Con la industrialización, la deforestación y la expansión agrícola, entre otros factores, las emisiones de gases de efecto invernadero han aumentado indiscriminadamente. Los científicos advierten de que, si continuamos bajo los mismos niveles de producción y consumo, los daños al planeta serán irreversibles.
Si se produce un incremento de la temperatura mayor a 1,5°C, el mundo vivirá calores extremos, periodos de lluvia prolongada, inundaciones, sequías y en general fenómenos atmosféricos cada vez más adversos. Esto afectará a la población mundial, con desastres frecuentes, escasez de alimentos, proliferación de enfermedades; además de los efectos en la naturaleza con un desequilibrio de ecosistemas que pondrá en peligro la biodiversidad, al extinguirse especies de flora y fauna, pérdida de los hábitats y por ende la capacidad de supervivencia de numerosas especies incapaces de adaptar sus necesidades a las nuevas condiciones ambientales.
Cuando hablamos de cambio climático debemos comprender, que se trata como la frase muy bien lo dice, cambio de clima, el cual se atribuye directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima, observada durante períodos de tiempo comparables.
El cambio climático, no es un mito, es una realidad, que genera grandes impactos en la agricultura, que es uno de los sectores más sensibles a las condiciones del clima. La FAO (2021) en su labor en materia de cambio climático, menciona que estas alteraciones del clima, amenazan nuestra capacidad de alcanzar la seguridad alimentaria mundial, erradicar la pobreza y lograr el desarrollo sostenible. Las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) derivadas de la actividad humana constituyen un importante factor causante del cambio climático, reteniendo calor en la atmósfera terrestre y desencadenando un calentamiento global.
El cambio climático tiene efectos directos, como indirectos en la productividad agrícola, entre ellos, podemos mencionar cambios en los regímenes pluviométricos, sequías, inundaciones y la redistribución geográfica de plagas y enfermedades.
Ecuador se caracteriza por ser un país netamente agropecuario, siendo este factor de vital importancia para la economía ecuatoriana, generando un sin número de beneficios como ingresos, empleo y sobre todo alimento para la supervivencia de la población. En el ámbito pecuario los sistemas de cría de ganado bovino se caracterizan por ser extensivos, de acuerdo a la FAO (2020), 5 millones de hectáreas son dedicadas a la ganadería con 4,1 millones de cabezas de ganado, con baja productividad (5,38 litros por vaca y una carga animal de 0,68 Unidad Animal por hectárea) y mal aprovechamiento de los pastos. Existen cerca de 300 000 explotaciones ganaderas, de las cuales, el 57% tiene una superficie inferior a 10 hectáreas. Cerca del 34% de la producción nacional de leche proviene de familias ganaderas que poseen menos de 20 hectáreas.
La falta de sistemas de manejo adecuados, implica altas emisiones de CO2eq por unidad de leche o carne, las cuales son inversamente proporcionales al nivel de productividad. La producción pecuaria es insostenible en algunas provincias del país, generando tres principales amenazas para el medio ambiente: i) pérdidas de suelo y riesgos de desertificación; ii) aumento de contaminantes y de las emisiones de GEI; y iii) extensión de la frontera agrícola.
El cambio climático ha sido reconocido como un desafío para el desarrollo de los países y para el bienestar de los ecosistemas y sociedades. Las emisiones de GEI siguen en aumento, generando incrementos de temperatura media global, aumento del nivel del mar, cambios en patrones de precipitación y mayor intensidad y frecuencia de eventos extremos. El estrés térmico y la disminución de la disponibilidad de agua, impactan la producción y la productividad ganadera, provocando una reducción en cantidad y calidad del forraje disponible, baja productividad y rendimiento, aparición de enfermedades en animales y plantas, menor disponibilidad de agua en los acuíferos, competencia por recursos naturales con otros sectores de la economía, pérdida de humedad del suelo por erosión.
En este panorama, los pequeños ganaderos son los más afectados, al enfrentarse con distintas barreras para aplicar prácticas de manejo ganadero más sostenibles y para construir sistemas de producción más resilientes.
Autores como Gerald et al. (2009), mencionan que la agricultura es extremadamente vulnerable al cambio climático. El aumento de las temperaturas repercute negativamente en la pérdida de la biodiversidad, así como, la creación de enfermedades y desastres naturales, además termina por reducir la producción de los cultivos deseados, a la vez que provoca la proliferación de malas hierbas y pestes; además los cambios en los regímenes de lluvias aumentan las probabilidades de fracaso de las cosechas a corto plazo y de reducción de la producción a largo plazo.
Como respuesta ante esta problemática, y a pesar de que el aporte del Ecuador a las emisiones globales de gases de efecto invernadero es menos del 1%, el país se ha comprometido a generar políticas, programas y proyectos que contribuyan con el compromiso internacional de limitar el alza de la temperatura en hasta 1,5°C.