Todo esto en el terreno del drama de Venezuela, que los intelectuales de izquierda, astutos, escamotean vergonzosamente.
Freud ha escrito Psicología de las Masas y Análisis del Yo, y ésta es la referencia doctrinal que J.-A. Miller ha puesto de base para su proposición política: Zero Abjection Democratic International Group. Freud hizo énfasis en el papel del conductor, del líder, del jefe que une a la masa, que es el objeto de amor de ella, que señala lógicamente un exterior enemigo y odiado. Aquellos que aman al líder están ligados libidinalmente entre ellos, son una fraternidad. Porque es de esto de lo que se trata para Freud: la nostalgia por el padre, la añoranza de su conducción. Lacan también rectifica esta doctrina freudiana diciendo que ella es mítica: no hubo protopadre, simplemente lo añoramos vanamente. Esta añoranza, sin embargo, tiene consecuencias. No hay protopadres, pero sí caudillos y reyes Ubu.
Somos críticos del capitalismo. Es normal y se justifica . Las frustraciones a nuestras demandas de objetos se relanzan continuamente. ¿Pero de cuál capitalismo hablamos?. Porque hay uno norteamericano, uno ruso, uno chino, uno por cada país del mundo. Recordemos la acertada formulación trotskista: el capitalismo es desigual y combinado. Tenemos comercio y combate. A veces, se llega a la guerra.
J.-A. Miller dijo en Madrid: todos somos hijos del capitalismo. Y agregó, contestando una pregunta, que el capitalismo era “natural”. Sorpresa, desconcierto, confusión. ¿Natural?, ¿como los huracanes? Aquí requerimos otra rectificación: el capitalismo es “necesario” -en EEUU, en China, en Rusia, en Irán, etc- en tanto “no cesa de escribirse”. Es la modalidad lógica aplicable. El capitalismo apunta a las necesidades, hace su oferta, genera demandas, produce frustración, luego vuelve a empezar con una nueva oferta, indefinidamente. Es la oferta “maternal” omnipotente del capitalismo, es la metonimia de la producción, que la metáfora de la política limita.
Lo que hace la desigualdad de los capitalismos es la política, el régimen, que cuando cumple con una tradición cultural, tiene su propia “necesariedad”, aunque esté sujeto a los efectos de la contingencia, de algo que cesa de no escribirse. Un nuevo líder, por ejemplo.
Un padre es contingente, es elegido por el deseo de una mujer, que podría no quererlo. La maternidad -en el grupo- es en cambio necesaria, no deja de escribirse. La reproducción, igual que la producción económica, están en el orden de lo necesario. Sucede que en ciertos casos cesa de escribirse, es la posibilidad para una mujer que no quiere hijos.
Cuando Lacan menciona la “carencia paterna” (charla del 1 de Junio de 1972), agrega que siempre se encontrará algo que impacte a la familia. Tenemos un “siempre”, de lo necesario, y un “se encontrará algo”, de lo contingente. Algo impactará.
Martin Heidegger pensó la voluntad de un líder, de un Führer que transforma a los otros en un grupo de seguidores, como una nobleza intelectual . De este grupo, que tiene una educación política -el líder no necesita estar educado-, surge la comunidad, un pueblo. El líder no sólo persuade, también impone su voluntad al pueblo que se identifica con esa voluntad (ver la clase del 23 de febrero de 1934).
Ernesto Laclau ha visto todo esto. La experiencia de Perón -inspirado por Mussolini y por Hitler- fue el terreno de su teoría. Leyó la linguística lacaniana y la aplicó al revés. No analiza. Él quiere hacer condensaciones a partir de diferencias. Las llama “cadenas equivalenciales”. Están perfectamente graficadas por Freud cuando se refiere al líder y la masa. Laclau ubica muy bien el papel del líder. Chantal Mouffe dice que Mao construyó un pueblo en la “Larga Marcha”.
La marcha de un psicoanálisis “propiamente dicho”, va en sentido contrario: hace caer los líderes supremos, desarma los ideales, atraviesa las fantasías, quiere encontrar la “diferencia absoluta” de cada cual. Lacan propone que un análisis separa el I(a), separa al Ideal de su objeto agalmático, dejando al primero como un empaque vacío. En todo caso Freud ya advirtió que un síntoma es un camino trazado que se llena de libido y que puede ser vaciado, pero eso no asegura que no se vuelva a llenar con otro sentido. El rasgo sintomático no debe quedar vacío, debe quedar cargado de goce, ser lo que Lacan llama un “sinthoma”, un rasgo enteramente inédito, no susceptible de ninguna identificación. Eso deja abierta una cuestión: ¿cómo asumir luego la relación con el Otro? ZADIG, en cuanto al Otro de la política, es una apuesta congruente con el fin de un análisis, con la ética de su final.
En la teoría de Laclau y Mouffe el pueblo se construye, pero no se construye un líder o caudillo. Esta lógica es la misma en lo concerniente al padre: no hay estrategia para construir un padre, él es posicionado por el deseo inconsciente de una mujer, no por su voluntad manifiesta. No hay estrategia de formación de líderes, ni de padres, como de paso, no hay formación -estrictamente hablando- de psicoanalistas. Si forzamos un matema éste sería: (R.S.I) + X , donde el registro de un orden real, anudado a uno simbólico y otro imaginario, que pueden caracterizar el nudo borromeo de una época, tiene una incógnita “X” de singularidad, un don, una gracia, que produce como acontecimiento, como contingencia y sorpresa, un líder, un padre, un analista.
Si el caudillo y el padre ejercen poder, un psicoanalista pasa de ese poder, mostrando el agujero de toda política. Lacan lo resumía: pasar del padre, a condición de servirse de él.
Estamos en la perspectiva de una generación de intelectuales no-orgánicos, sostenidos por una razón lacaniana. ZADIG está en ese rumbo.
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