Luego de que un personaje público, con la facilidad más grande del mundo, se quitó el grillete electrónico burlando, así, a las autoridades estatales y, sobre todo, al pueblo ecuatoriano surge la interrogante: ¿No será que, en todos los espacios estatales, aún rondan los “miembros de la banda” que se llevó en barcos la plata del pueblo y que son los que ayudan a escapar a los implicados?
Una de las respuestas a esa pregunta coincide con las declaraciones del Secretario Nacional de Comunicación -Andrés Michelena- cuando dice que en el sistema de gobierno del Ecuador están enquistados una serie de “topos correístas”; los cuales, de lo que se entendería son los encargados de proteger, tapar y/o disminuir el impacto negativo de las evidencias relacionadas a los actos de corrupción que, pensando en la esperanza de cambio nacional, traicionaron a una buena parte de ecuatorianos que creyeron -ahora se ve de forma demagógica y antiética- en la transformación socioeconómica sustentada en un gobierno que, durante diez años, se dijo ser de manos limpias y corazones ardientes.
Frente a esta realidad, Señor Presidente Lenín Moreno -cuente con el apoyo de los que creemos que un Ecuador mejor sí es posible- no le queda otra que separar a todos esos malos funcionarios públicos que antes que servir al pueblo se están sirviendo para su beneficio personal y/o de los grupos a los que deben favores políticos y/o económicos; pues, no será raro, que estos malos funcionarios, soportados en el cargo que ostentan, se dedican -basados en la creatividad al servicio del mal; porque, hay que reconocer, son muy creativos- a ser escudos de protección de los corruptos del gobierno anterior -en donde también estuvieron presentes-; a volver a cometer actos de corrupción, y, por supuesto, a generar acciones que inciden en la desestabilización de su gobierno.
En definitiva, en el entorno gubernamental en el que se desenvuelve, debe ser muy tinoso y minucioso para identificar a esos lobos y lobas vestidos y vestidas de ovejas que se venden muy bien, parecen transparentes, justos y solidarios -solo de discurso por supuesto-, pero, en su accionar real no son más que miembros de la banda que atracó -en los mejores momentos de la historia del petróleo de Ecuador- los recursos del pueblo ecuatoriano que, ahora, lo estamos necesitando para sacar adelante a una economía nacional que sigue en terapia de recuperación, ya que, de la aparente mesa servida que le dejaron, se llevaron hasta las servilletas -no dejaron nada-.
A pesar de estos hechos negativos no hay que perder la esperanza de que vamos a salir adelante, el Ecuador es un país rico, lo tenemos todo: flora, fauna, cultura, paisaje y, sobre todo, como dice el Papa Francisco, a los seres humanos -ecuatorianas y ecuatorianos de carne y hueso- que en el día a día somos los encargados, desde nuestras trincheras laborales, de crear y proponer acciones que contribuyan a la verdadera transformación productiva del Ecuador sobre la base de la equidad social y, principalmente, de la ética aplicada a todos los ámbitos -público y privado- del quehacer nacional.
En el caso de la ética, recordando a Aristóteles que la definía como aquella forma comportamental mediante la cual los seres humanos buscan hacer el bien a los demás, será importante promover una cruzada permanente -a nivel de todas las edades- en donde se haga ver que el desarrollo del país no solo requiere de recursos económicos, sino, también, de la activación de factores intangibles como el comportamiento ético que se tangibiliza cuando, por ejemplo, en el diario vivir las personas tienen que llevar a cabo transacciones financieras o comerciales en donde los valores son puestos a prueba cuando algún funcionario público o privado hace propuestas deshonestas dirigidas a acrecentar el mal corrupción debido a que se establecen sobreprecios, coimas para agilitar trámites o disminuir sanciones por faltas cometidas; más toda la devolución de favores políticos o económicos a quienes fueron sus mentores a la hora conseguir un cargo o ascenso laboral previamente pactado.
Finalmente, como se ve, queda claro, sin ética todo lo demás no existe; de ahí la importancia de fortalecer la institucionalidad encargada no solo de sancionar a los corruptos, sino y, sobre todo, también, aquella que se encargue de diseñar y poner en marcha una estrategia -acompañada de sus respectivas tácticas y acciones- orientada a la prevención y concienciación sobre la necesidad de que en el país se debe pasar de las buenas intenciones -muchas de ellas presentes en normas, como letra muerta- a hechos reales en donde se evidencie que las relaciones entre personas y/o empresas se llevan a cabo disminuyendo al máximo el palanqueo con devolución de favores y/o la aceleración de la tramitología a cambio de la entrega de sendas cantidades de dinero oscuro que, al final, lo único que hace es aceitar el funcionamiento de una máquina integradora de todas las piezas que, de forma sinérgica, actúan en pos del fortalecimiento de ese mal social llamado corrupción. Como se ve, hay opciones, la esperanza continúa ¡Porque un Ecuador mejor Sí es posible¡, vamos adelante, la mayoría somos buena gente.
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