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Turismo y su potenciación va más allá de una ley

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Desde los artículos de opinión que escribíamos por 1996 -luego de culminar un estudio sobre cómo el ecoturismo, desde esas épocas, se veía como una alternativa para el desarrollo sostenible del Ecuador- han pasado casi 28 años y muy poco se ha hecho para aprovechar el potencial que el país tiene en términos de flora, fauna, cultura y paisaje que, bien gestionado ese conjunto de factores positivos -como diría Albert Hirschman (autor de varias obras sobre desarrollo económico)-, se aprovecharía el potente efecto de esos recursos que están olvidados quizá debido a que, por los ingresos petroleros obtenidos gracias a la bondad natural de la ubicación geográfica del país, llevó a que los ecuatorianos se sienten en la zona de confort que, en los tiempos actuales, ya muestra señales de que si no se buscan, ahora sí, actividades alternativas, el Ecuador tendrá -aunque ya tiene- serias dificultades para financiar sus necesidades de recursos y, con ello, dar soporte a un futuro más próspero en donde la inversión, producción y generación de empleo digno sea la constante.

Hay que esperar que lo que ahora se está proponiendo -luego de casi tres décadas- con el impulso del gobierno del Presidente Daniel Noboa se haga realidad y, con ello, el turismo emerja como esa opción estratégica que, para potenciarla, además de la Ley Orgánica para el Fortalecimiento de las Actividades Turísticas y Fomento del Empleo  que se acabó de aprobar hace algunas semanas -finales de marzo 2024-, requiere de un conjunto de acciones sinérgicas de multiactores que van más allá del efecto positivo que puede traer un cuerpo normativo bien intencionado como el de la nueva Ley turística; caso contrario, el Ecuador seguirá viviendo de narrativas bonitas que, en última instancia, no se concretan en hechos reales que, definitivamente, cambien la estructura de un tejido productivo nacional que, por sobretodo, necesita de una dinamización adaptada a una realidad en donde la preocupación por el crecimiento económico más la preocupación por el cuidado medioambiental y la equidad social van marcando el derrotero de un mundo que necesita a gritos una forma de desarrollo sostenible para el bien de las actuales y, sobre todo, futuras generaciones.

Por ejemplo, por citar un caso, hay que trabajar en la mejora del servicio al cliente que depende no solo de una ley; pues, requiere de un cambio de actitud de todas las personas involucradas en crear una experiencia excelente en el visitante nacional y, sobre todo, extranjero. De ahí, la importancia de concienciar sobre la necesidad de la participación pro excelencia empezando por actores como el taxista que es una de las primeras personas que da la bienvenida, luego los servicios de recepción aeroportuaria, las agencias de viaje, los hoteles, bares, centros comerciales y muchos más actores de una lista que, por su incidencia estratégica, se vuelve grande debido al potencial que tiene el turismo gracias al efecto multiplicador en diversos sectores que tiende a activarse cuando se dinamizan actividades productivas como la turística.

El Ecuador, para ser potencia turística tiene mucho que ofrecer gracias a la infinidad de atractivos naturales, culturales, patrimoniales y también de infraestructura física ya creados que posee. Por citar determinados casos, uno de ellos es el Centro Histórico del Quito -declarado en 1978 Patrimonio Cultural de Humanidad por la UNESCO-  que, por la acción temprana -con fondos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en 1994 a través del Programa de Revitalización del Centro Histórico de Quito-, se ha convertido en uno de los lugares patrimoniales de la región bien conservados y que, por esa imagen internacional -más una buena estrategia comunicacional-, se podría atraer a más turistas extranjeros que son los que, realmente, traen, de forma continua, divisas nuevas que son vitales para un país dolarizado como es Ecuador.

Otro atractivo -de los muchos que se pueden resaltar- que está ahí – todavía sin el ejercicio estratégico de potenciación- es la provincia de Imbabura que, desde el 17 de abril de 2019, fue declarada como Geoparque Mundial por la UNESCO gracias a “la presencia de paisajes y lugares de relevancia geológica internacional”; lo cual, al alinearse con la megatendencia mundial relacionada a la acelerada preocupación por el cuidado de las riquezas naturales también puede ser un elemento más para potenciar, en conjunto, la atractividad turística del Ecuador que, en última instancia, es uno de los motivadores para aquella inversión que fortalece y/o crea infraestructura  especializada y, así, la producción turística y sus sectores afines tenderán a mejorar sus tasas de crecimiento económico incidiendo, con ello, en la dinamización de la producción de todo el tejido productivo nacional.

Y claro, no se puede dejar de resaltar -lo que ya venía siendo un referente de atractivo nacional con alcance mundial- el archipiélago de Galápagos que, por su belleza única, ya tiene una gran afluencia de turistas que, pensando en  su potenciación, eso sí sostenible, se debe, en los tiempos actuales, trabajar en acciones preventivas dirigidas al cumplimiento de la capacidad de carga como medio para proteger a esa joya natural -declarada en 1978 por la UNESCO como  Patrimonio Natural de la Humanidad- que, pensado en las futuras generaciones, debe ser cuidado estimulando, al unísono, la mejora socioeconómica de la zona y también la biodiversidad presente en un territorio de alta sensibilidad medioambiental.

Otro espacio para ofrecer, como país atractivo, es el gastronómico -parte de la expresión cultural de una nación- que, recordando las palabras de un empresario colombiano propietario de una empresa de comida radicada desde hace varios años en el Ecuador -en uno de los ciclos de historias de emprendedores organizado por la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador-, decía: “la comida ecuatoriana es sabrosa y novedosa, pero le hace falta promoción”. Sobre este comentario -que hay que verle como una oportunidad de mejora-, un buen referente a nivel latinoamericano para aprender, sin irse muy lejos, es Perú que, ahora, pensando y actuando sistémicamente ha desarrollado un verdadero clúster contemporáneo alrededor de la gastronomía; un indicador de ello son las escuelas gastronómicas que se han convertido en referentes del mundo actual, a tal punto que, desde Francia, España, Italia y otros países europeos de la elite gastronómica, vienen estudiantes para aprender en nuestro vecino Perú.

Otro país para aprender, es Costa Rica que, regionalmente, es la potencia del ecoturismo, en donde, cada recurso natural o cultural ha sido convertido en un atractivo que, con principios sólidos basados en la sostenibilidad, -más, ahora, una estrategia comunicacional digital y física integrada-, se ha posicionado como un país referente del turismo sostenible. De ahí, tampoco es casualidad que los mejores programas de grado y posgrado sobre la actividad ecoturística estén en Costa Rica y sean apetecidos por nacionales y extranjeros resaltando, en este posicionamiento, el rol de la cooperación internacional al momento de potenciar el ecoturismo tico.

En definitiva, como se puede ver, hay argumentos -que se podrían seguir listando- para afirmar que el Ecuador para ser una potencia turística -con enfoque sostenible- lo tiene todo: flora, fauna, cultura, paisaje e infraestructura inicial de base que, bien combinados y fortalecidos, se pueden convertir en productos capaces de dinamizar sosteniblemente el flujo de llegada de nuevos turistas -sobre todo extranjeros- que, por su condición, traen divisas frescas que, siendo realistas, son las que, al final, hacen crecer de forma efectiva a la economía de los países que apuntan a la dinamización de sectores del alto poder multiplicador -hablando desde el impacto económico multisectorial- como el turístico.

 

 

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