Las consecuencias de un terremoto de 6,8 en la escala de Richter de cinco a diez kilómetros de profundidad, produce que las ondas lleguen a la superficie con fuerza provocando una fuerte vibración de terreno, generalmente son daños irreparables en las edificaciones, con secuelas mortales. Pero el terremoto de 6,8 grados en la escala de Richter, ocurrido en la región peruana de Arequipa, el pasado domingo, no generó mayores daños en la superficie. ¿Por qué? Entre los factores que explican moderada intensidad asociada al evento está la considerable profundidad en la que se produjo el sismo, a 48 kilómetros, haciendo que las ondas se atenúen en su trayecto hacia la superficie, llegando con poca fuerza y vibración. Pese a la magnitud solo 168 viviendas resultaron afectadas y otras 780 fueron declaradas como viviendas no seguras.
Eso demuestra que un movimiento telúrico, sea débil o fuerte, siempre tendrá efectos y de ahí la importancia en saber cómo mitigar los daños.
Lamentablemente, en los países de la región los sismos y sus efectos en las estructuras parecen haber quedado en el olvido ya que las personas y las entidades gubernamentales privilegian el ahorro a la hora de construir más que la seguridad. Es como si los devastadores terremotos ocurridos en el mundo no hubieran dejado lecciones en materia de prevención.
La ciudadanía y los gobiernos deben estar consciente sobre la obligación de cumplir con las normas de construcción ya que el material que se utilice es muy importante para garantizar la seguridad de las personas cuando hay desastres naturales.
La cultura de la prevención es clave en materia de construcción, porque está en juego la vida de las personas. Ignorar las normas de seguridad lo único que hace es poner en riesgo vidas. En América Latina todavía hay zonas de alta sismicidad, donde grandes terremotos han dejado daños irreparables, en las que todavía existen construcciones inseguras. Es como si la memoria de la gente fuera corta o se olvidara muy rápido las consecuencias y las tragedias que han dejado los terremotos.
En una sociedad como la de América Latina, con altos índices de pobreza, es lógico que las personas van a privilegiar construcciones precarias, para al menos tener un techo, pero son las autoridades públicas las llamadas a realizar estrictos controles y evaluaciones sobre la calidad de las viviendas.
Todos los países tienen normas sísmicas, pero ¿cuántos realizan un control y seguimiento para verificar su cumplimiento? Los gobiernos deberían hacer un análisis permanente sobre las lecciones que dejan la naturaleza y prepararse mejor.
Las universidades pueden apoyar, pero estas solo avanzan en el mejoramiento de los protocolos y conocimiento científico. Les corresponde a las autoridades hacer la evaluación. Por ejemplo, Ecuador sufrió dos grandes terremotos en 1998 y 2016 que provocaron daños en muchas edificaciones que hasta ahora no han sido reparadas. Eso solo muestra la falta de empoderamiento de las instituciones públicas en materia de prevención y la ausencia de esa cultura entre la ciudadanía.
Muchas veces ni siquiera hay conciencia sobre el tipo de material a usar para hacer una infraestructura antisísmica. Una construcción de hormigón armado no tendrá el mismo daño que una estructura de madera, caña o bahareque (construcciones antiguas). La primera resiste mucho más una vibración sísmica que los otros tipos de estructura.
La resistencia a los daños en los edificios también depende de si la estructura tiene una continuidad normal. Es decir, que todos los pisos tengan la misma altura entre ellos, la forma debe ser continua y proporcional en sus lados porque eso ayuda a evitar una ruptura de la estructura. Las condiciones deben ser apropiadas al peso de las columnas.
Los daños que más preocupan a los especialistas al momento de hacer una evaluación de la infraestructura, luego de terremoto o un sismo, son las fisuras y los desplazamientos que puedan tener las estructuras de soportes como las vigas, las columnas que sostienen la construcción. Según las normas de construcción internacionales, una vivienda diseñada con un coeficiente de amortiguamiento del 5% reduce considerablemente los riesgos a una estructura más rígida.
Si la base no está bien hecha o no se hace un cálculo de los asentamientos es muy probable que la construcción puede inclinarse hacia un lado.
Lo primero para prevenir los daños ante un terremoto será siempre la evaluación de la vivienda o del terreno donde se va a construir. Si existe un buen conocimiento sobre el terreno y se hace una buena estructura, siguiendo las normas sísmicas, los daños siempre se reducen. En Japón, por ejemplo, las técnicas de construcción son correctamente entendidas y aplicadas y los daños por la caída o colapso de estructuras son mínimos.
La prevención no es un sinónimo de ahorro sino de seguridad, porque quienes inviertan en una vivienda segura luego de un sismo no tendrán que volver a hacer la misma inversión.
El ser humano no puede predecir cuándo ocurrirá algún terremoto, pero sí puede estar vigilante del cumplimento de las normas técnicas, la evaluación del terreno y el tipo de material de construcción usado. Eso no evita un terremoto, pero sí mitiga considerablemente los daños.
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