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investigadora del Galapagos Science Center y su equipo son los primeros en marcar ballenas azules

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A finales de septiembre de 2021, Daniela Alarcón, investigadora del Galapagos Science Center GSC, emprendió una expedición para intentar algo que no se había logrado antes: marcar ballenas azules en las aguas de las Islas Galápagos.

Se cree que la población de ballenas azules está aumentando en todo el mundo, pero sorprendentemente se han recopilado pocos datos sobre sus movimientos y hábitat, especialmente en Galápagos. Pero ahora, empieza una nueva investigación.

En colaboración con el Dr. Héctor Guzmán, experto en movimientos de megafauna e investigador experimentado en el marcaje y estudio de mamíferos marinos, del Smithsonian Tropical Research Institute (STRI), Daniela y su equipo, en un trabajo en conjunto con el Parque Nacional Galápagos, retornaron de una excursión de 10 días, financiada por el STRI, en las aguas tropicales que rodean las Galápagos, siendo los primeros investigadores en marcar con éxito esta especie de ballena en Galápagos.

El equipo de investigación logró etiquetar 10 ballenas azules en total, lo que permitirá recopilar una variedad de datos para entender mejor los patrones migratorios del animal más grande que jamás haya existido.

Desde 2012, Daniela realiza investigaciones sobre ballenas en Galápagos, a partir de su tesis de pregrado con la tutoría de Judith Denkinger, profesora de la Universidad San Francisco de Quito. En su trabajo documentó la abundancia y distribución de ballenas en las aguas de Galápagos. Después de pasar casi 7 meses registrando las especies de ballenas encontradas, Daniela fue testigo de lo que parecen ser avistamientos más frecuentes de ballenas azules, lo cual podría significar un posible aumento de la población de estas ballenas en el archipiélago.

Daniela Alarcón, Héctor Guzmán y Juan Pablo Muñoz investigadores e integrantes del equipo de expedición

“En las décadas de 1980 y 1990, los informes de ballenas azules eran escasos y estaban limitados a ciertas estaciones del año, sin embargo, nuestros datos más recientes del proyecto muestran que las ballenas azules están presentes en Galápagos durante todo el año”, comenta Daniela.

“Incluso cuando entramos en la década de 2000, los informes siguen siendo particulares, pero ahora, con el mayor esfuerzo científico durante los últimos cuatro años, el programa ha duplicado la información sobre lo que sabemos acerca de estos animales en las Galápagos. Los informes mundiales indican que las poblaciones de ballenas azules se están recuperando lentamente en número, pero ahora enfrentan otras amenazas”, añade la investigadora.

Entre estas amenazas se encuentra la pesca inccidental o ilegal, contaminación de los océanos, como plásticos y otros contaminantes, los peligros del tráfico de embarcaciones, y una temperatura de los océanos en aumento que podría afectar los recursos alimentarios de las ballenas azules.

Uno de los propósitos de Daniela es comprender mejor por qué las ballenas azules continúan llegando a las aguas tropicales de Galápagos, de dónde vienen y hacia dónde se dirigen. De esta manera, poder proteger su hábitat y supervivencia.

A partir de 2016, Daniela es la investigadora principal de un proyecto a gran escala que incluye expertos en diferentes temas relacionados con la conservación de estos animales, y que ahora realiza la toma de datos que incluyen muestras para análisis genéticos y de dieta, y el marcaje de ballenas. para comprender mejor sus movimientos, a más de las observaciones directas.

Pasamos muchas horas buscando ballenas en el amplio océano, y cuando vemos el chorro de agua desde la distancia, cambiamos los botes de una embarcación más grande a una Zodiac de 3 metros para acercarnos lo más posible sin molestar a lo que podría ser una ballena azul de 17 a 25 metros de longitud ”, explica Daniela. “Acercarse tanto a un animal que puede pesar cerca de 200 toneladas es un subidón de adrenalina”.

Al acercarse al animal, Daniela tiene la oportunidad de tomar imágenes para los catálogos de identificación fotográfica y Héctor Guzmán puede etiquetar a las ballenas cuando aparecen en la superficie. En otros casos, también le permite obtener una muestra de piel para pruebas genéticas y análisis de isótopos que luego son llevados al Laboratorio de Microbiología y Genética del Galapagos Science Center para su posterior análisis.

Al mismo tiempo, el equipo recopila imágenes de las ballenas con drones para estimar su tamaño y registrar aspectos como las condiciones climáticas que permitan tener una mejor idea del entorno en el que suceden los avistamientos.

Gracias a las 10 primeras ballenas azules etiquetadas se podrá rastrear sus ubicaciones exactas y saber si permanecen todo el año en las aguas tropicales o posiblemente viajan al sur o al norte en diferentes épocas del año. De esta manera, se espera entender con más información el ciclo migratorio y los motivos por los que las ballenas azules acuden en masa a las aguas en las Islas Galápagos.

Daniela comenta que se espera que las marcas duren al menos un año y recopilar información que les permita saber si las ballenas azules están en las islas para alimentarse, aparearse o incluso dar a luz.

Por otro lado, el análisis genético de las muestras de piel ayuda a proporcionar respuestas acerca del origen de las ballenas. Estas muestras también son utilizadas en el análisis de isótopos estables que proporciona datos sobre la dieta de la ballena azul.Lo que permite entender de mejor manera la estructura poblacional de estas ballenas en el Pacífico Este Tropical.

El objetivo de Daniela es “comprender mejor la población de ballenas azules en Galápagos centrándome en su dieta, genética y movimientos. Si podemos ver lo que está sucediendo con esta especie, entonces podemos explorar otras especies de ballenas”.

Las ballenas son fundamentales para la salud de los océanos e incluso para combatir el cambio climático, ya que ayudan con el movimiento de nutrientes dentro de los océanos debido a su enorme tamaño.

Además, las heces de las ballenas tienen un alto contenido de hierro y otros nutrientes que producen aumentos de productividad en los océanos. Esto crea grandes cantidades de algas que recolectan carbono de la atmósfera y proporcionan alimento a los peces y otras formas de vida marina.

“Me siento privilegiado de trabajar con ballenas y espero que al comprenderlas mejor podamos protegerlas para las generaciones venideras”, comenta Daniela, quien actualmente cursa sus estudios de doctorado en ciencias ambientales en la Universidad de Sunshine Coast en Australia.

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