Antes de hablar de los emprendimientos, primero es necesario comprender la coyuntura por la que atraviesa Ecuador, que es de desaceleración y decrecimiento económico. Eso, lógicamente, tiene su impacto en la Población Económicamente Activa, en los indicadores de empleo y en las tasas de desempleo y subempleo.
Pero en toda crisis siempre hay grandes oportunidades. Es algo muy relacionado con la creatividad de las personas. Por ejemplo, cuando se puso de moda lo de la gripe aviar en el país, hace algunos años, todos teníamos que andar con mascarilla. ¿Cuál era el negocio en ese momento? Ponerse a vender mascarillas. Si mañana se pone de moda lo de los jugos naturales, la gente inmediatamente se volcará a ese negocio.
El problema es que esos generalmente son emprendimientos de corto plazo, porque para que un negocio en Ecuador y en el mundo en general sea considerado un emprendimiento, de acuerdo al Monitor Internacional de Emprendimiento, debe tener un ciclo de vida de tres años. Solo después de eso, ese negocio se puede insertar en las estadísticas mundiales del emprendimiento.
Ahora, ¿qué tipos de proyectos son aconsejables empezar dada la coyuntura económica del país? Hay un sector que se dinamiza mucho en tiempos de crisis, el de los servicios, porque la gente quiere respuestas a sus problemas. En Ecuador, por ejemplo, ahora hay más personas o pequeñas empresas que ofrecen servicios contables, legales, de consultoría, de asesoría…
Todos los negocios que giran alrededor de cómo solucionar las crisis, cómo ahorrar costos, cómo seguir siendo rentables, si es necesario cerrar la empresa o parar la producción, si es posible añadir un ciclo o no… mueve la economía aún en tiempos de recesión. Los empresarios, por ejemplo, quieren saber cuál es la decisión más correcta en un entorno político de incertidumbre.
Entonces, las oportunidades para los emprendedores existen.
Cuando analizamos las estadísticas sobre empleo vemos que a la par de aumento del desempleo hay una subida del subempleo y eso responde al momento actual que vive el país. No hay un aumento del empleo formal, las empresas no están contratando personal e incluso han debido despedir gente.
Y todos aquellos que han recibido sus liquidaciones han tratado de invertir. Personas que han trabajado muchos años en Contabilidad, por ejemplo, tras ser despedidas se han arriesgado a abrir una oficina de asesoría contable, aunque sea pequeña, con pocos empleados o ellos haciendo de todo un poco.
Lo primero que es necesario entender: un emprendedor no le tiene temor al riesgo. ¿Eso qué significa? Que ese emprendedor sabe que puede fracasar o triunfar. Esa es su primera característica. Segundo, ese emprendedor conoce la importancia de la capacitación. Así haya pasado o no por la Universidad debe capacitarse en marketing o mercadeo y en temas financieros.
En temas de mercadeo, porque necesita conocer cuál es el comportamiento de su consumidor, su demanda y sobre todo entender por qué el consumidor compraría su producto.
La parte financiera es muy importante para que sepa cuánto va a ganar y que no necesariamente vender más significa una mayor ganancia, porque todo está relacionado con el punto de vista de la rentabilidad.
Con esas bases, es posible comprender que cada día es un nuevo día en el negocio. Todos los empresarios, al igual que los emprendedores, saben que existen días buenos, malos y días para olvidar. Igual que en los años: hay años espectaculares, años no tan buenos y años en los que uno preferiría cerrar el negocio. Eso forma parte del día a día. Entonces, parte la receta para emprender se resume en capacitarse y entender la realidad a su alrededor.
Lo mejor a la hora de emprender es empezar como persona natural. La ley permite a las personas naturales operar con un capital menor a $97.200 dólares al año, sin llevar contabilidad. Eso significa que un emprendedor monta su negocio, hace su declaración mensual del IVA sin necesidad todavía de crear una compañía.
Para abrir una empresa hay que cumplir una serie de cuestiones legales y tributarias más complejas. Por eso es mejor empezar como persona natural y si el negocio marcha bien ahí pensar en abrir una empresa porque demanda muchas más cosas.
La responsabilidad a la hora de apoyar los emprendimientos debería ser una cosa compartida tanto del sector público como el privado. Si se hace una sinergia entre esos actores y se impulsa las asociaciones de comerciantes bien puede ser un paso para salir de la crisis. Por ejemplo, si una empresa necesita cinco mil unidades de un producto y ese proceso no puede ser industrializado y tampoco lo puede hacer un solo artesano, esa empresa puede recurrir a una asociación de artesanos para distribuir el megapedido entre varios.
Si alguien tiene un taller de costura y recibe un pedido de tres mil uniformes de un colegio grande de Guayaquil, pero su capacidad operativa solo le da para hacer mil uniformes, ¿qué debe hacer? Buscar socios, compartir costos y al final las ganancias, porque finalmente su deber es atender a ese cliente.
El Gobierno ha dado pasos para apoyar los emprendimientos. Las cadenas de supermercados, por ejemplo, tienen la obligación de pagar a sus proveedores locales en 30 días hasta X monto, si la cifra es mayor el plazo sube hasta 45 días. Eso ha permitido que ese pequeño empresario o emprendedor pueda darle la vuelta a su capital de trabajo.
Pero las políticas públicas del Gobierno en materia de emprendimiento para crear nuevas fuentes de trabajo han funcionado solo en cierta medida. Eso es fácilmente medible si comparamos las cifras. A diciembre de 2010 el desempleo estaba en 6,13 por ciento, en 2011 había disminuido a 5,06 por ciento y actualmente, según el último reporte del Banco Central, a diciembre de 2016 el desempleo se ubicó en 6,52 por ciento. Eso significa que no hubo un cambio en la estructura del empleo como tal en estos años.
Por eso el tema del empleo se ha convertido en un eje central en esta campaña electoral, parte de las propuestas de los dos candidatos, tanto de Lenin Moreno como de Guillermo Lasso, por la situación económica actual.
Hace tres años comenzaron a verse los primeros síntomas de la desaceleración para luego caer en la recesión y eso, lógicamente, hizo caer la demanda. Y son las empresas pequeñas las que más sufren en estas grandes recesiones porque cuando no tienen la capacidad para cumplir con las ventas mínimas y así cubrir sus costos variables y fijos, están destinadas a desaparecer.
Las empresas grandes todavía pueden maniobrar para que su rentabilidad no se vea afectada. Si ven que hay recesión y ven una caída de la demanda apagan las máquinas. Si trabajan con dos turnos de producción lo reducen a uno.
El mercado, la economía y los negocios funcionan de esa manera. Solo es posible operar hasta un punto de equilibrio. Pasado ese punto es pérdida y no vale la pena seguir en el negocio.
Por eso es importante el apoyo a los emprendedores, porque ellos, además, ayudan a formalizar al sector informal. Si algo le hace mucho daño al país en materia impositiva es el de la informalidad. Una persona que vende paraguas en la calle, por ejemplo, y que le va muy bien, porque en el país nunca se sabe cuándo va a llover, debería tener un RUC como persona natural.
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