Llegué temprano al evento MAYO 1968. El eco de la resistencia, por lo que alcancé a comprar en una pequeña feria contigua al foro un par de libros de la colección ORBIS y un número singular de LATINOAmérica[i]. La conversación inició puntualmente en el lugar asignado al evento, un espacio cercano a la Facultad de Filosofía de la Universidad Católica de Santiago de Guayaquil. En el ínterin escuché que ingresar al “Área verde”, era entrar a “la escena del crimen”; esto en tanto que, había que pasar un cerco de cinta amarilla con letras negras a lo CSI. Nadie lo atravesó porque la cinta no estaba rota, sólo se lo evadía. Era un simulacro de prohibición para acceder a la conversación. Adentro había una mesa y sillas para los expositores; un público numeroso, en su mayoría juvenil acomodado en el césped; y afuera, algunas sillas y más personas interesadas en la charla.
El sujeto y el colectivo: Deseo, potencia, pero nunca corte
Una convocatoria al evento exclamaba que Mayo del 68 fue “el combate del deseo, el poder y la institucionalización de la subjetividad”, y que los invitados “fueron presencia activa de militancia”. Mas, las exposiciones irían aclarando algunas confusiones y supuestos comunes, de los que destaco las diferentes concepciones de deseo, a las que aludían los intervinientes.
A los expositores iniciales se sumaron dos participaciones estudiantiles. Joan Párraga manifestó brevemente que mayo del 68 fue una revolución contra un gobierno terrible y atroz; que duró dos meses; que a él le impresionó el mandato “prohibido-prohibir”; y al final se preguntó “¿por qué se detuvo?” Entonces me resonó el título de Cohn-Bendit, como si se dijera, ¿por qué se acabó, si nosotros la quisimos tanto! María Paula Vanegas se refirió al mismo hecho histórico como una “movilización colectiva del deseo”, en virtud de un “derecho a desear”, lo que contrapuso a la sumisión voluntaria al superyó contemporáneo. También dijo que mayo del 68 no debería suscitar nostalgia. La que en efecto, no se presentó.
Pero, ¿será que en la movilización colectiva uno está como deseante? ¿Es que podemos hablar de un derecho a desear, cuando el derecho es una demanda a un Otro que tiene y puede, no como el amor donde se da lo que no se tiene a quien no es; mientras que el deseo se hurta, produciendo insatisfacción y relanzando un objeto inasible? Así, las primeras intervenciones traslucían un espíritu idealista, supuesto-transgresor y activista, contando con un concepto de deseo muy cercano al de la potencia fluida y sin cortes de Deleuze, cuya teorización empuja a experiencias de goce “universal” que pretenden desconocer prohibiciones e imposibles.
Pronto se diferenciarían el deseo según la filosofía deleuziana y en el psicoanálisis lacaniano. ¿Será que era esa la resistencia a la que se refería la convocatoria?
Del problema sexual de los jóvenes al goce de pedir lo imposible
El catedrático Héctor Chiriboga declaró que su interés por Mayo del 68 se suscitó mucho después de, por ejemplo, su afición por la Primera Guerra Mundial. Y, desde su saber histórico precisó que la revuelta en sí duró un mes y su motivo fue -según el propio Daniel Cohn-Bendit- “el problema sexual de los jóvenes”, el que consistía en que los muchachos universitarios no podían entrar en los dormitorios de las muchachas. Lo que dio lugar a una reforma universitaria. Pero que, ante la sola movilización de estos jóvenes pequeño- burgueses, la autoridad no respondió y simplemente “los dejó hacer”.
Luego Héctor hizo un listado de los manifestantes en el mayo francés, -al estilo de los integrantes de la Sociedad de Beneficencia de Marx[ii]-, para precisar que al gobierno sólo se preocupó cuando se sumaron los obreros, ya que ellos sí tenían la capacidad de paralizar no sólo París sino Francia. Dijo entonces que el logro fue un aumento de sueldo a la “clase obrera” y la reducción de la jornada laboral a las 40 horas. Insistió en que Mayo del 68: “logos, no tiene”, que está sobredimensionado y que (se) soporta (en) una gran mitología.
A continuación, desmontó algunos de los imperativos que circularon en mayo del 68, los que consolidaron el dicho “lo personal es político”, en un empuje a que todos mis deseos se hagan realidad, amparado en un subjetivismo y no en un sujeto. Expresó que si son realistas y piden lo imposible, y la rebelión empezó por demandas sexuales, el empuje al “todo” buscaría poner fin a todos los tabúes sexuales. Esto, tomando en consideración las experiencias pedagógicas publicadas por el mismo Cohn-Bendit, y haciendo notar la inconsistencia de que los pro-mayo del 68 estarán sin duda hoy en contra de los abusos sexuales de los sacerdotes. Su punto fuerte fue que no se trata del “deseo” sino de “goce”, dando cuenta así de un buen uso de la teoría de la práctica psicoanalítica lacaniana y su cercanía amable a la NEL.
Concluyó Héctor esta primera parte manifestando que mayo del 68, según un reconocido historiador no fue una revolución porque no hubo muertos, y por otra parte, recordando que la revolución es una vuelta de 360° (Lacan); e indicando que De Gaulle, quien gobernó desde el 59, volvió a ganar las elecciones democráticamente después de mayo del 68.
Una izquierda que lucha contra los jóvenes: La paradójica herencia de Mayo del 68
El psicoanalista Antonio Aguirre habló de pie y nos aseguró que él en el 68: “había nacido ya”, pero que sólo fue un espectador noticioso. Dijo que, quizás, a algunos de los presentes el Mayo francés los impresione auténticamente, pero que todos “están muy lejos”. Asumió que no sabíamos que, en ese mismo momento histórico, la Unión Soviética invadió Checoslovaquia y que la izquierda no dijo nada. Y apuntó desde Lacan que el intelectual de izquierda es un fool, pero que dice verdades o las decía, como los bufones a los reyes.
Y los intelectuales de derecha, -preguntó si los hay-, causando risa en un público atento, para responder que estos serían unos canallas. La clasificación se complica cuando los izquierdistas se organizan y hacen “la canallada colectiva”. Y, algo irónico dijo que la revolución sexual ya la había planteado Aleksandra Kolontái; que incluso Trotsky se interesó en Freud. Que no sabe si los estudiantes sepan estas cosas porque él ahora va poco a la Universidad.
En todo caso, su asunto iba en relación al colectivo, donde hay una “dispersión fenomenal” de demandas, por lo que necesitan las pancartas para decirse que, al menos, están de acuerdo en algo. Y si insistió en que lo colectivo permite ignorar las preguntas personales, olvidarlas; indicó también que la salida del capitalismo era por el psicoanálisis. Y se preguntó ¿cuánto puede durar el carnaval colectivo? A lo que recordó un hermoso texto de Francoise Regnault[iii], para decir que al final de la revolución se pide lo mismo: ¡a trabajar! La extracción de la plusvalía. Ahora bien, puso a prueba a los jóvenes asistentes increpándolos a responder ¿dónde los jóvenes están luchando hoy contra el gobierno? Que busquen en sus aparatitos a los herederos de la izquierda cometiendo la canallada colectiva en Nicaragua y Venezuela.
En esa dirección, hago resonar un comentario del psicoanalista venezolano Ronald Portillo, cuando señala que todo semblante, todo velo, es fálico, y que es así como su presidente hace como si en Venezuela no ocurriera nada; siendo que Maduro: “baila salsa en público, sonríe, habla del país como una ‘potencia ‘… todo es felicidad. Mayor semblante imposible. Mientras tanto en las calles del país cientos de miles de ciudadanos protestan y son objetos de la más feroz represión”[iv]. Lo real hace despertar de las fantasías de potencia total.
Preguntas, respuestas y formularios
Después de la primera vuelta, el coordinador de la mesa David Aguirre pidió precisiones a los dos últimos panelistas. A lo que Héctor respondió sobre el “pedir lo imposible”, haciendo una fina distinción entre lo “imposible de decir” y lo “imposible de hacer”, indicando que se trataba de lo segundo, de lo imposible de hacer en una sociedad encorsetada como lo era Francia en el 68; pero que no era una sociedad totalitaria, contando con límites democráticos.
Antonio se refirió a lo fácil de decir y difícil de llevar a la práctica. Que la política en las instituciones cuenta con el psicoanálisis aplicado; mientras que la creación de Zero Abjection Democratic International Group buscó contrariar a una izquierda lacaniana que hace existir un capitalismo invencible, para luego esperar el surgimiento de un “Dios Político” que venga a limitar la ilimitación de ese capitalismo. Lo que consuena con la aspiración de las religiones de cumplir las tareas de la política. Precisó así que el populismo opera produciendo endiosados políticos y que en Latinoamérica sufrimos los efectos de ese “endiosamiento”.
Estudiantes tomaron la palabra. Con Zizek aseveraban que la ideología como semblante no existe más. Que Lacan era un cínico. Un joven preguntaba ¿qué hacemos? Otra se refería al miedo actual a criticar y en particular ¿por qué la izquierda no critica al islamismo radical?
Antonio Aguirre respondió que los semblantes sí existen y que Lacan no era un cínico sino un “honesto imbécil”. Que lean quiénes han firmado el Nuevo Manifiesto contra el Antisemitismo en Francia. Que el apoyo al islam se basa en “cálculos electoreros”. Que la izquierda se ha quedado sin mensaje, por lo que sus gobiernos populistas buscan cambiar las reglas y controlar los medios. Entonces, no hay mensaje de buenas-nuevas sino aparato represivo.
Héctor Chiriboga indicó que Cohn-Bendit pasó de “rojo” a “verde”, de la revolución a la reforma. Y a quien clamó por la salida del capitalismo, le increpó: ¿por qué usted quiere salir del capitalismo? Para decir que esa pregunta puede responderse en el uno por uno, a partir de un trabajo propio, porque no hay nada escrito. Y señaló que abajo del capitalismo hay otra motivación que anima esa crítica y dio muestras de que él puede responder sobre esto en primera persona. Se refería al capitalismo como sistema económico y no como “discurso”.
Entonces Héctor removió las preguntas de los jóvenes universitarios modernos, quienes se preguntaban honestos, ¿qué estamos estudiando?, ¿para qué me estoy formando?, ¿para sostener la maquinaria? Esto para expresar que en esta misma universidad, cada vez hay más “condiciones” para que eventos como éste puedan darse, por lo que muchos de estos espacios han tenido que salir; y que al final pasan formularios “sin empacho ni rubor” preguntando si la mesa redonda ¿sirvió o no sirvió? Lo que sólo alimenta el papeleo, las estadísticas, los check-lists de la acreditación, aunque ya hubo un cambio en el Senescyt. Y, ¡miren ustedes que, ciertamente, la contingencia me hizo saber de primera mano, que eso era verdad!
Sobre confusiones y I can´t get no…
Esa anoche me vestí de negro entero con botas, a sabiendas de que me apoltronaría en el césped durante la conversación. Por mi vestimenta fui confundida por un joven, con la mujer encargada de recoger los formularios a los que aludía Héctor. Al parecer, por mi estilo no me veía como los estudiantes y, por el uso del semblante, pude ser tomada por otra…
Lo cierto que es que la carta llegó a su destino y no era una carta de amor, sino el “Formato para evaluar la satisfacción de estudiantes que participan en acciones de vinculación”, donde se pedía “opinar” mediante una simplona escala de Likert. Escala simple de evaluar a su vez, pues ya saben ustedes, que una evaluación siempre se continúa con otra: que se trata de un empuje imparable una vez que alguien ya consintió a ser evaluado[v]. En relación a esta supuesta opinión de opciones “estoy muy de acuerdo, estoy de acuerdo, neutro, no estoy de acuerdo, estoy muy en desacuerdo”, ¿es que realmente alguien puede pensar que “estoy” en esa “opinión”? Y qué tiene eso que ver con el grito de los Rolling Stones, “¡Satisfaction!”.
Estas “acciones” de vinculación no son “actos”, sino simulacros sin consecuencias. Hoy ya no se accede al deseo por la vía de la transgresión sino que el empuje al goce no-todo es lo políticamente correcto. La pregunta “¿qué hacemos?” es decidora de una subjetividad que busca a un Otro de la orden insensata que lleva al Acting out o… peor. Pero, ¿qué hacer? puede llegar a ser una pregunta ética a ser respondida en el uno por uno, a ser sostenida; para de ese modo, tomar nota de lo real de un “crimen” a partir de los detalles y lo inesperado; más allá del sentido que es contenido y continente de la escena, del uso de los artilugios high-tech, de una falsa neutralidad aséptica que no hace más que acordonar la subjetividad.
¿Habrán quedado satisfechos con la conversación?, o… ¡quieren más!
Fotos obtenidas por Carlos Quezada
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En psicoanálisis más que hacer resistencias queremos obtener lo singular de un goce sintomático en un sujeto. Las resistencias están en el mundo. Pero algunas tienen objetivos predilectos. La izquierda presume de hacer resistencia. Muchos izquierdistas han hecho resistencia contra el psicoanálisis. Es un hecho histórico. Puedo dar cuenta de ello personalmente. De otro lado, trabajé 23 años en instituciones hospitalarias. Cuando pretendí hacer “resistencia” al discurso psiquiátrico local no me fue bien, y tuve que soportar hostigamiento. En otro hospital me apliqué a hacer mi trabajo y sólo contestar la maledicencia ocasional. Me jubilé a tiempo, y no tuve que aguantar la invivible manía de los evaluadores. Están por todos lados, pretenden ser el brazo de la ciencia. Lo son de la jerarquía. Me solidarizo con los profesores de todas las universidades. Trabajé en una 37 años. Me salvé de soportar la loca tendencia de las evaluaciones. Anhelo un futuro mejor para nuestras universidades. De hecho el evento en la U Católica está bien. Se inscribe en lo que Lacan llamaba la Universidad Crítica. No entiendo que se muestre tan grande susceptibilidad contra un comentario bien argumentado respecto a las evaluaciones. Por último, de acuerdo en destacar lo simbólico, que debe sobrellevar a lo imaginario de lo personal. De paso, precisamente Jessica Jara y yo coordinamos un grupo de psicoanálisis aplicado en instituciones donde conversamos sobre cómo hacer con la administración y sus interminables formularios. Hemos publicado en la Conversación referencias a este trabajo.