Los conflictos entre China y Estados Unidos solo se acentuaron en la administración de Donald Trump, aunque ya eran latentes desde mucho antes. La preocupación por el acercamiento de China con los países en vías de desarrollo, por ejemplo, viene desde comienzos de este siglo por la necesidad del gigante asiático de hacerse con los commodities de América Latina, de los minerales, el petróleo, las materias primas y los bienes primarios necesarios para su expansión en el mundo. Eso ayudó a subir los precios en los mercados.
El crecimiento de China en las últimas décadas ha sido impresionante y esto tiene un antecedente geopolítico. Cuando comenzó la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, China era apenas un país en vías de desarrollo con un Partido Comunista que se distinguía del Partido Comunista soviético. Así fue como se comenzó a hablar del comunismo chino y el comunismo soviético, enfrentados en todo el mundo. Cada uno con sus marcadas diferencias.
Estados Unidos comenzó a dar una gran apertura al comercio chino para lograr un equilibrio en su guerra fría con la Unión Soviética. Primero fueron los productos artesanales que empresas estadounidenses entusiasmadas comenzaron a importar. Los tejidos, la alfarería, la cerámica, entre otros. Fue un momento de fortalecer las relaciones comerciales entre ambos países.
Gracias a ese dinamismo comercial, los chinos pronto comenzaron a llegar a las universidades estadounidenses y europeas; se pasaban todo el día y los fines de semana en las bibliotecas absorbiendo todo el conocimiento posible mientras algunos americanos se pasaban de juerga, igual cosa ocurrió con los estudiantes indios y de Corea del Sur. Fue una especie de transferencia de tecnología y conocimiento hacía esos países.
Y ahora, décadas después, China se ha vuelto un gran competidor de Estados Unidos pese a no tener ni las libertades, ni la democracia de Occidente.
Tanto es así que a fines del siglo XX, China ya compraba muchos Certificados del Tesoro de los Estados Unidos y hasta acciones de grandes empresas que se cotizan en los grandes mercados del mundo, inversiones financieras de un país que jugaba un papel muy importante en la economía mundial por su volumen de comercio exterior.
China compraba papeles como cualquier inversionista internacional y Estados Unidos aceptaba vender sus Certificados del Tesoro porque como cualquier otro país estaba necesitado de recursos por arreglar su política fiscal deficitaria.
Luego vino el acercamiento con los países en vías de desarrollo que se mantiene y ha crecido, uno de los grandes proyectos de los últimos años ha sido el acuerdo del Asia-Pacífico Sur, en el que China ha desempeñado un papel muy importante.
El enfriamiento de las relaciones China-Estados Unidos llega a un punto de quiebre cuando Trump comenzó a poner aranceles a las importaciones chinas, bajo una serie de supuestos como por ejemplo que los chinos manejaban su comercio exterior con ajustes cambiarios y la devaluación de su moneda, para hacerlos más competitivos. Eso, según Trump, le permitía a China abaratar sus exportaciones y competir de manera desigual. La subida de los aranceles fue una estrategia de Trump para encarecer las exportaciones chinas.
China exporta a Estados Unidos muchos insumos, fertilizantes necesarios para la agricultura y también tecnología, los componentes que usan las grandes tecnológicas. China no solo vende productos finales a Estados Unidos sino también materias primas. Y gracias a eso, aumentó mucho su comercio y fue un factor decisivo a la hora de impulsar la globalización. En retaliación el gigante asiático incrementó también los aranceles a las exportaciones estadounidenses.
Trump en cierta forma se vio amenazado por el liderazgo comercial de China en el mundo y eso ha llevado la disputa hasta una pelea entre los artífices de las grandes tecnológicas.
La política del America First que ha caracterizado a la administración Trump ha hecho que Estados Unidos se repliegue y China se abandere más en el tema de la gobalización. Lo que deja Estados Unidos por minimizar el comercio mundial lo va recogiendo China.
Trump tiene la idea de que Estados Unidos debe producir más para abastecer sus mercados locales y comenzó a pedir a las empresas estadounidenses volver a instalar sus plantas industriales en territorio estadounidense, con el argumento de que se había debilitado el empleo.
Y ahora también reclama sacar las inversiones de China, donde están todas las multinacionales del mundo, no solamente de Estados Unidos. Eso es ir contracorriente de lo que ha sido el comercio internacional en los últimos años.
Asia-Pacífico sur
El conflicto China-Estados Unidos ha dado mucho que hablar en el mundo, pero es un conflicto entre dos países que no tendría por qué afectar el Acuerdo del Asia-Pacífico al que Ecuador se va incorporando de a poco, sobre todo con la firma del convenio con Chile. Después de todo, somos países soberanos con libertad para crear los instrumentos necesarios y facilitar el comercio.
La gente es la más beneficiada por este tipo de acuerdos, por la producción que se intercambia a menores precios por la liberación de cargas tributarias. Con el acuerdo, en unos años podrían habilitarse los vuelos intercontinentales desde la costa del Pacífico hasta los países del Asia. Así Ecuador tiene una gran ventaja por la costa saliente hacía el océano y por la infraestructura aeroportuaria y portuaria que en las últimas dos décadas se ha modernizado.
China, además, no se ha dormido en los laureles, sigue con fuertes inversiones en Brasil con grandes proyectos de infraestructura física y transporte: puertos aeropuertos y carreteras. Está muy activa en importantes obras que se construyen en Argentina y Uruguay. En Ecuador sus empresas han venido construyendo grandes proyectos en los que se incorporan además su maquinaria, equipos y la mano de obra técnica y especializada con los que se ejecutan estas obras. Adicionalmente, todos estos proyectos cuentan con financiamiento de la banca china bajo determinadas condiciones como que la maquinaria y los equipos necesarios sean adquiridos a empresas chinas.
Eso crea una dependencia tecnológica y comercial porque si estas maquinarias y equipos son chinos, pues los repuestos, el mantenimiento y la mano de obra deberá continuar siendo contratada con China.
Cuando China entra en un país lo hace con los estudios, las facilidades técnicas financieras y hasta el financiamiento. Eso significa que no hay concursos ni licitaciones para las grandes obras. No son las mismas condiciones que ofrecen los organismos multilaterales cuando otorgan créditos a los países, donde siempre hay concursos de por medio para acceder a las mejores condiciones técnicas y financieras. Lo de China son obras de llave en mano para que el proyecto funcione a su favor.
El problema es que ese tipo de contratación directa es terreno fértil para la corrupción. Algo muy palpable en Ecuador en la década pasada, porque estos proyectos grandes siempre necesitan contrapartes para ejecutar las obras. La supervisión de un proyecto, por ejemplo, es clave.
Los organismos multilaterales tienen un listado grande de empresas consultoras, asesoras y, sobre todo, fiscalizadoras, encargadas de analizar y controlar si los proyectos contratados con los recursos prestados están técnicamente bien ejecutados y de velar por el cumplimiento de las condiciones del contrato.