Los indicadores macroeconómicos del Banco Central muestran que en el primer trimestre de 2016 el Producto Interno Bruto ecuatoriano registró un decrecimiento del 1,7 por ciento; en el segundo trimestre hubo una recuperación del 0,8 por ciento; en el tercero la tendencia al alza siguió con el 0,7 por ciento, y en el cuarto trimestre el saldo positivo llegó al 1,7 por ciento.
Esto se debe, principalmente, a un aumento tanto en la demanda interna como en el gasto del consumo final de los hogares, los cuales crecieron en un 2,5 por ciento y 2,6 por ciento respectivamente en el cuarto trimestre del año pasado.
Pero si analizamos sector por sector los que más aportaron, según la información disponible, son los relacionados con el petróleo y minas, con un 3,8 por ciento; el de la manufactura, 1,2 por ciento; el de alojamiento y servicios de comida, 2,3 por ciento. Otro sector importante, el de los servicios financieros, creció 5,5 por ciento; las actividades profesionales, tres por ciento; la enseñanza y los servicios de salud, cinco por ciento. (…)
Esto se explica por el intento del Gobierno, el año pasado, de estimular el consumo para intentar superar la crisis económica. La estimulación del consumo de alguna manera impacta en toda la economía. No se puede olvidar que todo lo que tiene que ver con el Producto Interno Bruto está relacionado con la famosa ecuación: consumo + gasto + inversión + exportaciones – importaciones.
Aunque esto, en términos generales, parezca una muy buena noticia, no lo es en términos generales, porque la formación bruta de capital fijo disminuyó ligeramente al pasar de $61.864 millones a $61.128 millones.
Eso significa que si bien el año pasado hubo un impulso en el consumo en esos sectores, debido al gasto público, las industrias como tal y la formación bruta de capital no variaron considerablemente.
A eso hay que sumar otro factor: las exportaciones de bienes y servicios, aunque registraron un saldo positivo, tampoco han evidenciado un crecimiento acelerado; es decir, la economía ecuatoriana no ha dado señales de una recuperación total, tan solo ha mostrado síntomas de estar en vías de recuperación.
Es como si alguien tuviera una gripe y cuando comienza a tomar medicamentos se empieza a sentir mejor, pero eso no significa que se ha curado. Porque si bien hay una recuperación por sectores en las proyecciones trimestrales, en las proyecciones globales la realidad es diferente.
En la proyección preliminar de 2016 el PIB decreció en 1,5 por ciento, pero como el Gobierno siempre ha tratado de mostrar junto a los resultados globales la recuperación trimestral eso podría dar la sensación de que las cosas ya van bien.
Hay ciertos sectores que apuntalan la recuperación total como petróleos, minas, manufactura, alojamiento, servicios financieros, (…) pero no se verá la luz al final del túnel mientras no haya índices de crecimiento en los principales indicadores de una economía, la construcción y el comercio.
Si revisamos las cifras de esos sectores podemos constatar que el año pasado la construcción seguía con un saldo negativo de menos 1,2 por ciento y el comercio para el último trimestre del 2016 creció en apenas un 0,2 por ciento.
Mientras esos dos motores, que son los que empujan al resto, no muestren síntomas de mejoría será imposible hablar de una recuperación económica, porque el peso de los sectores que crecieron trimestre a trimestre, en términos globales, no son tan fuertes como los de la construcción y el comercio.
En el comercio, por ejemplo, por ahora solo hemos tenido picos por el aumento del consumo en determinadas temporadas. Ahora mismo hay un mayor consumo por la coyuntura del regreso a clases o porque los estudiantes estaban de vacaciones.
Hay una recuperación en ciertas épocas del año, pero esa no es una recuperación real porque el comercio siempre debe vender más de lo que vendió el año pasado. Ahora habrá que ver si recibe un empujón real cuando el IVA bajé del 14% al 12% desde el próximo mes de junio, según lo establecido en la Ley Solidaria por la afectación del terremoto.
En el tema de la construcción, ese sector se ha sostenido gracias a toda la inversión pública, pero esa tuvo un freno brusco. En general, todas las inversiones del sector público se vieron paralizadas y por eso se nota todavía un aletargamiento.
El sector inmobiliario recién ha comenzado a moverse, con una mayor demanda de viviendas. Pero es, sin embargo, una recuperación de dos días empujada o bien por las inmobiliarias o bien por el lado de alguna recuperación en la obra pública gracias al nuevo endeudamiento del Gobierno.
Mucho del dinero que entra por nueva deuda va a los gastos del Gobierno. Si como Gobierno comienzo a mover en algo esos gastos muevo también la variable consumo y así volvemos a la ecuación del PIB.
En resumen, al frente todavía no podemos tener una certeza cien por ciento real de hacía dónde irá la economía hasta no ver al nuevo Gobierno posicionado y no ver, sobre todo, su plan de trabajo para los primeros 100 días.
Los dos candidatos hablaron de una recuperación de la economía y de impulsar el emprendimiento, el comercio… Eso es clave para mantener los signos de recuperación trimestral experimentados a partir del segundo trimestre del 2016.
Si hay señales claras de por dónde va la economía, en términos numéricos y de variables económicas, podría tener un mejor cierre en 2017 y una real recuperación en 2018, una salida de la recesión en el primer trimestre de este último año.
Ahora todo depende de las decisiones macroeconómicas del nuevo Gobierno, de por dónde se hará el ajuste, porque debemos estar conscientes de que habrá un ajuste y ese debería apuntar a dinamizar el consumo, el comercio, la construcción…
Está claro que la economía ha comenzado a recuperarse y eso significa que al final de este año calendario, el decrecimiento seguramente va a ser menor, pero eso sería como aceptar un consuelo menor, el enfermo está mejor pero no totalmente curado.
Todavía falta recorrer mucho camino por recorrer para salir del bache; todavía hay factores externos que inciden en la crisis como el precio del petróleo, la devaluación y el dólar fuerte. Son factores que también juegan en contra.
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