Planificar es importante, pero más importante es tener previamente claridad en la visión estratégica y contar con los grandes acuerdos sobre lo que necesitamos y queremos. Esta difícil hora exige preguntarnos ¿Cómo será la planificación para el desarrollo en el próximo gobierno? En el modelo constitucional vigente la planificación es herramienta fundamental del quehacer estatal, que por las circunstancias actuales debe servir efectivamente para superar la crisis.
Lo lógico es que un amplio acuerdo sea la base de las principales políticas de Estado -no de gobierno-, que solo después son puestas en práctica con planes, programas, proyectos, actividades y tareas. Pero sucede lo contrario en nuestro caso, el artículo 280 de la Constitución determina que el Plan Nacional de Desarrollo preside las políticas, el funcionamiento del aparato público, la programación y ejecución presupuestaria, la inversión y entrega de recursos, hasta “coordina” las competencias exclusivas entre el Estado central y los gobiernos autónomos descentralizados.
Así, el Plan es la “guinda del pastel” de una estructura concentradora de poder que tarde o temprano debemos cambiar; de esta forma, cuatro iluminados del gobierno de turno definen con su limitado enfoque el funcionamiento del Estado, reparten la plata y nos hacen degustar el buen vivir. La participación ciudadana solo queda en el papel, aplastada por la pomposa “socialización”, simple exigencia burocrática para difundir a medias lo planificado, para gastar ingentes recursos movilizando adeptos que aplauden sin que importe lo sustancial.
Tarea inicial del nuevo gobierno será buscar un gran acuerdo nacional que posibilite arribar a políticas que delineen “nuestro plan”. Hasta eso, como ciudadanos responsables debemos enterarnos sobre los planes de gobierno de los candidatos y contrastarlos con sus discursos, para no caer en las trampas de ciertos indeseables ilusionistas de la política criolla. (O)