Seis universidades del país tienen el visto bueno del COE-N para retomar sus actividades presenciales progresivamente. ¿Cuán importante es la presencia física del docente en el desarrollo de las clases?
El principal recurso con que cuenta el docente durante el proceso de enseñanza y aprendizaje es su interacción con los estudiantes. El lenguaje es el mediador por excelencia, es decir, es la principal herramienta con que cuentan profesor y estudiantes para lograr el desarrollo de competencias, que involucran contenidos, destrezas y actitudes.
La interacción puede darse de forma presencial o remota, especialmente con los recursos propios de la Web 2.0, que permiten al usuario asumir un rol activo en el desarrollo de contenidos y actividades en un entorno virtual. Por ejemplo, las plataformas para reuniones virtuales (Zoom, Discord, Google Meet), los recursos que permiten edición colaborativa (Google Drive, CmapTool, entre otros), las herramientas para desarrollar presentaciones interactivas (Genialy), entre otros, permiten generar formas de interacción a distancia que eran impensadas hace 10 años. Por esta razón, el acceso a Internet de profesores y estudiantes es un criterio relevante al momento de evaluar la necesidad o urgencia de regresar a la modalidad presencial.
Por su parte, en Educación Superior los estudiantes han alcanzado un nivel de maduración cerebral que, si bien no lo asegura, sí aumenta las posibilidades de mantener la concentración, disciplina y autonomía necesarias para sostener el proceso de enseñanza y aprendizaje no presencial. Es por esto que antes de la pandemia por COVID-19 ya encontrábamos una gran cantidad de programas de educación superior en modalidad online, a diferencia de la formación escolar, en que a menor edad de los estudiantes, mayor acompañamiento requieren de un adulto en casa. Por eso, la educación escolar a distancia, previo a la pandemia, se reducía a un número minoritario de estudiantes, a diferencia de la educación superior, que cuenta con una amplia oferta en modalidad virtual.
El área de formación profesional también incide en la necesidad de presencialidad para resguardar el proceso de enseñanza y aprendizaje. Por ejemplo, aquellas carreras profesionales en el área de las artes (como artes escénicas, diseño, música, artes plásticas, entre otros), involucran actividades que requieren formas de interacción más complejas, que permitan combinar sonidos, observar desde distintos ángulos, actuar conjuntamente, ajustar movimientos y formas. También, en aquellas profesiones del área de la salud – que involucran la observación, monitoreo y tratamiento de pacientes – la interacción presencial adquiere un lugar central.
En cuarto lugar, es necesario mirar qué actividades o materias dentro de cada carrera requieren formas de interacción más complejas. Por ejemplo, en las actividades prácticas la presencialidad suele ser bastante relevante, pero no así mismo en materias con un componente principalmente teórico. Por ejemplo, un curso de teorías psicológicas probablemente tendrá una menor necesidad del componente presencial, que una materia de herramientas clínicas en la carrera de Psicología. O un curso de modelado en yeso probablemente requerirá formas de interacción más complejas que una materia sobre historia del arte. Aquí, hay que considerar que un buen diseño instruccional online puede funcionar de forma bastante efectiva en reemplazo de la presencialidad, siempre que sea planificado, implementado y evaluado con rigurosidad.
Un quinto criterio a considerar es en qué etapa del proceso de formación profesional están los estudiantes. Por ejemplo, los estudiantes de primer año de carrera necesitan familiarizarse con el funcionamiento de la universidad, con los recursos que dispone, con los reglamentos vigentes. Necesitan conocer a administrativos y docentes, vincularse con la comunidad universitaria y sentirse parte de ella. Para este grupo de estudiantes la presencialidad puede ser muy relevante o, en caso de sostenerse en la virtualidad, requerirán una serie de dispositivos que les permitan desarrollar sentido de pertenencia, vínculos y compromiso con su proceso de formación. En el otro extremo nos encontramos con estudiantes que están finalizando su proceso de formación y tienen mayor necesidad de cerrar un ciclo, despedirse, observar lo aprendido con perspectiva. Para esto la presencialidad puede ser un tremendo aliado.
Finalmente, será necesario mirar las particularidades de cada institución universitaria. Analizar qué posibilidades ofrecen las instalaciones físicas para sostener la presencialidad con el cumplimiento de protocolos de bioseguridad. Revisar el tamaño de los espacios, los accesos, la ventilación, entre otros. Otro aspecto que es propio de cada institución es su modelo pedagógico. Éste también incidirá en la necesidad de mayor o menor presencialidad para el desarrollo de las actividades. Por ejemplo, un estilo de clases con interacción limitada a preguntas y respuestas, puede trasladarse a la virtualidad con mayor facilidad que un enfoque práctico y colaborativo. En estos casos, la presencialidad resuelve bastantes desafíos, que en la enseñanza virtual requerirán un diseño instruccional más sofisticado.
Por las razones antes mencionadas, la pregunta sobre la importancia de la presencialidad debe ser respondida desde la particularidad de cada institución educativa y su respuesta es resultado de un análisis multidimensional. Los criterios aquí expuestos son algunos que considero relevantes: acceso a Internet de profesores y estudiantes; grado de autonomía de estudiantes; área de formación profesional; tipo de actividades pedagógicas; etapa de formación profesional (énfasis en inicio y cierre de procesos); y particularidad de la institución (infraestructura y modelo pedagógico).
¿Cómo afecta el sentido de comunidad las formas de interacción pedagógica?
El sentido de comunidad es especialmente relevante para el proceso de formación universitaria, porque enriquece la interacción y ofrece una base de confianza al asumir el riesgo de aprender.
El sentido de comunidad emerge en la medida que nos sentirnos parte de un grupo humano, nos identificamos con sus integrantes y confiamos en que se resguardará el bienestar de quienes forman parte de él. Por eso, el sentido de comunidad aumenta significativamente las posibilidades de asumir riesgos, explorar, construir conjuntamente, negociar y colaborar, por medio de formas de interacción conjunta que potencian el desarrollo de los estudiantes y, a su vez, que resguarden su integridad en el proceso creativo y arriesgado de aprender.
Por lo anterior, al seleccionar actividades presenciales dentro del proceso de formación universitaria, aquellas que desarrollan, mantienen y fortalecen el sentido de comunidad, debieran tener un lugar prioritario. Los ritos son claves para esto.
En cualquiera de sus modalidades (presencial, mixta, virtual), la universidad debiera mirar qué ocurrirá con sus actividades de bienvenida e inducción de estudiantes nuevos, con sus ceremonias de graduación, con el reconocimiento de logros en el proceso formativo. Eso no es accesorio al proceso, al contrario, permite construir una base de confianza, pertenencia e identidad, necesaria para el aprendizaje.
¿Se puede producir una sinergia entre lo presencial y lo tecnológico, para el beneficio de la educación superior?
Sí. Las tecnologías llegaron para quedarse en los procesos de formación universitaria. Hoy día se puede diseñar actividades con invitados extranjeros, generando diálogo constructivo más allá de los límites geográficos de la institución educativa. También se puede llegar a un mayor número de estudiantes, que antes no podían acceder a la educación superior. Las tecnologías permiten hacer más eficientes los procesos, agilizar las formas de comunicación e información con estudiantes, acceder a recursos bibliográficos diversos y herramientas profesionales actualizadas.
Las posibilidades que se abren son enormes. Y las preguntas que debieran orientar la toma de decisiones son: ¿Cómo diseñamos un proceso formativo que integre actividades conjuntas, donde las formas de interacción permitan a los estudiantes alcanzar niveles de desarrollo que no alcanzarían de forma aislada? ¿Qué recursos materiales y digitales enriquecen esas formas de interacción? ¿Qué herramientas prácticas y teóricas permiten potenciar las formas de analizar, decidir y reflexionar sobre la propia práctica? ¿Qué formas de interacción podemos construir en la virtualidad y cómo éstas se combinan con formas de interacción presencial? ¿Cómo fortalecemos el sentido de comunidad?
En respuesta a estas preguntas, podemos optar por distintas modalidades de formación. Aquí no hay receta. Habrá quienes continúen con una modalidad mayoritariamente presencial, aprovechando la tecnología para dar acceso a recursos sin fronteras geográficas; también habrá quienes diseñen un sistema mixto, que combine actividades presenciales y no presenciales, facilitando el acceso y la flexibilidad en los procesos de formación universitaria. Y habrá quienes se queden en la virtualidad, orientando el desarrollo del equipo académico hacia la exploración, uso y evaluación de recursos, plataformas, redes profesionales y académicas disponibles para la enseñanza online.