Cada tanto, suenan las alarmas sobre las amenazas de las nuevas tecnologías en nuestra sociedad. Por defecto, nos cuestionamos sobre el impacto de distintos dispositivos en la comunicación humana. Basta mirar el desarrollo de los medios a lo largo de la historia y los temores generados por la llegada de la escritura, el telégrafo, el teléfono, la radio, la televisión e internet, en sus respectivos momentos.
Sin embargo, las dicotomías entre viejo/nuevo, análogo/digital, humano/máquina, limitan la discusión sobre el asunto. En ese sentido, las distinciones que se establecen entre “los peligros” de la comunicación virtual y, por otro lado, y las bondades de comunicación física, es un debate que pierde de vista varios elementos.
Las declaraciones del Papa Francisco abogan por los lazos sociales tradicionales; evidentemente los que la institución a la que representa, promueve. Si bien lo que él llama “comunicación líquida” habla de una de nuestras condiciones actuales, es una perspectiva que no considera que, cada vez más, nosotros como humanos estamos convergiendo con estas tecnologías. En su momento, McLuhan lo anticipó a través de su determinismo tecnológico, al sostener que los medios son extensiones del cuerpo humano. Pero, a su vez, debemos considerar que no solo la tecnología genera transformaciones, sino que varios cambios tecnológicos han sido empujados por nuestras sociedades, como apuntan otros teóricos, desde una perspectiva más humanista en los estudios culturales. Por lo tanto, al tomar elementos de ambos debates, y superando esta perspectiva binaria, podemos redefinir qué es ser humano hoy en día. En consecuencia, qué entendemos por comunicación humana.
Al admitir que hemos convergido con estas nuevas tecnologías, entendemos que ya no podemos pensarnos como entidades desconectadas de nuestros dispositivos. Evidentemente, esto tiene una repercusión social y cultural, aunque, insisto nos haría interrogarnos sobre la transformación de los lazos sociales, más allá de estas limitadas dicotomías. En esta línea, el debate debería apuntar sobre las nuevas subjetividades que emergen en espacios digitales cuando vemos nuestra vida a través de filtros y en los que también performamos una identidad. Mientras tanto, debemos comprender que este es un momento en el que recién hemos empezado a asimilar lo ocurrido en estas últimas décadas del desarrollo de la comunicación humana.
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