Tras la sorpresa ocasionada por el triunfo de Revolución Ciudadana (RC) en la disputa electoral por la alcaldía de Guayaquil y los demás resultados de las elecciones subnacionales, de consejeros del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) y de la consulta popular convocada por el presidente de la república, en la academia, aún nos falta tiempo, datos y análisis para poder identificar causas y consecuencias de este nuevo proceso electoral en Ecuador. Sin embargo, tras cerca de una semana de anunciados estos resultados, en la política ya hay consecuencias que nos permiten plantear, al menos a modo de hipótesis, lo que podría haber ocurrido en las elecciones seccionales de Ecuador en febrero de 2023, y dar cuenta de cómo quedan las cosas.
Para respetar algún tipo de orden, comienzo por presentar, a breves rasgos, los resultados y plantear algunas hipótesis sobre las causas de lo ocurrido en las elecciones y específicamente con los resultados obtenidos en alcaldías y prefecturas en el país. Lo primero que podemos constatar es que el partido apoyado por el ex presidente Rafael Correa (ahora: Revolución Ciudadana (RC) y anteriormente: Alianza País y Fuerza Compromiso Social) se consolida como el partido que más alcaldías ha capturado en esta elección y el que ha sido más exitoso, en promedio, en las elecciones subnacionales desde el año 2000. Este resultado no solo es importante por el número de cantones en los que RC se ha impuesto en las elecciones, sino también por su triunfo en las dos ciudades más pobladas del país Quito y Guayaquil que por su número de electores, así como por su peso político y simbólico, son bastiones electorales de tremenda importancia en la política del Ecuador. En ellos, al menos desde el retorno a la democracia en 1979, ningún partido había logrado ganar elecciones al mismo tiempo. Como elemento adicional, podemos observar que este triunfo pone fin a 31 años de dominio del Partido Social Cristiano (PSC) sobre la alcaldía de puerto principal.
El segundo partido que más alcaldías alcanza es el Partido Social Cristiano que se consolida como el segundo partido con mayor éxito electoral, en promedio, desde el año 2000 y que mantiene un alto índice de triunfo a nivel cantonal. Sin embargo, la pérdida de su principal alcaldía y el que era considerado su bastión histórico hace que los otros triunfos casi hayan quedado fuera de la narrativa de sus principales representantes quienes han adoptado más bien una narrativa de derrota.
El tercer partido que más éxito ha tenido desde el año 2000 en triunfos electorales a nivel de alcaldías es el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik (PK) que repite su mejor cifra de 2009 con 26 alcaldías obtenidas.
A nivel de provincias, también RC es el partido más exitoso desde el inicio de este siglo y este año repite la cifra que obtuvo en las elecciones de 2009 con nueve prefectos electos, solo uno menos que en la elección de 2014 que fue su mejor año. En segundo lugar, se ubica PK con seis prefecturas que representa su mejor resultado desde el año 2000 y en tercer lugar el PSC con dos prefecturas.
Lo primero que se observa es el triunfo cuantitativo y cualitativo (por llamar de algún modo al valor adicional de capturar las ciudades más pobladas del país) de Revolución Ciudadana que hoy en día es la fuerza política más importante del Ecuador. Es inevitable, sobre todo si se considera el triunfo en Guayaquil y en Quito, preguntarse cómo lograron esos resultados que, ni siquiera en el tiempo en que Rafael Correa ocupaba la presidencia se había alcanzado. Una primera hipótesis que me atrevo a presentar es que justamente la ausencia del líder del partido contribuyó para este triunfo. Podría ser que RC, en ausencia de un liderazgo tan abarcador como el de Correa, aprendió y pudo hacer política local sin la constante mirada e intromisión del ex presidente en las campañas locales.
En términos de marketing político, “segmentó sus grupos objetivos”, lo que le permitió construir campañas con mensajes dirigidos a cada ciudad o provincia en función de las características y necesidades específicas de sus votantes. Así, la campaña de Quito y Guayaquil por la alcaldía no tienen casi nada que ver. En la de Quito, la figura de Rafael Correa está casi ausente y Pabel Muñoz es un candidato de corte técnico (tecnócrata dirán algunos) que se presenta como una alternativa solvente al desgobierno que la ciudad ha tenido desde hace casi una década. Una figura conciliadora, abierta al diálogo, con conocimiento de la ciudad, de planificación y de administración pública.
En la campaña de Guayaquil, Rafael Correa, aunque el hoy alcalde Aquiles Álvarez haya tomado distancia en algunas entrevistas, la evocación al ex presidente está mucho más presente y la campaña se centra en la persona de Álvarez quien además se muestra conservador en lo moral, quizás apelando al electorado desencantado de la alcaldesa Cynthia Viteri. Si esta hipótesis es cierta y RC puede combinar las recetas de partido nacional, tan usada durante la presidencia de Correa, y la de partido que juega en lo local, desarrollada en esta campaña, con seguridad tendrá una importantísima participación en las elecciones generales de 2025.
Otra hipótesis a confirmar en la elección de Quito es que la candidatura del ex alcalde, Jorge Yunda, contribuyó al debilitamiento de la división “correístas vs. no correístas”. El “enemigo” a derrotar por parte de la mayoría de partidos de derecha y centro derecha fue Yunda y ya no “el correísmo”, lo que le habría permitido a Muñoz desarrollar una campaña sin la animadversión que la etiqueta de “correísta” habría podido generar en la capital. Si esto es así, el adagio de “nadie sabe para quién trabaja” se aplicaría bien al candidato Yunda.
En lo que se refiere a la consulta popular, existe investigación que nos dice que el resultado de estos procesos electorales depende de la aceptación del gobierno. Esta literatura, nos hacía suponer, al menos a un sector de la academia, que era poco probable que el presidente tuviera éxito en su iniciativa.
¿Por qué entonces el presidente propondría una consulta para estas elecciones? Seguramente la respuesta oficial es “porque el país necesitaba estos cambios para luchar contra el narcotráfico”; sin embargo, con solo analizar el contenido de las preguntas propuestas, es evidente que, en el mejor de los casos, dos tienen relación con algún tema de seguridad, y que en general no responden a ninguna propuesta integral de seguridad ni de ningún otro aspecto. Son más bien una colección de preguntas de enganche a las que parecería muy difícil que un ciudadano diga que no. Entonces, lo que el triunfo en esta consulta representaba para el gobierno no era la provisión de herramientas de política pública, sino más bien un intento por dotar de algo de legitimidad a su gestión.
Sobre este tema, no hace falta plantear hipótesis porque, al parecer, se confirmó lo ya estudiado por la ciencia política con respecto a que los resultados de una consulta popular, sin importar mucho lo que se pregunte, dependen de la aceptación del gobierno que la convoca.
En el caso de los consejeros del CPCCS, aunque oficialmente no están vinculados con un partido político, en lo real sabemos que los electos forman al menos dos bancadas, una de la RC y otra del PSC. Este órgano del Estado conserva intactas sus facultades de designación de las autoridades de control por lo que, en términos políticos, este es otro triunfo más de RC en primer lugar y un premio de consuelo también para el PSC.
Como se mencionó al principio de esta columna, estos resultados ya han tenido consecuencias, de hecho, el presidente Lasso ha remplazado a algunos de sus ministros entre los que el más importante hasta el momento es el Ministro de Gobierno. Las funciones de este ministerio ahora recaen sobre Henry Cucalón, antiguo militante del PSC, quien goza de mucho prestigio en el escenario político y que es conocido por su capacidad de diálogo, tanto con sectores cercanos a la derecha como, incluso, con miembros de RC. Este nombramiento, no resulta extraño por la consideración de su perfil para el cargo, sino más bien por la respuesta positiva de Cucalón, quien, siendo un político del prestigio señalado, arriesga mucho vinculándose a un gobierno en profunda crisis, con un importante bloqueo en el legislativo y que no ha tenido la capacidad de gestionar políticamente sus propuestas. Con un gobierno sin la legitimidad buscada con la consulta y con una aceptación a la baja, el ministro Cucalón tiene en sus hombros la tarea titánica de encontrar los apoyos políticos necesarios que le permitan al gobierno culminar con su mandato sin tener que enfrentar nuevamente intentos de destitución.
Otra consecuencia ha sido el renovado interés de actores políticos de que el presidente active la “muerte cruzada”. Este mecanismo constitucional que en la práctica implica adelantar las elecciones y le permite gobernar al presidente sin Asamblea Nacional durante al menos seis meses resultaría atractivo para un presidente si, por una parte, tuviera alguna posibilidad de ser reelecto o si, por otra parte, resignado a dar un pie al costado, pretendiera cerrar con seis últimos meses de gestión. El problema está en que su partido no es, ni de lejos, una fuerza política que tenga la posibilidad de disputar la presidencia de la república en este momento (como muestran los resultados electorales), y en que su capacidad de gestión, incluso en aquello en lo que no depende de la Asamblea Nacional (como en política de seguridad o provisión de medicamentos a los hospitales públicos) ha sido deficiente, por decir lo menos, y nada garantiza que en sus últimos seis meses esto cambiaría.
Estando las cosas como están, el gran perdedor de este proceso ha sido el presidente y su gobierno y el segundo gran perdedor, a pesar de sus buenas cifras, PSC que culmina 31 años de control de Guayaquil. El gran ganador es el partido RC cuya principal debilidad en este momento es no haber generado nuevas figuras de alcance nacional (aunque como se mencionó, quizás eso justamente le benefició en estas elecciones), y PK que sigue creciendo y enfrenta una situación contraria a RC, con un partido eminentemente local al que le cuesta proyectarse a nivel nacional, como muestra la crisis de su bancada en la Asamblea Nacional.