La pandemia del covid-19 fue dura y ha dejado sendos resquebrajamientos al tejido social y productivo de los países. De ahí, la necesidad que exista un plan de recuperación pandémica en donde, claramente -junto con recursos financieros para que se haga realidad-, se detalle un conjunto de acciones estratégicas clave que, de forma integrada, contribuya a sacar adelante a los seres humanos que, parecería, porque seguimos vivos -luego de tres años de pandemia- nada ha pasado y, eso, no es verdad.
En el caso ecuatoriano, por ejemplo, en la primera vuelta electoral 2023 y, ahora, en la segunda, ningún candidato ha considerado este factor fundamental para, realmente, sacar adelante al Ecuador que, luego de tres años pandémicos, ha sido golpeado fuertemente en sus estructuras de funcionamiento multidimensional -social, económica, política, sanitaria, educativa, tecnológica-.
Esto, sobre lo cual se está insistiendo, es vital, ya que, haciendo un símil, con el deporte, cuando un deportista se lesiona y tiene que inmovilizarse total o parcialmente no regresa inmediatamente a las canchas; generalmente, primero, entre procesos de terapia, se busca recuperar, de a poco, su fuerza y resistencia física; para luego sí, volver a la cancha con la fuerza requerida y, así, garantizar, con mayor probabilidad de éxito, el retorno al desempeño esperado y logrado antes de sucedido el escenario de la lesión.
Lo mismo sucede con la sociedad en su conjunto, cuando un suceso inesperado -como fue la pandemia covid-19- aparece y paraliza su accionar normal -generando, como lo vivimos todos, momentos de angustia, incertidumbre y miedo que llevó a cambios drásticos en el comportamiento de las personas y, también, de las organizaciones de todo tipo- requiere de un proceso de recuperación que ayude a fortalecer las bases humanas y organizacionales que impulsan su funcionamiento.
Por ejemplo, el teletrabajo improvisado que se tuvo que hacer para no morir en el camino, llevó a que se impregnen en el desempeño laboral hábitos buenos y malos que, ahora, luego de tres años pandémicos se deberían ir fortaleciendo o corrigiendo, según sea el caso, para el bien de todos.
El tejido productivo, por su parte –sobre todo la MIPYME-, fue golpeado duramente. De ahí, no es raro ver que muchas empresas aún no logren el desempeño pre pandémico; lo que lleva a la necesidad de que, desde la óptica de una acción multisectorial -pública, privada, nacional e internacional-, se establezca un conjunto de servicios financieros y no financieros dirigidos a su recuperación real y fortalecimiento integrado que, como impacto final, permitan crear la bases de un escenario productivo que, sobre todo, genere oportunidades de empleo digno para, con una mayor generación de ingresos al interior de las familias, aportar a la salida de la pobreza de miles de personas que, con la pandemia, vieron complicada su situación socioeconómica. De acuerdo a José Salazar -Secretario de la CEPAL- este desafío lo resume, cuando afirma que en la región para que, las políticas sociales sean sostenibles, es necesario que los países latinoamericanos lleguen a tasas de crecimiento económico continuo de entre el 3 y 4% anual.
Ahora, claro, para que esta narrativa de mejora productiva pos pandémica se convierta en hechos reales es necesario que, junto al apoyo de políticas públicas nacionales y locales -convertidas, eso sí, en programas y proyectos acompañados del respectivo financiamiento-, ese conjunto de servicios financieros y no financieros que se vaya a crear funcione de manera sistémica y, así, las empresas regresen fuertes a la cancha del mercado y con todo el impulso para enfrentar los desafíos de un mundo que camina, bajo los efectos de una tendencia, al cambio acelerado.
Estas acciones son fundamentales, sobre todo en países como Ecuador que, por sus condiciones de debilidad económica, su población vivió una realidad distinta a la de países como Estados Unidos o de la Unión Europea que, por su disponibilidad de recursos financieros en ese momento o de la capacidad de endeudamiento inmediato, fueron capaces sus gobiernos -en plena pandemia- de derramar grandes cantidades de dinero para que las familias y las empresas no se paren y sigan adelante.
En cambio que, en países con dificultades para el financiamiento pandémico, las ayudas fueron mínimas. Por ese motivo, la construcción de un plan de recuperación pandémica es fundamental, si se quiere que el país salga adelante; caso contrario, se estará actuando, como se dijo -al comparar con el deporte- con unos jugadores lesionados y sin el tratamiento de recuperación debido tanto, desde lo humano, como desde lo económico.
Esto que se acaba de sugerir a nivel macro de los países, también debe ser tratado a nivel personal, familiar y organizacional; pues solo así se podrá sentar las bases del nuevo despegue que todavía sigue siendo una promesa para una sociedad repleta de necesidades y problemas que, con la pandemia, se potenciaron y, por ende, requieren ser atendidos con la especificidad y urgencia que el caso amerita. Estamos a tiempo.
¡Gran desafío, para el despegue hacia ese nuevo Ecuador que todos deseamos alcanzar!