El aumento de aranceles para el acero y el aluminio, anunciado por el presidente de Estados Unidos Donald Trump, empezará a regir el 1. º de julio. Pero la medida no ha dejado indiferente al resto del mundo, especialmente a los países afectados, y se habla de una posible guerra comercial, la cual se ha hecho aún más evidente con la renuencia estadounidense para firmar el acuerdo de la Cumbre del Grupo de los 7 (G7) y el abierto enfrentamiento entre el primer Ministro de Canadá, Justin Trudeau y el jefe de la Casa Blanca, en una clara argumentación de guerra comercial –tit for tat battle-.
Evidentemente, la imposición de aranceles del 25% a las importaciones de acero y 10% al aluminio está orientada a proteger la industria doméstica apoyando a los fabricantes estadounidenses de esos productos bajo una visión sustitutiva de importaciones con claros visos mercantilistas.
Lo actuado por el presidente Trump contraría lo manifestado recientemente por Cecilia Malmstrom, comisionada del USTR, quien días antes había manifestado que la “guerra comercial no tiene ganadores” y que Estados Unidos estaba dispuesto a conversar con los socios comerciales sobre temas de sobreproducción y protección arancelaria.
Como es obvio, los países y bloques afectados no permanecerán cruzados de brazos y anuncian represalias, esto es aplicar mecanismos similares o, como se diría en buen romance, el ‘ojo por ojo’. Así han advertido la Unión Europea (UE) y China, grandes socios comerciales de Estados Unidos, lo cual podría generar una escalada de la tensión internacional o una guerra comercial.
La imposición de aranceles para ayudar a los fabricantes norteamericanos es apostar al futuro inmediato. Quizá los primeros tres o cuatro años puede ocasionar una bonanza, aunque en el mediano y largo plazos la medida dejará de funcionar. Así lo comprobaron los denominados ‘tigres asiáticos’ que tomaron medidas fuertemente proteccionistas hasta desarrollar una industria base, para luego darse cuenta de que era imposible salir al mercado global sin competir.
Esta forma de proceder no sigue las normas de la Organización Mundial de Comercio y puede erosionar todo el sistema de comercio mundial. Los países afectados no demorarán en denunciar ante esa instancia e insistirán en aplicar medidas de retorsión
Daría la impresión que Trump no quiere ver que en el mundo existen las Cadenas Globales de Valor -CGV- lo cual implica que la elaboración de productos y mercancías no tiene nacionalidad y más bien ocurre una integración vertical que termina beneficiando a productores de bienes intermedios y finales, pero sobre todo a los consumidores finales. Un ejemplo de esta realidad es la industria automotriz, cuyos elementos pueden ser producidos en Tailandia o Vietnam y ensamblados en China.
En los años 50 y 60 del siglo pasado, la ciudad de Detroit (Michigan) era uno de los principales impulsadores mundiales de esta industria, respaldada en el hecho de que la producción automotriz era totalmente metalmecánica; pero en esta época ese componente apenas llega a representar un 20% de la cadena de valor porque hoy se impone la tecnología, precisamente liderada por EEUU, cuya comercialización mundial se vería reducida. Un verdadero harakiri.
La industria aeronáutica es otro ejemplo de las cadenas mundiales de valor. Basta echar una mirada a la compañía estadounidense Boeing o la francesa Airbus para advertir que no existe componente que no sea producido a través de estas CGV.
Estamos en la era de la globalización. Mientras el mundo apunta a la disminución de las barreras arancelarias y las restricciones al libre comercio, con una visión totalmente trasnochada, Trump adopta una decisión que significa un retroceso de más de medio siglo.
Hoy en día, aquel eslogan que dice ‘América primero’ se encuentra totalmente fuera de contexto. Tal vez le sirvió al actual presidente para llegar a la Casa Blanca porque impactó mayoritariamente en aquella clase social que siente nostalgia por la poderosa industria de antaño y quizás también le ayude para exhibir resultados marcoeconómicos en una probable campaña a la reelección (resultados a corto plazo), pero esta es una visión populista en un mundo que cambió totalmente sus paradigmas.
A mayor proteccionismo de la industria estadounidense lo que vendrá es el florecimiento de nuevos bloques comerciales así como nuevas formas de integración que tengan como eje a China, hoy por hoy convertido en el abanderado del libre comercio.
Lo que quizás Trump y sus asesores del USTR no se han puesto a pensar es que el incremento de los precios del acero y el alumnio tendrá un impacto en la misma industria automotriz y aeronáutica de la propia Union, a cambio de un incremento de puestos de trabajo de mínimo impacto.
La forma de proceder de Estados Unidos no sigue las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y puede erosionar todo el sistema de comercio mundial. Ante esto, los países afectados no demorarán en presentar denuncias ante esa instancia e insistirán en aplicar medidas de retorsión al comercio (‘ojo por ojo’).
Muy cerca, en la región, Brasil podría verse afectado en algún momento pues conjuntamente con Canadá abastecen un tercio de la demanda de acero de EEUU y en menor medida China (3%) y Reino Unido, pero de todas maneras son cerca de $500 millones de valor y 25 millones de toneladas que deberán buscar otros destinos. El precio del acero bajará notablemente por sobreproducción y ausencia de demanda inmediata.
Si Canadá es afectada por la medida proteccionista anunciada por Trump, lo que no parecía factible al inicio de las conversaciones, nada difícil sería, entonces, que México esté en segunda línea, teniendo como marco la renegociación del NAFTA.
Aunque los trámites tomarán algún tiempo ante el Organismo de Solucion de Controversias de la OMC, porque prevé tres etapas para este tipo de demandas: 1) conciliación, 2) conformación del panel de expertos, 3) la autorización de la OMC para que el país afectado ejecute la retaliación cruzada, de todas maneras el daño ya habría sido causado.
La Alianza Asia-Pacífico se encuentra más vigente que nunca. En ese mercado está el desarrollo de las últimas décadas, junto con India y Vietnam, por ello bien hace el gobierno de Lenín Moreno en buscar asociarse
Lo que está ocurriendo debe llamar la atención del Ecuador, donde el ministro de Comercio Exterior, Pablo Campana, con buen criterio se ha propuesto organizar misiones con empresarios a EEUU con miras a lograr un acuerdo comercial. Desde luego se trata de nuestro principal socio en los negocios, pero este no sería el momento más adecuado. Será cuestión de esperar unos días y mirar el desarrollo de los acontecimientos.
Hoy mismo es necesario mirar con detenimiento lo que finalmente ocurra con la renegociación del NAFTA cuyo futuro igualmente está en ciernes debido a la posición de Trump, muchas veces contraria a la de sus propios asesores Peter Navarro y Robert Ligthhizer, este último su Trade Representative.
Pero el mundo no se detiene ni quiere desandar las etapas. Por ello, a mayor proteccionismo de la industria estadounidense lo que vendrá es el florecimiento de nuevos bloques comerciales así como de nuevas formas de integración que tengan como eje, ¿por qué no? a China, el gigantesco país asiático hoy por hoy convertido en el abanderado del libre comercio.
La próxima XVIII Cumbre para la Cooperacion de Shangai, liderada por China y Rusia, marcará esa nueva y curiosa visión de que estos países marquen un conjunto de increíbles relaciones sobre todo en la Cuenca del Pacifico hacia donde mira el Ecuador.
Por ello, la Alianza Asia-Pacífico se encuentra más vigente que nunca. En ese mercado está el desarrollo de las últimas décadas, junto con India y Vietnam. Bien hace el gobierno de Lenín Moreno en buscar asociarse a ella y ubicarse en mercados que hacen esfuerzos por no alinearse con medidas proteccionistas como las estadounidenses que al año 2017 sumaron 90 de un total de 467 medidas a escala mundial.
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