Pensar prospectivamente implica no solo hacer un balance estratégico de factores de riesgo, amenazas y oportunidades sino enrumbar las dinámicas decisionales de los diversos niveles de conducción político-estratégica del Estado en sus diversas dimensiones. Eso dependerá del paradigma y de la perspectiva teórico-conceptual de la que se parta, toda vez que cualquier ejercicio prospectivo está teñido por el punto de enunciación en donde se sitúe y la incorporación de la creatividad e imaginación de quien lo diseñe.
En esta aproximación, trascendiendo la mirada instrumentalista de la prospectiva, las alertas tempranas de una cabal comprensión de la anticipación se circunscriben a pensar en los hechos portadores de futuro que marcan la orientación de las distintas tendencias de las fuerzas motrices de las dinámicas del mundo real, que permite cartografiar variables, actores e intereses en el complejo juego del poder.
En el caso de los movimientos, cambios y recambios de la política colombiana es preciso considerar su determinación histórica, definida por la fragmentación, la resolución conflictiva de las disputas políticas, los liderazgos personalistas e intereses de diversos grupos económicos, políticos, sociales, atravesados por un conflicto armado multidimensional que ha polarizado la sociedad, los intereses y sus objetivos. Todo, con un telón de fondo problemas estructurales del calibre de la fallida reforma agraria y “las violencias” que -en tipología y comportamientos- se multiplican al granel.
Con este panorama es difícil pensar que el cambio de gobernante pueda dar un giro a este comportamiento inercial de las variables políticas, económicas, sociales, culturales, mediáticas. Con todo, hay que considerar la cualidad poliédrica del estado de situación aun cuando las campañas de los candidatos finalistas intentaron vender una nueva imagen de lo que “es hacer política”, quisieron modelar la subjetividad de los potenciales votantes construyendo un imaginario de la “nueva Colombia”, soslayando los temas estructurales que difícilmente podrán ser resueltos de la noche a la mañana.
Los elevados grados de heterogeneidad y las tensiones en diversos ámbitos de la acción estatal matizados por la corrupción y comportamientos clientelares y prebendales de actores asociados también dan cabida a la consolidación de la parapolítica y mantenimiento de la subversión; a ello se suma la insatisfacción ciudadana por los limitados servicios
El presidente electo, Iván Duque, del partido Centro Democrático, se ubica en un contexto cuya orientación estratégica está teñida de una mirada jurídica por su formación de base. A ello se suma una postura de derecha evidente en un entramado de decisiones en los diversos ámbitos clave para el sostenimiento de la gobernabilidad. Él apuesta por el fortalecimiento de las capacidades militares y policiales para enfrentar a las estructuras macro criminales con énfasis en el control del narcotráfico: en definitiva apuesta a mover las fichas de la relación Estado-organizaciones macro criminales que ha sido uno de los ejes que ha desestabilizado la gobernabilidad en Colombia y que hace prever el estado de situación del futuro deseado.
Aunque pueda sonar a una verdad de Perogrullo, el entramado de actores, la disfuncionalidad ideológica de relacionamiento y/o rechazo a actores armados ilegales por parte de los dirigentes políticos, empresarios, periodistas, han marcado un ambiente de múltiples desafíos al Estado que se ha convertido en un “verdadero campo de batalla” de intereses de grupos corporativistas, que han sacudido su capacidad de mantener “las cosas en orden”. No obstante, mediante los presupuestos de la gobernabilidad democrática y las líneas de acción político-estratégicas derivados de ella ha logrado mantener el rumbo económico y de desarrollo doméstico y su inserción en el concierto internacional
El experto colombiano Vicente Torrijos afirma que a pesar de que el Estado y las Fuerzas Militares desarrollaron, mediante la Política de Seguridad, iniciativas estratégicas comprehensivas basadas en una cadena de transformación-anticipación-prevención-conjunción. interagencialidad y empoderamiento ciudadano, la longevidad de las agrupaciones ilegales sumada a su empoderamiento en un tejido de redes transnacionales, marcarán el futuro político.
Por lo dicho, los elevados grados de heterogeneidad y las tensiones en diversos ámbitos de la acción estatal -y diversos niveles subnacionales- matizados por la corrupción y comportamientos clientelares y prebendales de actores asociados también dan cabida a la consolidación de la parapolítica y mantenimiento de la subversión. A ello se suma la insatisfacción ciudadana por los limitados servicios de salud, transporte público, obras públicas, educación y una incidencia de dispositivos discursivos y comunicacionales que legitiman a determinados grupos de poder y presión, y que direccionan ideológicamente la opinión ciudadana.
Entre acusaciones de haber llevado a cabo una campaña sucia con noticias falsas por redes sociales, potenciación del temor y uso del aparataje hegemónico mediático –del poder financiero y terrateniente- para su promoción electoral, Duque consiguió ganar con casi dos millones de votos a Gustavo Petro, aun cuando no significaba un personaje político logró accionar dos palancas claves: capturar el descontento ciudadano del Acuerdo Final de la Paz contra las FARC- EP y contra el diálogo con el ELN.
Al parecer, las coordenadas de su actuación están marcadas más allá del discurso de campaña. No podrá desconocer la incidencia de las organizaciones macro-criminales (amenazas híbridas) ni su capacidad económica creciente y sostenida a pesar del “Acuerdo de Paz” para incidir en el futuro político de Colombia.
Los temas de la paz, las drogas, la economía y las relaciones bilaterales parecen ser los puntos de mayor atención para el ejercicio de gobernabilidad de Duque. Sin embargo hay que tener en cuenta el enfoque que pueda imprimir a cada aspecto, toda vez que cualquier decisión en el ámbito doméstico tendrá implicaciones en los ámbitos vecinales y regionales, en un momento de inflexión crítico para la región sudamericana caracterizado por tensiones, desequilibrios, crisis, en medio de lo que se dibuja como un “nuevo estilo de relacionamiento en la región” en el que está presente el matiz dado por las relaciones con Estados Unidos, y extra-continentales con países como: China, Rusia e India.
De lo antes dicho, y dado el complejo contexto geopolítico que le toca enfrentar a la región y especialmente a Colombia, no está por demás anticiparse estratégicamente a las dinámicas que se configurarán en las relaciones bilaterales.
Sobre el joven político se prevé una incidencia camuflada de la tutela de Álvaro Uribe, lo cual determinará un mayor peso de las variables de seguridad, económicas y de intervención estadounidense en la maniobra de gobernabilidad que afectará directamente a los distintos puntos de la frontera ecuatoriana. Es más, no solo se afianzará el tratamiento militarizado de las amenazas híbridas sino aumentará la presión para que Ecuador procure unirse a la misma dinámica en acciones militares y de compartimentación y conducción de inteligencia -inicialmente cooperativas- y posteriormente -queda en tela de duda- de manera conjunta y combinada.
El futuro deseado no tiene que ver con una línea de tiempo sino con accionar las decisiones presentes para configurar un “escenario positivo” que se identifica con el estado de derechos de la Constitución vigente
Todo ello subyace en el imaginario construido por los últimos acontecimientos de violencia en la provincia de Esmeraldas. Esto, a pesar de las declaraciones expuestas en el flamante documento rector denominado Política de Defensa, Seguridad y Desarrollo (2018) para la frontera norte que hace prever mayor peso del componente de la defensa y quizás “un nuevo estilo del uso de los medios militares”, a la par que la ejecución del Plan Operacional para la Lucha Contra la Delincuencia Organizada (2018) ya implementado por la Policía Nacional.
Habrá que indagar con cautela y minuciosidad la agenda real de decisiones de Duque y sus intenciones frente a las acciones e intenciones que se están tomando en Ecuador, con un liderazgo preponderantemente militar y habrá que hacer un balance estratégico del punto de posición actual de las Fuerzas Militares colombianas y las Fuerzas Armadas ecuatorianas y su punto de posicionamiento esperado, como se intuye una repotenciación, modernización y mayor inversión en el sector.
Lo cierto es que resulta preocupante que Ecuador ya sea parte del conflicto colombiano que ha cobrado un saldo de 250.000 personas y cuyas redes delincuenciales, subversivas, criminales, desconocen fronteras en la medida en que su comportamiento trasnacional y transfronterizo es imparable. Frente a ello se supone que la nueva Secretaría de Inteligencia, a cargo del coronel (sp) Jorge Costa, también aúna esfuerzos por consolidar la institucionalidad que es urgente para apoyar las decisiones multisectoriales y del más alto nivel del conductor del Estado, que hoy más que nunca necesita claridad y ventaja decisional para el afianzamiento de las políticas públicas.
Formar parte de un conflicto, “aunque sea involuntariamente”, implica tomar medidas preventivas y proactivas en diversos órdenes que la Secretaría de Seguridad apuntala con los sectores de conducción social, educativo, económico, entre otros. El futuro deseado no tiene que ver con una línea de tiempo sino con accionar las decisiones presentes para configurar un “escenario positivo” que se identifica con el estado de derechos de la Constitución vigente. Para lograrlo, las problemáticas multidimensionales deben estar claramente especificadas y trabajadas técnicamente por funcionarios que (en los diversos niveles y sectores) aporten a la conducción del Estado.
Situando a la dimensión prospectiva como imprescindible para la orientación de las políticas públicas en sus diversos ámbitos, se infiere que Ecuador tiene que abrir bien los ojos frente a las nuevas realidades que han comenzado a derivarse del nuevo estado de situación de Colombia. Eso exige una adaptabilidad y reacomodo al movimiento de fichas en el tablero. El fenómeno político desatado por el llamado “Macron colombiano” -en alusión a su edad para llegar al poder- tiene múltiples aristas: dependencia con Uribe; un discurso en apariencia fresco, pero que mantiene intactos los hilos conductores del uribismo; el apoyo de un poder mediático hegemónico de la derecha; una fuerza militar casi sin precedentes en la región, matizado por una corrupción galopante y un clima de desencanto que marca la dinámica política colombiana.
Tales aristas, sumadas a las de un duro impacto en las economías nacionales por las cada vez más crecientes presiones de los flujos trasnacionales y extra-continentales hacen más complejo el estado de situación no solo de Colombia sino de sus vecinos.
Para no pecar de reduccionista he puesto sobre el tapete los elementos que van configurando un escenario tendencial, a partir del cual los escenarios deseados deberán diseñarse en función de las unidualidades orden-desorden, estabilidad-inestabilidad, estancamiento-fluidez, para trazar las variables de intervención, las rutas estratégicas oportunas y ventajosas en base al desarrollo de árboles de pertinencia a partir de los cuales se pueda anticipar las dinámicas de la realidad y la cartografía de actores, al igual que los juegos de poder y los potenciales riesgos y amenazas. Y, al mismo tiempo, la detección de oportunidades para el Estado ecuatoriano.
Finalmente, las sensaciones de miedo y desconcierto -casi desquiciantes- ante las nuevas situaciones del entorno bilateral y regional de Ecuador serán modeladas de manera estratégica en rumbos claros. La prospectiva crítica sirve para “no repetir” los errores del pasado, aglutinar un aprendizaje inteligente y llenarnos de esperanza, como afirma la experta mexicana Guillermina Baena: ser capaces de construir en el aquí y en el ahora, viendo el futuro como el presente.
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