En medio de un clima de creciente inseguridad y tensión, estimulado por los diversos videos de asaltos a ciudadanos que se vuelven virales en las redes sociales, empieza una vez más la discusión sobre la legalización de la portación de armas de fuego para la sociedad civil en Ecuador. Hay personas que respaldan la propuesta de la libre tenencia y portación de este tipo de armas, asegurando que es la única manera de detener la supuesta “ola de violencia” que atraviesa al país. Sin embargo, ¿es realmente la despenalización de armas de fuego la solución a la inseguridad?
Por supuesto que no. La historia nos ha enseñado diferente. En 1990, mucho antes de que entrara en vigencia el Decreto Ejecutivo 749 de abril de 2011, que prohíbe a los ciudadanos llevar armas de fuego en su vehículo, equipaje, mochila, ropa o manos, se registraron 1060 homicidios en Ecuador, mientras que, en 2017, 6 años después de la penalización, se produjeron 972 casos. Claramente, el porte de armas no solo no ayudaba a disminuir la violencia provocada por crímenes, sino que, al contrario, contribuía al aumento del número de víctimas.
Por otro lado, existe esta noción de que la inseguridad y la violencia han ido en aumento durante estos últimos años en el país, pero, ¿es esto cierto? Según las estadísticas arrojadas por múltiples estudios sobre la percepción de la seguridad, no lo es. Ecuador es el segundo país con menor tasa de homicidios por cada cien mil habitantes, en Latinoamérica y el Caribe, de acuerdo con un estudio de la organización Insight Crime, de 2017. Tiene 5,8 homicidios por cada cien mil habitantes, solo después de Chile, que tiene una tasa de 3,3.
Adicionalmente, la consultora norteamericana Gallup, determinó, en 2017, que Ecuador es el cuarto país, en Latinoamérica, en donde la ciudadanía confía más en la seguridad, dentro del marco del “Law and Order Index Score”, sobre las percepciones ciudadanas de seguridad.
Asimismo, una encuesta realizada por Latinobarómetro en el 2016, muestra a los habitantes de Ecuador en la cuarta posición, en América Latina, de los ciudadanos que menos se preocupan de poder llegar a ser víctimas de un delito con violencia. A gran diferencia de otros países latinoamericanos como Brasil y El Salvador, que encabezan la lista de los países con habitantes que más se preocupan por ser víctimas de delitos con violencia, y ninguno de ellos considera la legalización de armas de fuego para civiles.
Ahora bien, si efectivamente consideramos el hecho de despenalizar la tenencia y portación de armas de fuego para civiles en Ecuador, por qué no echamos un vistazo a un país que vive la realidad que ha iniciado nuevamente, como una posibilidad, el debate entre los ecuatorianos. En Estados Unidos, en donde la Segunda Enmienda a la constitución protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas, al establecer que, “Siendo necesaria una milicia bien organizada para la seguridad de un Estado libre, el derecho del Pueblo a poseer y portar armas no será infringido”, han ocurrido más de noventa tiroteos masivos desde 1982.
Algunos con el mayor número de víctimas, como el de Orlando, Florida, o el de Las Vegas, en Nevada, tuvieron lugar hace no mucho tiempo atrás. El primero en el 2016, y el segundo en el 2017. La violencia provocada por armas de fuego es la principal causa de homicidios de las personas que viven en los Estados Unidos. Es más, de todos los asesinatos ocurridos en ese país, en 2012, el 60% fueron causados por armas de fuego, a diferencia del 31% de Canadá, del 18.2% de Australia, y solamente el 10% en Reino Unido, según la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito.
Además, desde el año 2012 hasta el 2017, las estadísticas sobre la violencia de armas en ese país demuestran un crecimiento gradual en el número de víctimas mortales de cada año. De acuerdo con el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades, en el 2012 se registraron 11 622 muertes provocadas por armas de fuego. Luego, según Violence Gun Archive, en el 2015, el número de muertes ascendió a 13 526, y en 2017, la cifra llegó a su valor más alto, cuando la violencia de armas de fuego cobró la vida de 15 612 individuos.
En los Estados Unidos, desde hace décadas se hacen estudios sobre los beneficios y riesgos del uso de armas en la prevención de asaltos y homicidios. Por ejemplo, una investigación realizada entre 1987 y 1992 por el ministerio de Justicia de la nación norteamericana, constató: “No es frecuente el uso de armas de fuego como autodefensa porque los delincuentes generalmente actúan de forma furtiva y sorpresiva. Pocas veces las víctimas tienen tiempo suficiente para usar su arma”.
En otro estudio, referente al período 1987-1990, son analizados los datos de la Investigación Nacional sobre Víctimas de Crímenes, y se concluye en que, en promedio, “menos de 2 homicidios en 1000 fueron cometidos debido a la resistencia con armas”.
Varían los números, pero la mayoría de las investigaciones llega a la misma conclusión que la Revista de Criminología de los Estados Unidos: “Muchos propietarios de armas de fuego aceptan que estas son útiles para la autodefensa. Pero un arma en casa tiene mucha más posibilidad de ser usada en un homicidio, suicidio y accidente dentro de la casa que contra un asaltante”.
Además, una investigación de la Universidad de California, coordinada por el médico epidemiólogo Douglas Wiebe, concluyó que, en ese Estado, “personas con armas domésticas tienen 2 veces más posibilidades de morir por armas de fuego de aquellas que no tienen armas en su casa, y 16 veces más probabilidades de suicidarse. Más de 56% de las víctimas de armas de fuego conocían a sus asaltantes; de ellas, 15% durante peleas familiares y 6% por disputas por drogas”.
Evidentemente, la legalización de la tenencia y porte de armas de fuego en los Estados Unidos no está funcionando, y, en definitiva, como lo demuestran los estudios, las posibilidades de defenderse de la inseguridad provocada por crímenes con un arma propia, es casi nula. ¿Qué nos hace pensar que en Ecuador el desenlace de una ley de tales proporciones sería diferente?
Resulta indispensable que seamos capaces de comprender cuán negativa resultaría para el país la despenalización de las armas de fuego para civiles, y es necesario también que aprendamos de la historia, y del ejemplo que nos brindan otras experiencias.
Es importante que dirijamos nuestra energía hacia la elaboración de soluciones viables a los problemas de seguridad y violencia, en vez de involucrarnos en un debate que, de ninguna manera, representa una respuesta efectiva a la adversidad en cuestión, y que incluso, podría devenir en fatídicos resultados para el país y sus habitantes.
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