El estrés es la respuesta natural y adaptativa que tenemos las personas para enfrentar las diferentes demandas del entorno. Este puede ser crónico, agudo o distrés (estrés negativo). Es normal sentirnos tensionados, es decir convivir con pequeñas dosis de tensión en nuestro día a día, el problema ocurre, cuando el estrés se convierte en una forma de vida y nos acompaña durante largos periodos de tiempo, es allí cuando nuestro cuerpo tiene reacciones fisiológicas y por supuesto psicológicas.
La respuesta al estrés está relacionada con el cortisol, hormona producida por las glándulas suprarrenales que están localizadas por encima de los riñones. ¿Qué pasa con esta hormona? Generalmente se libera en respuesta a eventos o situaciones de alertas cotidianas como despertarse por la mañana, hacer ejercicio, manejar al trabajo, etcétera.
Estudios comprueban que el exceso de cortisol tiene repercusiones en el desarrollo del cerebro. Se encontró relación entre la disminución de la densidad neuronal y elevados niveles de cortisol. La corteza prefrontal es una de las áreas más afectadas producto de la hormona del estrés y con ellas las funciones ejecutivas, que son imprescindibles para nuestro día a día, estas se definen como el conjunto de capacidades cognitivas necesarias para controlar y autorregular la propia conducta.
Aunque el estrés parece cosa de adultos, muchas investigaciones revelan la presencia de estrés infantil. Cifras confirman el aumento de trastornos de ansiedad en niños, considerando que hace pocos años se relacionaba a estas patologías con la vida adulta.
Si consideramos el acelerado desarrollo cerebral de los niños durante los primeros años de vida, es pertinente cuidar y evitar que prolongados niveles de cortisol lo afecten, para ello es importante recordar que la infancia es un período que se caracteriza por cambios y los niños deben hacer frente a los retos que suponen la superación de las transiciones de una etapa a otra. Para que está transición ocurra adecuadamente es fundamental un entorno familiar funcional.
Dentro de cada entorno familiar (funcional o con tendencias disfuncionales), existen crisis normativas y paranormativas que las familias atraviesan y que son causa de estrés en sus miembros, entre ellos los niños.
Las crisis normativas son aquellas crisis esperadas, producto del ciclo vital familiar por ejemplo el nacimiento de un hermano, la adolescencia, cambio domicilio, ingreso a una nueva escuela, entre otros. Todos estos acontecimientos son previstos, sin embargo, a un infante le pueden provocar estrés, y es importante como familia brindarles apoyo y contención.
Por otro lado, las familias también pueden afrontar crisis paranormativas, generadas por eventos imprevistos y que no son deseados como por ejemplo violencia intrafamiliar, divorcio, enfermedades catastróficas, desempleo, muerte, etc. Estás situaciones provocan mayores cargas de estrés que conducen al malestar psicoemocional de todos los integrantes de la familia incluyendo a los niños.
Además de los diversos eventos que ocurren dentro de la esfera familiar y que afectan a los niños, se deben considerar las diferentes esferas de acción donde los infantes interactúan y que también pueden generar estrés: la escuela, las rutinas diarias y los entornos inmediatos (extracurriculares, vecindario, acceso a tecnología, etc.)
Como padres, educadores o cuidadores debemos estar atentos a las señales del estrés infantil, sobre todo cuando estas señales se dan en forma frecuente y por largos periodos de tiempo. Algunas de las señales son las siguientes:
o Tensión muscular.
o Aumento en el pulso.
o Dolores frecuentes de estómago y de cabeza, como si fuesen algo crónico.
o Mostrarse más enfadado, irritable o explosivo, o contrariamente retraídos, apáticos y distraídos.
o Presentar problemas en la alimentación. Frecuente inapetencia.
o Presentar dificultades para conciliar el sueño.
o Contraer con facilidad enfermedades virales o activar cuadros alérgicos.
Reconocer las razones que llevan a los infantes a sentir estrés, es reconocer todos los ámbitos de acción del niño: Familia, escuela, amigos, entorno.
Los padres y educadores debemos ser los mejores observadores y estar atentos al proceso adaptativo de los niños en los centros educativos. El inicio de la vida escolar supone la separación de sus padres y esto frecuéntenme lleva a episodios de tensión, que, con el adecuado apoyo, pronto llegan a superarse. Otro aspecto a resaltar en la vida escolar son las posibles tensiones entre pares que pueden desencadenar hostigamiento y malestar. Ante lo cual padres y educadores debemos estar conscientes y presentes, para brindar el apoyo que el niño o adolecente requiera.
Otro factor importante a considerar en el estrés del infante, es la forma acelerada en la que viven sus cuidadores. Las prisas, el ajetreo, el exceso de actividades y las presiones diarias son trasmitidas a los niños inconsciente o conscientemente. A jornadas de escuela se suman horas de actividades extracurriculares lo que impide que los niños tengan oportunidad de descanso.
Muchos niños están muy ocupados y no tienen tiempo para jugar de manera creativa o relajarse después de la escuela. Como adultos olvidamos o desconocemos la importancia del aburrimiento, como cuna de la creatividad. Los niños tienen una innata necesidad de exploración, de invención. Actualmente se han comprobado los beneficios del juego no estructurado y de todos los aportes que hacen al niño, precisamente en esos momentos de “no hacer nada” es cuando un niño empieza a crear e imaginar.
Lamentablemente como sociedad tenemos ciertas rutinas extenuantes para los niños y no se les permite crear ni explorar. Habilidades importantes que los llevaba a su autoconocimiento.
Un último punto que considero importante tratar es la exposición prolongada de los niños a la tecnología. Científicos han demostrado que el exceso de tecnología es uno de los grandes causantes del estrés en los niños.
La tecnología invade cada vez más nuestros hogares, dejando de lado actividades al aire libre, de carácter holístico, que implican movimiento para el adecuado desarrollo de la motricidad global del niño, fundamental para el aprendizaje, el uso indiscriminado de tecnología los conduce al sedentarismo.
Por otro lado, debemos analizar con detalle el contenido del material tecnológico (videos, programas, canciones, juegos) que observan nuestros hijos, estos podrían ser uno de los factores que contribuyen al aumento del estrés, debido al ritmo acelerado de las imágenes y contenidos inadecuados para la edad. Los padres estamos llamados a revisar las rutinas de nuestros hijos, para buscar un equilibrio que les permita sentirse bien.
Para diagnosticar algún tipo de estrés en los niños primero es necesario que los padres se auto- observen. El adulto debe examinarse y preguntarse, ¿Cómo me siento? ¿Estoy feliz con lo que hago? Esto es necesario porque en los primeros siete años de vida del niño, existe una vinculación parental muy fuerte con los cuidadores, el niño naturalmente busca a sus progenitores (o familiar cercano) como figura de apego seguro y de vinculación inmediata. Durante este tiempo lo que hacemos, decimos y ejemplificamos, tiene una repercusión directa con los niños, se establecen hábitos y sin duda marcan la primera infancia.
¿Cómo puede ayudar a sus hijos a enfrentar el estrés?
• El descanso adecuado y la nutrición correcta, así como una crianza cercana y presente, pueden aumentar las habilidades para enfrentar las situaciones cotidianas. Dedique tiempo y calidad de tiempo a sus hijos.
• Disfrute, ría, el esparcimiento y momentos de alegría nos ayuda a mantener una mejor actitud frente a los momentos de dificultad. Nos permite darles un carácter de temporal a “la turbulencia” bajo la premisa “tengo momentos felices, no siempre es así”.
• Anticipe a su hijo eventos o actividades atípicas como, por ejemplo: cambio de rutina, una revisión médica, un viaje de último momento.
• Utilizar recursos didácticos (títeres, cuentos, flashcards) que además de promover el juego y la recreación familiar, ayudan a detectar si los niños están pasando por alguna dificultad que no han podido verbalizar. Un ejemplo es el libro “El monstruo de colores”, donde los pequeños pueden identificar sus emociones por medio de los colores de los personajes, ya que cada color representa una emoción diferente: enojo, alegría, miedo, etc.
Recuerde que cierto nivel de tensión en la vida de los niños es normal y son momentos de valioso aprendizaje para la vida, los niños deben aceptar que en ocasiones sentimos enojo, temor, soledad, alegría, frustración o ansiedad, entre otras emociones y que hay caminos para sentirnos mejor, como: hablar, beber un vaso de agua o contar hasta 10.
Recuérdele y sobretodo demuéstrele que usted estará presente y presto a escuchar sus valiosas palabras.
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Muchas gracias, por le articulo. Soy un abuelo preocupado por la salud de sus nietos. Tratando de ayudar a unos niños dentro de un ambiente familiar pareciera, bastante tenso.