El confinamiento, a causa de la emergencia sanitaria en el mundo, aumentó la desinhibición en redes sociales de los usuarios de todas las generaciones. Los abuelos aprendiendo a hacer video llamadas, padres atreviéndose a utilizar la red TikTok, así como lo hacen sus hijos adolescentes, reuniones de trabajo por Zoom, reuniones sociales en Facebook e Instagram son solo algunas de las muestras.
De acuerdo a las últimas cifras, el 80% de las personas ha utilizado redes sociales y la mayoría se ha descargado una o dos nuevas aplicaciones de estas redes o de tecnologías para los webinars.
Además del notorio incremento de usuarios, se nota también un desplazamiento entre plataformas, con un retorno de usuarios a Facebook, o migraciones a WhatsApp. Solo esta última cuenta con más de 2 000 millones de usuarios, lo que supone más de un cuarto de la población mundial.
Pero, ¿qué sucede cuando una de estas redes falla?, simplemente los usuarios colapsan tal como ocurrió hace algunos días con un fallo en la red de WhatsApp. Para evitarlo existe la plataforma DownDetector, que continuamente informa lo que ocurre con las redes y además reporta los daños, para solucionarlos de inmediato y evitar que el sistema colapse. Por lo general, los daños pasan inadvertidos para los usuarios, porque las compañías periódicamente realizan tareas de mantenimiento en los servidores que soportan las estructuras técnicas de las plataformas.
Pero, cuando se produce un fallo en las redes sociales, se nota la influencia en el comportamiento de las personas. Puede resultar paradójico pero en estos momentos de confinamiento al no tener las redes sociales hay una falta de comunicación con los amigos y familiares que puede desembocar en problemas de frustración y aislamiento social al no tener como interactuar tampoco de forma virtual.
Otros problemas que surgen cuando hay fallos en estas plataformas de comunicación instantánea son los de ansiedad o depresión, en especial en los jóvenes. Hay estudios que señalan que, al no conocer lo que está pasando de forma local y mundial pueden tener altos niveles de estrés.
Lo positivo de estas caídas de las redes sociales es que al no contar con ellas podemos crear un mundo familiar y más conectado, donde exista una relación de persona a persona, es decir la conversación con padres, con abuelos, con los hijos… Actualmente vivimos en una sociedad globalmente conectada, pero localmente desconectada, con la tecnología muchos jóvenes, principalmente, están metidos en su mundo con su celular y se olvidan del resto y esa desconexión digital pone a prueba el grado de dependencia de las nuevas tecnologías y los dispositivos.
Se deberían establecer momentos en los que todos en casa se desconecten, en las reuniones familiares y al compartir los alimentos. Lo importante sería crear una regla o una política grupal, eso ayudaría mucho a ganar espacios de desconexión digital.
Esto, sin contar con que las redes sociales afectan también en la construcción o modificación del autoestima, porque se acomplejan antes de subir una foto a su perfil en Facebook, por temor a que los critiquen.
Vivimos en una sociedad digital y eso no es positivo ni negativo. En el caso de los niños de esta generación a pesar de haber nacido en la era de la digitalización deben tener horarios para el uso de la tecnología. Por las circunstancias actuales reciben clases por diversas plataformas y es necesario que utilicen las computadoras y los dispositivos móviles, pero luego su uso debe ser normado. Lo que se debe inculcar en ellos son las actividades manuales y jugar, es decir mantener una interacción física y alejarse un poco de la parte virtual.
De hecho, en países como los Estados Unidos hay ciertas instituciones educativas, que antes de la pandemia, prohibían a los niños usar los dispositivos móviles antes de los 8 o 9 años, para que prevalezca en ellos el contacto físico y más vivencial, que en definitiva les permitirá desarrollar su mente y su creatividad.
Sin embargo, Internet ha revolucionado en muchos ámbitos especialmente en las comunicaciones de una manera radical, al punto de llegar a convertirse en un medio global de comunicación. Hoy en día en nuestra vida cotidiana la utilizamos para casi todo desde tomarnos una foto, subirla y compartirla hasta hacer el pedido de una pizza. Antes, para leer un periódico se compraba la edición local hoy haciendo un solo click, obtenemos información al instante desde cualquier parte del mundo.
Pese a que Internet ha evolucionado mucho desde su creación que inicialmente fue una red estática concebida para transportar unos cuantos bytes o para enviar un pequeño mensaje, hay cantidades infinitas de información y la revolución en el siglo XXI surge con la aparición de la web 2.0, posibilitando el desarrollo de una nueva era en la Internet, que permitía el nacimiento e implantación de las redes sociales y de otras herramientas de comunicación interactiva. Ya no se trataba solo de una red de intercambio de información, sino en una herramienta sofisticada de trabajo de generación de contenidos y de comunicación entre individuos.
La tecnologías y las redes sociales nos permiten conocer y trasladarnos de un lugar a otro en segundos, vivir en un mundo paralelo como proponen algunos videojuegos, pero sobre todo en la vida real y de esa manera se convierte en global. Al vivir en una sociedad conectada es imprescindible tener acceso a estas comunicaciones a través de la Internet, porque nos permite desarrollar un trabajo multidisciplinario. Es una herramienta de la que hoy dependemos para hacer muchos procesos y lo que antes se hacía manualmente, ahora se hace de forma digital.
En esta era digital es imposible imaginar un mundo sin mensajería instantánea y por extensión sin aplicaciones, sería imposible volver a la era pre smartphone donde se conversaba con mensajes SMS.