El manejo de Donald Trump de la crisis por la pandemia del coronavirus en Estados Unidos tal vez haya puesto en entredicho su liderazgo mundial, por el exponencial aumento de contagios y muertes, pero ese país no puede perder ese puesto por el bien de la democracia y las libertades.
Trump no ha hecho ningún caso a lo recomendado por los organismos de salud internacionales a los que hasta ha retirado el apoyo económico, sin respetar siquiera el uso de la mascarilla como mecanismo de prevención. Su vicepresidente Michael Pence recién comenzó a usar esa protección. Es como si para Trump no hubiera idea de que hay un nuevo mundo con la pandemia.
Lo saludable de la democracia en Estados Unidos es que hay instituciones consolidadas, con grandes corporaciones regadas en todos lados del mundo. Ese país tiene una ventaja tecnológica increíble sobre el resto de países; sus universidades y sus académicos gozan de una capacidad impresionante para adaptarse a las circunstancias. Sus instituciones reaccionan inmediatamente en casos de crisis como la actual. La Reserva Federal, que vendría a ser el Banco Central de Ecuador, ha salido a rescatar a todas las empresas afectadas por la pandemia del Covid con incentivos millonarios, al margen de la coyuntura electoral.
Muchos de los complejos momentos que vive Estados Unidos, por causa de la pandemia, están relacionados con esa coyuntura electoral por las elecciones presidenciales de noviembre de este año. La campaña de Donald Trump, más que preocuparse por superar la crisis del coronavirus, ha estado enfocada en intentar satanizar al Partido Demócrata, al que ha acusado de ser socialista e izquierdista, de que el socialismo está a las puertas. Y en mantener una guerra inútil por los aranceles, además de crear un muro con América Latina en la frontera con México.
Un discurso que le ha bajado puntos en lugar de subir su candidatura, a tal punto que ya comienza a repetir que no le quieren algo así como darse por vencido. Le será difícil levantar esa diferencia ganada por el candidato del Partido Demócrata. En estos momentos ni siquiera la vacuna contra el coronavirus podría ayudarle a subir en las encuestas, porque Trump ha votado a todos los que confiaban en él, empezando por John Bolton, quien sin pelos en la lengua a descrito su personalidad y comportamiento.
Nadie ha podido controlarlo en el manejo de su administración y la crisis sanitaria, ni siquiera sus más allegados.
Pero Estados Unidos no va a perder ni sus mercados, ni su tecnología ni la ciencia ni los recursos con los que cuenta por esta pandemia. Es lógico que le va a costar mucho levantarse, con una crisis de desempleo del 24 por ciento, pero en el momento en que ponga a funcionar la máquina de su economía las cosas de seguro van a cambiar porque es un país autosustentable en gran parte.
Cuando todos esos centros productivos se pongan a trabajar van a despuntar inmediatamente, hasta en medio de la coyuntura electoral.
Joe Biden tal vez no era la mejor candidatura, pero comparado con Trump ha logrado un repunte impresionante sobre todo con el apoyo abierto de Barack Obama. Las amenazas de que el socialismo va a llegar si Trump no es reelegido pesan cada vez menos. El poder blanco tiene muy poca incidencia y más todavía desde la muerte de George Floyd.
Joe Biden ha sido vicepresidente de Obama ocho años, luego ha sido un senador, un buen padre y esposo, parte de una familia tradicional americana. Y se ha rodeado de empresarios, académicos y científicos muy informados sobre la crisis sanitaria actual.
Ni las empresas ni las universidades pueden esperar el levantamiento del confinamiento en condiciones seguras de forma inmediata. Estados Unidos se demoró en aceptar la realidad de la crisis. Donald Trump se demoró. Y eso fue explotado por Biden.
Si Donald Trump pierde las elecciones lo más probable es que una administración de Biden busqué un acercamiento con Europa. La Unión Europea ha aprovechado esta crisis para fortalecer la OTAN, detener la carrera armamentista, diseñar nuevas políticas económicas y fortalecer la Organización Mundial de la Salud.
Los partidos Demócrata y Republicano han garantizado la democracia y las libertades a los largo de la historia de Estados Unidos y acusar a los demócratas de izquierdistas y socialistas está fuera de todo foco. Es un país con una economía muy consolidada.
Estados Unidos mantiene el liderazgo a pesar del surgimiento de nuevas potencias, porque cuenta con una democracia y libertades estables; después de la depresión de la Segunda Guerra Mundial todos los organismos internacionales se asentaron en ese país. La universidad norteamericana ha preparado a profesionales de todo el mundo, gente que ha llevado la tecnología y la ciencia a América Latina, Japón, China, Corea del Sur, India…
La estabilidad económica y política de Estados Unidos tiene su base en la ciencia, tecnología, democracia y libertad. Así gane o pierda Trump las elecciones en noviembre.