El exministro de Defensa, ex ministro de Economía y excanciller en el gobierno del expresidente Rafael Correa, Ricardo Patiño, llamó a la resistencia combativa en contra del gobierno del presidente Lenín Moreno en un acto partidario realizado el sábado 27 de octubre en Latacunga tras asistir a un triste enlace sabatino, lejos de la pompa con la que los ejecutaban cuando estaban en el gobierno, con grandes despilfarros de dinero público.
“Vamos a hacer actividades que están reprimidas, vamos a prepararnos para esa represión, no vamos a dar papaya tampoco. Tenemos que tomarnos las instituciones públicas, tenemos que cerrar los caminos, tenemos que acompañar a nuestro pueblo. Y no tenemos miedo. ¡Que nos cojan presos, carajo!”.
Las palabras son sí, de Ricardo Patiño, el hombre que hasta hace solo algo más de un año hablaba de la importancia del respeto a la institucionalidad, a la majestad del poder, que calificaba de tirapiedras a los opositores que salían a las calles a protestar o justificaba su persecución política y judicial.
Patiño dijo que harán en las carreteras las acciones que sean necesarias. “Y cerraremos las carreteras y quemaremos las llantas que sean necesarias para demostrar que la lucha del pueblo está encendida. En el gobierno de la Revolución Ciudadana nosotros decíamos que eso no se debía hacer. Y es cierto que no se debe hacer cuando el gobierno atiende al pueblo”.
En Latacunga se concentraron los correístas en solidaridad con Jorge Glas, exvicepresidente de la República sentenciado por la trama de sobornos que la constructora brasileña Odebrecht montó en Ecuador y otros 11 países para obtener jugosos contratos de obra pública. Y fue trasladado de la cárcel 4 de Quito a un centro de rehabilitación normal como el de Latacunga, construido por el anterior gobierno tras la fuga de otro hombre fuerte del correísmo, Fernando Alvarado, el organizador de las llamadas sabatinas, suspendidas por el presidente Lenín Moreno el primer día que asumió el poder.
Ahora resulta, según Patiño, que en ese centro de rehabilitación donde ahora está detenido Glas, como cualquier sentenciado por la justicia ordinaria, no hay agua potable y a los presos les dan a tomar agua con lodo. Ironías de una vida que da vueltas y más vueltas. Ironías contra quienes creyeron en el poder eterno y absoluto.
“Y ahora no vamos a ser tan suavecitos como hemos estado hasta ahora. Vamos a organizarnos en cada provincia, con acciones com-ba-ti-vas -dijo como si fuera el Mono Jojoy ecuatoriano-. Y no bonitas y pasivas. No. Ya no. El país tendrá que conocer que esta organización existe”.
¿Cuál es el trasfondo de todas estas amenazas? ¿Es solo el traslado de Jorge Glas a la cárcel de Latacunga?, ¿es solo la vinculación del expresidente Rafael Correa en el secuestro de de Fernando Balda? No, en el fondo hay desesperación, división, traición entre ellos. ¿Quiénes participaron en la fuga de Alvarado? Glas de seguro ya no confía en Alvarado y pronto comenzará a desconfiar del mismo Correa.
Alvarado intentó defenderse de la acusación por la que permanecía en el país con grillete echando la culpa de todo a quien firmaba los contratos, a su mano derecha, su exsubsecretario, Pablo Yánez. Su abogada, Lorena Grillo, cayó en cuenta pronto de eso y decidió colaborar con la Fiscalía, con la entrega de 180 documentos para “poner en orden los hechos” y esclarecer que Alvarado manejaba la titularidad de la Secretaría de Comunicación (Secom) y era quien daba las órdenes y contrataba proveedores.
Una secta puede mantenerse unida solo si el líder conserva el poder. Ahora el líder anda dedicado a su propia defensa y la de Glas. ¿Quién era el más cercano al expresidente Correa?, ¿quién supuestamente debía sucederlo tras declarar incapaz al presidente Moreno para que luego él pudiera volver al poder?
Tras la fuga de Fernando Alvarado, que dejó solo a Glas y en la cárcel de Latacunga, nadie confía en nadie. Y por eso el señor Patiño intenta dar la idea de que va a incendiar al país cuando a lo mucho podrá dedicarse a hacer una fogata en alguna calle. Es una clara apología del delito, pero también es una clara demostración de que la secta va desmembrándose, de que la desconfianza reina entre ellos, por qué no saben quién será el siguiente en delatarlos, en delatarse; porque ya no tienen su reino de impunidad. Ni el poder. Ta vez sí el dinero. Ese dinero público que ayudó a dejar la mesa vacía y hasta rota.
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