Pareciera ser, que cada vez que el término de un año se aproxima, nos llenamos de metas para el siguiente, con la nostalgia de haber logrado muy poco o la pesadumbre de un panorama sombrío hacia el futuro. El ser humano por naturaleza desea la “felicidad” “el bienestar”, pero la mayoría de personas terminan expresando palabras que desdicen lo que anhelan, se auto sabotean inconscientemente al tener creencias de “desánimo, desesperanza, pesimismo”. Lo que expresamos verbalmente refleja lo que realmente creemos y nuestras creencias direccionan nuestros actos “queremos una cosa y terminamos haciendo otra”.
Hay muchas personas que expresan que si estuvieran en “otro país; otro trabajo; otro gobierno”, las cosas serían diferente, no se trata de desconocer lo que está sucediendo a nuestro alrededor, de tomar advertencias y precauciones sobre situaciones reales, se trata de que cuanto más nos concentramos en lo negativo que sucede a nuestro alrededor, cada vez más esta parte de la realidad empieza a sobredimensionar y afectar nuestra forma de sentirnos, pensar y actuar, este sentir permanente, nos termina convirtiendo en un agente multiplicador de nuestras emociones y pensamientos negativos, generando una atmósfera de pesimismo y resignación.
Los invito a desenfocarnos de nuestras carencias, de las situaciones de peligro, de los actos de corrupción, y todo aquello que es de conocimiento público, no repliquemos, ni repitamos aquello que ya todos sabemos, seamos portadores de la verdadera esperanza “de buenas nuevas”, siendo gratos y enfocándonos en lo bueno, en la gente maravillosa que está a nuestro alrededor, en aquellos actos de bondad y solidaridad que aún muchos lo hacen, retomemos la fe en el Dios Supremo quien nos dice “Los planes que tengo para ustedes son planes de bienestar y no de calamidad , a fin de darles un futuro y una esperanza” (Jer. 29:11). Tomemos acción para generar atmósferas de luz y esperanza.
Cada año que inicia es un alto que nos debe llevar no al lamento sino a la autoevaluación, la reflexión y el deseo ferviente de hacer de nosotros una nueva versión, no basta de llenamos de buenos propósitos, los cuales en muchas ocasiones nos resulta difícil lograrlos, quizá porque son muy altos e irreales o porque nos ha faltado constancia en el trabajo por alcanzarlos.
En una conferencia que escuché de Humberto Ramos, una de las frases que cautivó mi atención fue: “Por los sueños se suspiran, por las metas se trabaja”, soñemos sí, pero que esos sueños se conviertan en metas que nos permitan establecer planes de acción que nos lleve a tomar acción sobre lo que estamos haciendo actualmente, para direccionarlos al trabajo persistente en aquello que deseamos. Trabajemos cada año para lograr una mejor versión de nosotros mismos y de contemplar en esas metas cada una de las áreas de nuestras vidas (biológica; social; psicológica; espiritual), pues somos seres integrales.
Los animo a ser parte de los agentes de cambio, que generen una atmósfera de luz y esperanza en nuestro entorno de influencia para el 2023.