Los accidentes de tránsito en Ecuador dejan al menos 3.500 muertos al año y las soluciones propuestas para minimizar las tragedias no ven luz al final del túnel. ¿Por qué? Porque hay un gremio del transporte politizado, acostumbrado desde la década pasada a los subsidios, a reclamar todo sin dar nada a cambio. Los controles técnicos son satanizados, como un atentado al derecho al trabajo. ¿Y el derecho a la vida?
Según las estadísticas de la Agencia Nacional de Tránsito, entre 2016 y 2017 ocurrieron 56.560 accidentes, casi un 80% por impericia, imprudencia o inobservancia de las señales de tráfico por parte de conductores y peatones. Los accidentes de tránsito alcanzan ribetes dramáticos cuando ocurren tragedias como la del bus que se fue al abismo en la vía Balsas-Loja, la madrugada del martes 18 de septiembre, dejando 12 muertos y 27 heridos, o el ocurrido en la vía Pifo-Papallacta con el bus del llamado narcotur. Pero en realidad es como una espada de Damocles que pende diariamente sobre conductores, pasajeros y peatones, en las carreteras y en los perímetros urbanos de todo el país, desde el Carchi al Macará.
Algunas organizaciones no gubernamentales cifran en 13 el número de muertos debido a los accidentes de tránsito, lo que elevaría de 3.500 a 5.000 muertes por año. Pero más allá de las estadísticas, ¿qué hay detrás? Eso no solo significa dolor en el seno familiar de las víctimas sino un grave golpe para la economía del país, porque son vidas productivas que se pierden, un sistema de salud pública que colapsa, un sistema de seguros que no alcanza y familias endeudadas para toda la vida.
Lo grave del temas es que el 92% de los accidentes están relacionados con el factor humano. Juan Zapata, secretario de Seguridad del Municipio de Quito, recordó cuando ocurrió el accidente en la vía Pifo-Papallacta haber participado en un proceso de capacitación a más de 12 mil conductores. La nota promedio fue de 4 sobre 20.
Capacitación, Concienciación y Control es la trilogía que, para Zapata, podría dar dirección a una política seria para bajar los indicadores de accidentes de tránsito en el país. Eso implica acciones institucionales para entrar en un proceso rígido de evaluación, exámenes más estrictos para la entrega de las licencias, sobre todo las profesionales, tomarse en serio la revisión vehicular en todos los gobiernos locales del país, porque en juego está la vida de miles de ecuatorianos que día a día viajan por las carreteras.
La armonía en la trilogía conductor-vehículo-vía es clave para reducir la siniestralidad en las carreteras. Si los conductores no están conscientes sobre su responsabilidad al subirse al volante, si los vehículos que circulan por la carreteras no están en óptimas condiciones o si no hay la adecuada señalización en las vías el país seguirá despertando con noticias como la del accidente de Balsas en el que el automotor habría sufrido, según la Fiscalía una pérdida de pista, un rozamiento, estrellamiento, encunetamiento, volcamiento lateral izquierdo para dar unas seis vueltas antes de caer a un abismo de 110 metros.
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