Más de 1,7 millones de estudiantes acaban de empezar el nuevo ciclo académico en la Sierra y en la Amazonía. La disposición del gobierno es que se continúe con las clases virtuales, para prevenir contagios de Covid-19.
Es natural que, cuando se trata de combatir a una pandemia, en los planes de salud pública prime la prevención. La lógica determina, claramente, que es mucho mejor prevenir que lamentar. Desde esa perspectiva, por lo tanto, habría que seguir con clases virtuales hasta el mismo momento en que contemos con la ansiada vacuna generalizada contra el Covid-19.
Sin embargo, parece ser un hecho que la pandemia no va a ser superada tan fácil o rápidamente. Siendo optimistas, la llegada de la vacuna generalizada contra el Covid-19 a todos los ciudadanos en nuestro país podría ser una realidad que ocurra en algún momento del próximo año. Es decir, estamos en medio de una condición sanitaria que probablemente no desaparecerá por un buen tiempo. Y aun cuando llegue la ansiada vacuna, es imaginable que a ese deseado momento todavía le sigan un par de meses de desasosiego, porque difícilmente el temor del contagio desaparecerá completamente de un día para otro.
Si, entonces, estamos lidiando con la presencia de circunstancias sanitarias de larga duración, esta nueva realidad nos obliga a reflexionar sobre el asunto un poco más allá de lo que un primer nivel de lógica (prevención y punto) nos plantea.
Todos estamos aprendiendo a vivir esta nueva realidad. A veces hemos aprendido a las buenas, otras veces a las malas. Pero vamos aprendiendo. La vida continúa y hay que buscar formas de adaptarnos a nuestras nuevas circunstancias.
Las escuelas, colegios y universidades no pueden ser una excepción. De manera gradual, todos los centros de educación debemos ir planeando un retorno gradual a las aulas. Posiblemente esto sea hecho con el uso de un sistema híbrido (entre presencial y virtual). Debido a nuestras limitaciones de espacio (puesto que, naturalmente, debe mantenerse el distanciamiento social), las aulas, en la medida de lo posible, deberían usarse por grupos reducidos de estudiantes. Diferentes grupos podrían asistir a clases en días alternativos o inclusive en semanas alternativas.
En nuestra necesidad de adaptación debemos poner a funcionar toda nuestra creatividad, porque, claro está, no podemos descuidar la realidad de la pandemia. Las clases presenciales deben llevarse adelante con medidas de bioseguridad y aforo determinado. Y, junto con ello, debemos trabajar la corresponsabilidad en el cuidado, desde la premisa de que, si yo te cuido a ti, también me estoy cuidando a mí mismo. Con lo que se establece una nueva lógica relacional. Ésta sería la clave para trabajar.
Ahora bien, habría que preguntarse qué se está haciendo desde la institucionalidad para que este regreso paulatino vaya generando, también paulatinamente, la confianza que necesitamos.
Otra de las inquietudes existentes en docentes y padres de familia en este tiempo de exclusiva educación virtual es: ¿cómo evitar la deserción escolar con las clases en línea?
Luis Morales, director del Área de E-Learning de la Universidad de Galileo (Guatemala) ofrece las siguientes recomendaciones:
1. Curso de Inducción: antes de iniciar un curso virtual, debería ser obligatorio para todos los estudiantes participar en un curso de inducción, en donde ellos se familiaricen con la plataforma, conozcan como realizar las acciones básicas).
2. Ruta de Aprendizaje (este tipo de recurso permitirá visualizar las principales acciones que se llevarán a cabo a lo largo del curso y marcará el ritmo de trabajo.
3. Aspecto Social: Una de las principales causas de la deserción es la falta de comunicación y retroalimentación por parte del catedrático hacia el estudiante. El estudiante necesita saber con certeza que existe alguien detrás de la computadora que se preocupa porque se alcancen los objetivos. No olvide crear un foro para consultas técnicas y un foro de cafetería para promover la socialización entre los compañeros.
4. Monitoreo y Seguimiento: En muchas ocasiones el estudiante abandona el curso, sin que el catedrático y/o compañeros se percaten, es decir, de forma silenciosa los participantes se desmotivan y no continúan con sus estudios. Es importante contar con un rol en la parte administrativa del curso, que se encargue de generar informes/reportes periódicos de participación.