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Ecos del CIICS 2022 en UCG

Tiempo de lectura: 3 minutos

 

Remitido por Juan de Althaus

Conferencia de Juan Camilo Ospina[1]

Retos contemporáneos para las ciencias sociales y la comunicación: transhumanismo, virtualidad y los límites de lo humano

Giorgio Agamben afirma que el conflicto político decisivo —que gobierna a cualquier otro enfrentamiento—, en nuestra cultura sería el que existe entre la animalidad y humanidad del hombre. La concepción de qué es humano, articula la relación con la inteligencia artificial.

¿Qué es el sujeto político en las redes sociales?, ¿hay influencia en la democracia mediante la circulación de imágenes editadas con algoritmos y los bots que simulan comportamientos humanos?, ¿quién es el dueño del código genético y puede editarlo? Hace siglos, en la Junta de Valladolid, Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda debatieron si los seres que hay en las Américas tienen alma o no; es decir, si pueden evangelizarse o deben domesticarse.

Hay muchas preguntas que plantea el perfeccionamiento humano. Lina Alvares establece el carácter intrínsecamente violento de la máquina antropológica, al naturalizar determinadas características como propias, excluyendo otras formas de vida.

Agamben sostiene que el hombre no es una especie biológicamente definida ni una sustancia dada una vez para siempre. Es un campo de tensiones dialécticas, cortado desde siempre por censuras y cisuras en todo momento; lo que lleva a que el individuo trascienda al animal antropomorfo, así como domine y destruya su animalidad.

Todo bastión que se ha erguido como centro de humanidad, ha sido derrocado. Günther Anders dice que la humanidad tiene una relación muy particular con la tecnología, pues esta se introduce en su cuerpo, lo moldea y somete.

Se despiertan inquietudes sobre nuestros procesos de pensamiento, los cuales están atravesados por interfaces que nos conectan a diferentes sistemas vinculados con distintos seres. Donna Haraway nos recuerda que el cyborg no es una realidad futurista. La tecnología se experimenta como cuerpo e intermediario para ver el mundo.

Foucault habla de una estatización de lo biológico. El poder disciplinario en las instituciones modela los cuerpos para hacerlos productivos y, junto al biopoder, encontramos una multiplicidad de saberes que producen información sobre la especie a ser mejorada, transformada, diseccionada, influenciada.

Paul Rutherford plantea los ecosistemas como producciones tecnológicas para el gobierno de las poblaciones humanas y no humanas. Claude-Oliver Doron afirma que en el hombre hay fuerzas mudas que pasan detrás de su consciencia, que lo atraviesan y exceden, las cuales debemos controlar y dirigir. En esa línea, se pueden encontrar desde las consideraciones de Freud hasta los relatos del Dr. Jekyll, Mr. Hyde, Frankenstein, Drácula y muchísimos otros.

El transhumanismo es una corriente que plantea al hombre como manifiestamente mejorable, de forma física y psicológica; no es corregir una carencia o condición perdida. La tecnología puede proporcionar una ayuda para este fin. Por otro lado, el poshumanismo alude a las doctrinas que establecen que se pueden superar las condiciones de raza humana y producir algo que vaya más allá. Estas dos perspectivas respetan la ciencia, la razón y el progreso.

El humanismo ya buscaba el mejoramiento y el bienestar de la humanidad a través de la cultura, la educación, el cuidado del otro, la preocupación por la ciencia y la medicina. Pero Walter Benjamin señaló que la cultura es, a la vez, una barbarie; y es inherente a ella la eugenesia en los procesos de selección humana del siglo XX.

En el avance técnico está ya el problema de la gestión de la vida. Respecto al transhumanismo cibernético y la inteligencia artificial, en el escape a la máquina surgen preguntas como: ¿nuestra existencia será posible sin la dependencia cognitiva a nuestras máquinas? Por otra parte, la fusión con la máquina motiva a cuestionarnos sobre la identidad del quién soy yo. Les recomendaría verse las películas La isla y Réplicas, que están en Netflix.

Muchas formas de mejoramiento humano se empiezan a practicar. Los intensificadores cognitivos ya se utilizan en la educación para alcanzar un nivel más competitivo. Los avances de la ciencia y la tecnología apuntan a aumentar o modular la cognición, la personalidad y nuestros procesos biológicos.

Dieguez considera que el discurso transhumanista desempeña una función ideológica que lleva a legitimar determinadas políticas tecnológicas, en lugar de otras alternativas. Ante escenarios apocalípticos, las perspectivas transhumanistas aparecen como redentoras y salvadoras.

Valdría la pena recordar, a través de Walter Benjamin y el libro Fausto, escrito por Johann Wolfgang Goethe, que el desarrollo, la técnica y el progreso tienen una alianza con el fascismo. El punto culminante de la Ilustración, la industrialización y del progreso, es el campo de concentración, nos lo ha dicho Agamben.

Diegues cuestiona la teología subyacente al transhumanismo, la redención que promete y la superación del humano que propone. La lógica del mejoramiento y la maximización del rendimiento están articuladas a las dinámicas económicas contemporáneas. Existen tecnologías y mecanismos sociales que producen formas de vida, moldean la muerte y organizan lo viviente. Byung-Chul Han afirma que descansar, hacer ejercicio, alimentarse correctamente y dormir se vuelven necesarios para trabajar mejor.

El avance técnico nos enfrenta con la realización de que la humanidad está en la capacidad de autoaniquilarse. La sensación de inseguridad y desconfianza se hacen centrales en este panorama.

[1] Magíster en Estudios Sociales por la Universidad Pedagógica de Colombia. Magíster en Gestión Cultural por la Universidad Europea Miguel de Cervantes.

Publicado en Ventanales 21: https://issuu.com/casagrande55/docs/vn21_f-n

 

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