Las elecciones del 3 de noviembre en Estados Unidos mostraron un país polarizado; una división que se ahondó todavía más con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La cara opuesta de lo que significó los ocho años de Barack Obama, un gobierno aceptado tanto por el Partido Demócrata como por el Republicano, porque tendía puentes y fomentaba el diálogo.
Si siguiera Trump en el poder esa división seguramente se habría fracturado todavía más. Solo la campaña fue tierra fértil para que los republicanos más conservadores pudieran acusar a los demócratas de socialistas, comunistas y hasta marxistas. Llegar a afirmar qué Estados Unidos se convertiría en una Cuba o Venezuela si Joe Biden llega a Washington fue un despropósito.
¿Cómo sería Estados Unidos con cuatro años más en la línea política de Donald Trump? El 3 de noviembre se dibujó un nuevo mapa político en Estados Unidos, sin duda, que Biden tendrá la oportunidad de cambiarlo.
Biden ha comenzado a enviar mensajes para unir al país, a la sociedad norteamericana, en pos del acercamiento entre ambos partidos. Es un discurso nuevo que se comienza a escuchar después de cuatro años de ataques y confrontaciones.
El anunciado como discurso a la nación de Biden, del viernes 6 de noviembre, finalmente se convirtió en la tercera apelación a la calma y a la legalidad del escrutinio cuando mantenía una significativa ventaja en Pensilvania, Arizona y Nevada y sigue al frente en Georgia, el bastión republicano. Antes de asegurar su triunfo en Pensilvania y obtener 290 votos electorales.
Mientras Trump, fiel a su estilo, comenzó a pedir la renuncia de un responsable de los noticieros de Fox porque se había llamado a Biden presidente electo. La cadena CNN hizo públicos dos memorandos de Fox News en los que pedía a sus presentadores no referirse a Biden como el presidente electo y abstenerse de usar afirmaciones que dieran a entender a los espectadores que Biden tenía los suficientes votos electorales como para obtener las llaves de la Casa Blanca.
Hay una respuesta diferente de Biden a la sociedad norteamericana, distinta a las de Trump, quien calificó a Pensilvania como el estado más corrupto. ¿Por qué? Porque Pensilvania concentra el mayor número de votantes. Ahí hay un compás de espera hasta que lleguen todos los votos emitidos vía correo, al igual que los de fuera del país, en su mayoría militares. Su derrota en Pensilvania se confirmó el sábado 6 de noviembre
Trump acusa a Pensilvania de ser el Estado más corrupto; sin embargo, todos los días sale en la televisión los lugares donde se ha hecho el conteo de los votos; la infraestructura de control electrónico, con muchas cámaras ubicando a los representantes de los partidos; también hay denuncias de que los representantes del Partido Republicano fueron alejados de los sitios de control, como si hubiese habido premeditadamente una intención de cometer fraude.
Biden gana con el voto popular y el voto electoral, ahora la pregunta es ¿quién puede convencer a Trump de que debe reconocer la derrota?, ¿y hasta cuándo va a estar aferrado a la Casa Blanca? Hay una fecha tope, el 14 de diciembre cuando los representantes de todos los estados van a la Cámara y al Senado y con las solemnidades del caso pueden decir estos son los resultados finales.
En la tradición democrática estadounidense, además, existe un proceso de transición con personas que representan al presidente saliente y al electo. De ahí que hasta políticos republicanos comenzaron a cuestionar a Trump al pedirle aceptar la derrota, pese a que, en estos momentos, se ha convertido en el mayor líder del Partido Republicano.
Lo que se debe reconocer en Trump es su lucha sin cuartel en la campaña durante los últimos dos meses con una gira por todo el territorio estadounidense a pesar de las críticas por exponer a sus asesores y equipo al Covid-19, porque trabajaban sin mascarillas y sin la bioseguridad necesaria.
Uno de los primeros pasos que debe dar Biden es reconciliar a la sociedad norteamericana y tiene experiencia; ha sido representante de la Cámara y del Senado por más de 30 años; tiene todo el respeto de los líderes del Partido Demócrata. Además, ya comenzó a recibir el beneplácito y apoyo de la comunidad europea, India y la misma China.
Estados Unidos tendrá una vicepresidenta, Kamala Harris, con ascendencia India; es la primera mujer de color en llegar a es cargo. Es como asistir al fin del dominio de una corriente nacionalista representada por Trump versus la integración y el multilateralismo.
Kamala Harris fue la primera en dar su discurso en Wilmington, Delaware, el sábado 7 de noviembre en la noche y hay una frase que caló muy hondo: “Yo seré la primera mujer en esta oficina, pero no seré la última, porque toda niña pequeña que esté viendo esta noche esto, verá que este es un país de oportunidades”.
Biden podría retomar todo lo que hizo Barak Obama en ocho años, sobre todo en materia de salud y política internacional; ver cómo se aborda la relación con quienes se señalan como enemigos de Estados Unidos: China, Rusia, Corea del Norte e Irán. Esos son los cuatro rivales que debieron haber esperado para festejar la derrota de Trump. Hay mucha tela que cortar por esa parte.
Biden no solo tiene la votación electoral sino también el voto popular que lo convierte en el Presidente electo; es decir, puede intentar un acercamiento entre los dos partidos para que se mantengan como la base de la democracia y la alternabilidad. Las elecciones en el mundo son los cimientos de la democracia.
En su discurso de victoria frente a partidarios en su feudo en Wilmington, Delaware, el sábado 7 de noviembre en la noche, aseguró que el pueblo les ha entregado una victoria clara, una victoria convincente y pidió a los estadounidenses que dejen de tratar a sus oponentes como enemigos al prometer hacer que Estados Unidos vuelva a ser respetado en todo el mundo. Un primer paso en firme.
La mayoría de líderes de todo el mundo ya enviaron sus felicitaciones a Biden, en un tácito reconocimiento de su victoria, pese a que Trump se niega todavía a reconocer la derrota. Un derrota esperada por todos, menos por él. “No voy a ser el presidente que divida, sino el que una. Nuestros oponentes no son nuestros enemigos, son estadounidenses”, ha dicho Biden y las esperanzas están centradas en eso.