Nadie puede negar que Venezuela vive una problemática social, económica y política que ha provocado consecuencias calamitosas en la salud y estilo de vida de millones de venezolanos y que ha obligado a miles a huir a otros países de la región. Pero eso todavía no es una justificación para reclamar la apertura de un corredor humanitario, según un punto de la Declaración del Grupo de Lima que declinó la invitación hecha a Nicolás Maduro a participar en la Cumbre de las Américas.
El Grupo de Lima se equivocó al usar el término de “corredor humanitario” para llegar con ayuda de alimentos y medicinas a Venezuela, por una sencilla razón, ningún corredor humanitario se puede establecer de forma indefinida en un país y para que esa figura se pueda aplicar es necesario cumplir algunas condiciones.
Los corredores humanitarios son conceptos usados en zonas de guerra como Siria, Iraq y algunos países de África que han sufrido y padecen todavía conflictos armados. No es más que una zona segura creada para garantizar la existencia y la llegada de medios de subsistencia para la población civil afectada.
El corredor humanitario no es para toda la vida, no es una cuestión indefinida, sino temporal hasta arreglar el problema que pudo generar la situación de crisis
Un corredor humanitario tiene ciertas características básicas para que pueda ser viable y efectivo, la primera es la seguridad en un perímetro delimitado tanto para la población civil como para el personal de las agencias de socorro que llegan con la ayuda, para los médicos, ambulancias y vehículos en los que se moviliza todo el personal.
Es una zona de seguridad donde queda prohibido generar un conflicto y tiene que ser respetada por todas las partes involucradas. Pero una de sus características más importantes es que debe ser limitada en el tiempo. El corredor humanitario no es para toda la vida, no es una cuestión indefinida, sino temporal hasta arreglar el problema que pudo generar la situación de crisis.
Si bien no se puede decir que Venezuela sea un país con dos actores armados en escena, su caso es totalmente atípico porque dada la ola migratoria de los últimos meses necesitaría corredores humanitarios indefinidos en sus fronteras. Algo imposible dada la temporalidad de este mecanismo, pero además porque el gobierno del país que sufre la crisis debe garantizar la seguridad de los organismos de ayuda y, sobre todo, dar la anuencia para que las agencias internacionales puedan ingresar con la ayuda y entregarla directamente a las personas afectadas. La ayuda nunca se entrega al régimen de turno porque podría repartirla a su arbitrio y según sus intereses.
Esta figura, además, necesita una contraparte en Venezuela, ya sea Ministerio de Salud, (Protección Civil) Secretaría de Riesgos, Ministerio de Bienestar Social…, como ocurre en los desastres naturales, que haga un mapeo de las necesidades de la población a la que va a ser canalizada la ayuda, todo bajo la vigilancia de un organismo superior que podría ser la Organización de las Naciones Unidas.
El término fue mal utilizado en la Declaración del Grupo de Lima, porque si bien los venezolanos necesitan ayuda urgente, dadas las condiciones de la crisis, la figura del corredor humanitario no se podrá aplicar. En Venezuela lo que cabría sería establecer fronteras abiertas para que pueda ingresar la ayuda de agencias o países…
Y aquí hay un primer problema porque el gobierno de Nicolás Maduro no quiere aceptar la existencia de una crisis humanitaria al interior de Venezuela. Si no hay el reconocimiento de esa trágica realidad será imposible entrar con ayuda a Venezuela, como ya ocurrió en la crisis de la tragedia de Vargas ocurrida en 1999 por una serie de inundaciones y deslizamientos en las costas caribeñas, cuando el fallecido presidente Hugo Chávez se negó a recibir la ayuda de Estados Unidos.
El término fue mal utilizado en la Declaración del Grupo de Lima, porque si bien los venezolanos necesitan ayuda urgente, dadas las condiciones de la crisis, la figura del corredor humanitario no se podrá aplicar. En Venezuela lo que cabría sería establecer fronteras abiertas para que pueda ingresar la ayuda de agencias o países, como ocurrió en Corea del Norte en 1995 durante la hambruna que sufrieron miles de personas, principalmente niños. La solución no fue la apertura de un corredor humanitario sino la de abrir la frontera para que pueda entrar maquinaria para ayudar en la reconstrucción de la ciudad y puedan aterrizar aviones en Pyongyang con alimentos, medicinas y material escolar facilitados por Corea del Sur, Unicef, PNUD, etc.
En el caso de Venezuela el Presidente Maduro al negarse a reconocer la existencia de una crisis, le correspondería a los países vecinos reforzar sus niveles de seguridad, respuesta y asistencia humanitaria, delimitar una especie de zona de seguridad en sus ciudades fronterizas donde se pueda atender a los migrantes venezolanos que podría ser con ayuda de la cooperación internacional.
Es imposible que un país pueda soportar solo una emergencia por una ola migratoria tan grande como la venezolana, porque no se daría abasto con sus servicios de salud, su cadena alimenticia y hasta con la facilitación de los servicios básicos.
La crisis venezolana ha levantado las alarmas en terceros países que receptan a la población migrante y que están en pleno derecho de organizar una respuesta interna con ayuda internacional, ya sea de otros países o de la misma ONU.
Los países de la región no están preparados para enfrentar una migración tan fuerte como la venezolana, ni siquiera Brasil, un país qué está muy bien preparado para situaciones de emergencia. Ningún país de América Latina está en condiciones de recibir de la noche a la mañana hasta 40 mil personas en sus fronteras, porque nunca fue usual que algo así sucediera en la región.
Cuando hubo un desplazamiento de colombianos en 2007, en la frontera norte, en San Lorenzo, por el conflicto armado colombiano, Ecuador se vio en la necesidad de activar sus comités de emergencia, Ministerio de Salud, Policía, aparte de organismos como la Organización Panamericana de Salud (OPS) para atender a cerca de 600 personas apenas. Ahora estamos hablando de miles, de una especie de desastre de origen social antropogénico.
No hay a la vista un desenlace fácil a la crisis venezolana, primero porque no hay una voluntad de Nicolás Maduro de querer salir de esa emergencia. Su norte es mantenerse en el poder a costa de cualquier cosa
Es una situación atípica, porque no hay gente que llegue huyendo por cuestiones de seguridad; ni siquiera podrían aplicar la solicitud de refugio porque ese estatus aplica para personas que necesitan protección de sus vidas.
No hay a la vista un desenlace fácil a la crisis venezolana, primero porque no hay una voluntad de Nicolás Maduro de querer salir de esa emergencia. Su norte es mantenerse en el poder a costa de cualquier cosa. No hay la voluntad para llamar a elecciones libres y democráticas, mientras la situación económica y social se agrava aún más con el pasar de los días.
La única alternativa hipotética es que el presidente Maduro fuera sacado del poder por la fuerza, como ocurrió con el dictador Manuel Antonio Noriega en Panamá, pero para que eso ocurra tendría que haber un pronunciamiento de la Corte Penal Internacional o el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas determinen una orden de prisión por torturas o violación de los Derechos Humanos.
Ahí Naciones Unidas y las potencias tendrían la facultad para entrar y decirle a Maduro que salga o bien por las buenas o bien por las malas.
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