El Ecuador es un país con un reconocido alto riesgo a peligros sísmicos, volcánicos, de deslizamientos y de inundaciones. Este hecho es muy importante a ser considerado en cualquier estrategia, programa, proyecto o acción relacionada con la planificación y el desarrollo de ciudades sostenibles. Para América Latina y, en particular, para el Ecuador, el considerar el riesgo de desastres de origen natural dentro de la planificación urbana y el desarrollo no es usual. Por el contrario, la falta de entendimiento sobre estos aspectos y sobre el impacto que podrían tener dentro del desarrollo es remarcado, tanto en gobiernos nacionales como en gobiernos seccionales y locales. Incluso, históricamente se ha observado que, aún cuando las autoridades y la comunidad perciben a los peligros naturales acechando al territorio, no toman ninguna medida para analizar esos peligros y su posible impacto, y para desarrollar posibles medidas de mitigación del futuro desastre. Los más recientes ejemplos de este problema pueden verse en las comunidades afectadas por el terremoto de Pedernales de abril 2016.
Si se piensa en ciudad, en su expansión, en su desarrollo, debe pensarse en gestión de riesgos ante desastres naturales. La detección temprana de sitios vulnerables a deslizamientos, inundaciones, erupciones volcánicas y más, pueden ayudar a tomar decisiones a nivel de política nacional o local, sobre las regulaciones o normativas que pueden aplicarse para la expansión o desarrollo de ciudades en sitios peligrosos desde el punto de vista sísmico, volcánico, de deslizamientos y de inundaciones. Por ejemplo, en la zona cero de Portoviejo o en la zona de Tarqui en Manta, así como otras zonas de ciudades como Bahía de Caráquez, Canoa, Jama, etc., está claro que eran sitios de alto peligro sísmico y al desencadenarse ocasionó un desastre de magnitud. Hoy pueden generarse regulaciones que impidan la construcción sin control en esas zonas y, más bien, disponer que las futuras construcciones y proyectos a desarrollarse en esas áreas, se realice en forma muy controlada, de manera diferente a la que estaba construida antes del terremoto. En esas zonas, en lugar de pensar en la no utilización de espacios, más bien podría pensarse en la construcción con tecnología sismo-resistente apropiada, diferenciando el tipo de uso y tamaño de los proyectos, sector económico al que va dirigido, etc., potenciando su utilización y seguridad, en otras palabras, planificando para lograr un desarrollo sostenible.
Es de esperarse que los futuros planes de ordenamiento territorial, de expansión de ciudades, de planes de vivienda masivos y de detección de áreas de desarrollo futuro, incluyan de manera categórica la gestión de riesgos de desastres, en todas las poblaciones del Ecuador.
En las ciudades ecuatorianas con peligros sísmicos importantes que no fueron muy afectadas por el terremoto, tales como Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato, Riobamba, Ibarra, entre otras, es la oportunidad de pensar hacia dónde debemos a caminar para lograr resiliencia y desarrollo sostenible. Esas ciudades no solo sufrirán expansión en superficie, sino en altura, y ese crecimiento debe ser racional. Las agendas urbanas de desarrollo nunca han considerado de manera adecuada la gestión de riesgos de desastres; es hora de empezar a hacerlo.
Cuando se habla de desarrollo urbano, se habla de ciudades y de municipios, porque son quienes tienen la competencia del desarrollo sobre sus territorios. El Gobierno Nacional a través de la Secretaría de Riesgos, del Miduvi, de la Senplades y otras entidades, pueden dar lineamientos y apoyar en este proceso, pero son los Municipios los que tienen potestad sobre sus territorios. Se debe trabajar con los Municipios para fortalecer su capacidad humana y de recursos para incorporar la variable riesgo de desastres en el desarrollo urbano. Aquí, todos tenemos una responsabilidad y todos debemos poner el hombro. Si bien el Gobierno Nacional y los gobiernos locales son los que deben tomar las decisiones, tienen que también estar presentes en el debate la academia, la opinión pública y la ciudadanía en general, solicitando que se consideren esos temas dentro de los planes de expansión del crecimiento urbano.
En Quito, por ejemplo, se busca ir hacia la construcción en altura. Para ello se deben estudiar muy bien las diversas zonas frente a los riesgos naturales, para determinar si se permite o no dicha expansión, en qué espacios y con qué consideraciones. No se puede detener el crecimiento de Quito en vertical, pero será necesario ser congruente con un buen plan de desarrollo urbano en el que se considere el tema de riesgos. La Conferencia Hábitat 3 va a discutir y dar lineamientos, guías y mostrar caminos sobre varios temas, pero luego hay que discutirlos a nivel local, para ver cómo se los aplica a la realidad de los municipios, sus economías y sus planes a futuro. Hábitat 3 es, sin duda, un muy importante evento de discusión de políticas. Sin embargo, las políticas deberán materializarse a nivel nacional y local.
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