Venezuela acaba de vivir unas elecciones atípicas de parlamentarios, sin participación de la oposición, con excepción de los grupos aliados al chavismo, ante opositores, que pasarían a ser ahora la oposición oficial. Ahora el futuro político electoral de ese país es incierto, tal vez tanto como el panorama económico.
Todo lo político está relacionado con el tema económico y por ambos lados hay un gran desgaste en ese país, la República Bolivariana de Venezuela como la bautizó el fallecido Hugo Chávez. Sobre el tema electoral no hay mucha cosa que decir, es un sistema maniatado, un poder obsecuente con el chavismo.
El intentar decir que un partido o un grupo de personas ha ganado las elecciones de forma mayoritaria, con un alto abstencionismo, da una idea clara de que es imposible hablar de elecciones democráticas en Venezuela, tal vez por eso el ex presidente Rafael Correa, uno de los veedores del proceso junto con Gabriela Rivadeneira y Ricardo Patiño, haya dicho que el sistema electoral venezolano es uno de los mejores del mundo.
Solo eso ya desdice todo el proceso electoral y habla, sobre todo, de la calidad de democracia representativa instaurada en ese país. Entonces, de qué democracia hablamos en Venezuela.
Por el lado económico, tampoco hay mucho que decir más allá de cómo subsisten los venezolanos con el hambre, la desocupación, las tarjetas de alimentos y la inestabilidad económica generalizada La gente tiene menos que comer, ni siquiera puede acceder a los servicios básicos como el de la energía eléctrica.
Venezuela es un problema para la región y el mundo cuya solución habrá que encontrarla, ¿cómo? Pues tal vez con mayor presión y un apoyo mucho más decidido y más pragmático desde el exterior. Si bien por el lado económico se ha presionado mucho, sobre todo desde la Unión Europea y los Estados Unidos, tal vez lo acertado sea un cambio de estrategia de lo contrario, Venezuela seguirá cayendo en el precipicio tanto en lo político como en lo económico.
Las últimas elecciones mostraron a un Nicolás Maduro solo, apalancándose en el apoyo de Cuba, Nicaragua, Rusia…, acompañados de los países del eje del llamado Socialismo del siglo XXI encabezado por Evo Morales, Cristina Fernández, Daniel Ortega y Correa. Ahí está su realidad.
Las parlamentarias, sin embargo, lo que han hecho es darle un respiro político a Nicolás Maduro y sus amigos al interior de Venezuela, porque se quita de encima a la oposición de hace cinco años, encabezada por Juan Guaidó, quien seguramente perderá peso para mantener las designaciones oficiales en el exterior en su gobierno interino.
Eso hace más desoladora la parte de la economía venezolana que sobrevive exclusivamente del petróleo, porque no hay producción ni exportaciones. Gracias a sus reservas puede seguir alimentando las arcas ya ni del Estado, sino del régimen chavista, aunque sea solo para pagar la nómina de su aparato burocrático y de las Fuerzas Armadas.
Venezuela está a la deriva, sobre todo en estos momentos que el mundo vive con la pandemia del coronavirus. ¿Quién va a ayudar a ese país a partir del próximo año con todo bajo el control del chavismo? ¿Quién se va a arriesgar a enviar ayuda humanitaria? Ese país tiende a paralizarse. Es un cuadro desolador si se compara lo que fue Venezuela hace 20 años con el panorama de hoy.
La institucionalidad ha desaparecido, solo hay que hablar de Maduro y su gobierno porque hay una estructura del narcotráfico enquistada en el poder, denunciada por los organismos antidrogas de Estados Unidos.
De ahí que asusta las declaraciones del expresidente Rafael Correa, quien fue capaz de defender un régimen como el chavista, en las actuales circunstancias, y a su sistema electoral que conoce los resultados de las votaciones incluso antes de ser convocadas.
Las declaraciones del expresidente deberían ser un llamado de alerta sobre todo en países como Ecuador, que están a las puertas de un proceso electoral. Es bastante deprimente ver a Rafael Correa o Evo Morales como observadores electorales, pero es lo que le queda al régimen chavista como respaldo internacional en la comunidad latinoamericana, porque ni la Unión Europea ni la OEA respaldan a ese gobierno.
Y Rusia, otro país que respalda a Maduro, está muy lejos de ser la potencia protagonista de la Guerra Fría, porque tiene el mismo Producto Interno Bruto que Francia e Italia. Es una potencia que ya no provoca ningún frío.