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#MeDuelesEcuador

Tiempo de lectura: 2 minutos

Semanalmente me enfrento a una página vacía que debe llenarse con hasta 2000 caracteres sin espacios, a veces con una idea clara alrededor de la cual construyo una columna de opinión, otras intentando encontrar en los rincones de la mente algún tema que pueda resultar interesante; imagino que mi vivencia la experimentan frecuentemente los editorialistas, así como también le sucederá al pintor cuando se coloca frente a un lienzo en blanco a la espera de inspiración. Y me animo a escribir sobre un hashtag de Twitter que está dando mucho que decir.

#MeDuelesEcuador evoca acaso un sentimiento afligido por lo que se vive en el país. Hace poco, una figura pública nacional causó tendencia compartiendo con ese hashtag un trino sobre el Ecuador de hoy, llamando a la paz y clamando justicia, y dos fotos haciendo yoga. Esto desató innumerables reacciones e interpretaciones; hombres y mujeres han circulado con el mismo hashtag miles de imágenes exhibiendo cuerpazos, piel bronceada en traje de baño, con disfraces, en situaciones jocosas, fotos y caricaturas de políticos y de mascotas. ¿Intentó bajar la temperatura al caldeado momento político? ¿Se equivocó al unir el mensaje con esas fotos?

En este caso, la realidad superó al hashtag. El tema es que las redes sociales son una especie de puerta abierta al campo; todos pueden interactuar allí casi sin límites, incluso clandestinamente, como también generar reacciones muy disímiles y de todo calibre.

Si el internet y las redes sociales no se usan con buen juicio, con criterio racional y moral, se convierten en espacios peligrosos propicios para construir verdades paralelas, capaces de causar daño a personas, sociedades, y hasta a los países, por ejemplo, cuando se realizan importantes procesos democráticos y políticos. Advertidos estamos de que para entrar a las redes sociales se lo debe hacer con las neuronas bien puestas, con lupa, también con armadura y espada. Por tantos motivos, #MeDuelesEcuador. (O)

Texto original publicado en El Telégrafo

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