Las redes sociales se han convertido en la plataforma por las cuales los candidatos que participarán en las próximas elecciones, previstas para el 7 de febrero próximo, tratan de llegar al electorado, como una opción ante las restricciones en las concentraciones y caravanas planteadas por los organismos de control electorales.
Los candidatos han recurrido a estas plataformas porque, a causa del virus Covid-19, no pueden tener presencialidad. La radio y televisión han dejado de ser medios de interés publicitarios, mientras que en las redes sociales ocurre todo lo contrario. La cantidad de usuarios que tienen y el bajo costo de la publicidad, las ha convertido en el medio más utilizado, para promover su campaña. A ello se suma que el presupuesto, asignado en este proceso electoral es reducido y no alcanza para repartirlo, entre tanto candidato.
A través de las redes sociales se apuesta por los grupos jóvenes, sin mucha experiencia en la parte política, y a los cuales quieren convencer de que ellos van a ‘salvar’ al país (los políticos). También busca entre la clase media baja, a grupos de consumo de redes sociales. Sin embargo, la campaña en estas plataformas no son informativas, más bien son campañas de revanchismo, en la que el objetivo es denostar a los candidatos con frases y palabras que, posiblemente, en la radio y la televisión no tendrían cabida.
A través de las redes sociales se busca a un público que se deja llevar, más por la emoción que por el intelecto, es decir cumplen el papel que antes hacían los pasquines y que difundían una campaña sucia, denigrante. Para eso se está aprovechando las redes sociales, para llegar a quienes posiblemente todavía no deciden su voto y que a lo mejor no tienen mucha preparación o interés por la política.
A través de las redes sociales se busca a un público que se deja llevar, más por la emoción que por el intelecto, es decir cumplen el papel que antes hacían los pasquines y que difundían una campaña sucia, denigrante
Los candidatos que ya tienen un apoyo interesante de sus adeptos, ahora van detrás de ese grupo que todavía no se decide; por ahí está dirigida la campaña de los estrategas políticos.
En otro aspecto, hay desventajas porque muchos candidatos iniciaron su campaña el año anterior en redes, en contra de lo establecido en la ley. En los medios solo hablan de estos candidatos ya sea por temas de corrupción o de gobernanza por lo cual han ganado mucho espacio de forma gratuita. Si hubiera la posibilidad de hacer una campaña mucho más grande, con más recursos, se podría cambiar las preferencias electorales, pero en los actuales momentos es muy difícil.
Pese a que hay un control establecido para la difusión de mensajes, en especial en redes sociales, es muy difícil que el Consejo Nacional Electoral (CNE) revise el tipo de contenido que se presenta. Inclusive un meme puede ser un elemento promocional para una candidatura y mientras no haya ética por parte de los candidatos, de quienes hacen las cosas mal, será muy difícil este tipo de control. Las autoridades no van a poder controlar esto; si no lo hacen en las calles y en algunos medios, mucho peor lo harán en las redes sociales.
Si hubiera alguna normativa debería haberse difundido con mucha anticipación, por eso es muy difícil lograr un control y peor aún sanciones.
El realizar una campaña a través de redes sociales es algo muy peligroso. La presencia física nos dice mucho más que una fotografía o un video del candidato, porque permite una mejor percepción humana del individuo.
El riesgo es que se aprovechan de eso, porque con los videos, las imágenes y el audio hay una gran influencia en la ciudadanía, en especial si no poseen un pensamiento crítico para reflexionar más allá de una simple muestra visual.
En algunos candidatos es evidente el engaño haciendo promesas y ofrecimientos difíciles de cumplir a cambio de votos. El ofrecer empleo, dinero fácil, hacer grandes obras en solo cuatro años o resolver los problemas del país en tiempo récord, es demagogia pura.
Resolver los problemas del país tomará unos 15 o 20 años, siempre y cuando se opten por decisiones adecuadas. Está claro el engaño y esto se refleja más en las redes sociales.
A ello se suma un CNE muy débil y un Tribunal Contencioso Electoral (TCE) revanchista. Los líos entre estos dos organismos electorales ocasionan temor en la ciudadanía ya que se pone en peligro el sistema democrático del país por cuestiones políticas y personales.
La ciudadanía entra a un proceso electoral muy desinformado porque son 16 candidatos donde, posiblemente, habrá dos o tres buenos y no hay el tiempo suficiente para entender sus propuestas. Llegamos a la conclusión de que no se puede elegir a los mejores y en una segunda, es muy posible que debamos elegir entre los malos y los más malos.
La ciudadanía tampoco da mucha importancia el tema electoral porque está viviendo una pandemia y tal vez irá a votar por la necesidad de tener el papelito, por lo cual no lo hará muy reflexivamente y los resultados pueden ser muy negativos para el país.
El Ecuador necesita reflexionar para elegir al mejor postulante ya que de ello depende el futuro político y económico del país.