Desde la primera semana de junio cerca de 11,5 millones de ecuatorianos que representan el 65% de la población y viven en 94 cantones de los 224 que tiene el país, conviven dentro del semáforo amarillo, es decir con medidas y restricciones un poco más relajadas de las establecidas en el semáforo rojo.
Un toque de queda más reducido, mayor movilidad y una ampliación del horario para las actividades comerciales, son algunos de los cambios que buscan dinamizar la economía nacional. Es necesario retomar dentro de lo posible, la normalidad del movimiento económico del país, más daño nos hará la recesión económica y el desempleo, que la carga del virus que hemos mitigado en algo, con tanto encierro.
La libertad individual de cada persona le permitirá medir su nivel de riesgo y su nivel de preferencia en cuanto a arriesgarse a cumplir sus actividades económicas o quedarse en casa, con el costo que eso implica para él o ella y la sociedad, la posibilidad de contagiarse. Las personas vulnerables deberán cuidarse mucho más, pero si alguien se siente capaz y está dispuesto a salir y trabajar con las medidas adecuadas de bioseguridad, cumpliendo lo dispuesto por las autoridades deberían hacerlo.
Sin embargo, no se debería aplicar la misma medida para todos. El porcentaje de personas que podrán acudir a las oficinas dependerá de cada empresa. En algunos negocios todavía será factible continuar con el teletrabajo, pero en otros, como las industrias que cuenten con suficiente espacio físico podrían reintegrarse hasta el 100%, por ejemplo en el área de la agroindustria, se puede continuar con los trabajos de fumigación porque poseen muchas hectáreas para cubrir.
En el caso de las oficinas es diferente, porque el objetivo es que no estén las personas muy cercanas entre sí, sino que cumplan el distanciamiento obligatorio. Y si no se cuenta con el espacio adecuado para cumplir esta medida, se podría ver la posibilidad de hacer turnos. Tanto para las empresas, las personas y la sociedad en general, es más conveniente tener libertad de decisión. El cambio de semáforo se puede ir ajustando a las nuevas circunstancias, pero en la situación actual, básicamente, solo la provincia del Guayas tuvo un efecto de la epidemia bastante grave, por el número de contagiados y fallecidos a causa del virus, el resto de las muertes promedio se mantuvieron en un nivel histórico.
En definitiva, las personas que de una u otra manera se van a reintegrar al aparato productivo del país deberán seguir todas las instrucciones y las medidas de bioseguridad señaladas por las autoridades, como mantener la distancia que es de 1 m a 2 metros, lavarse las manos con mayor periodicidad, usar mascarilla y evitar tocarse con las manos los ojos, la nariz y la boca.
Esto podría complicar un poco la situación de todos los cantones no solamente de los más pequeños, porque es imposible pedir a quienes viven en una zona densamente poblada mantener el distanciamiento. Solo por mencionar un ejemplo, el cantón de Samborondón, tiene zonas urbanas y rurales, su cabecera cantonal La Puntilla tiene un nivel de densidad poblacional diferente al resto de recintos, por eso no podemos aplicar las mismas reglas ni siquiera en un solo cantón. Yn en est contexto, la responsabilidad de decidir el cambio de semáforo a las autoridad de cada cantón es adecuada, sin embargo; les pasaron la decisión y no los recursos con los que podrían manejar la crisis adecuadamente, convirtiendo el manejo de la epidemia, en un tema más político que científico.
Se debería tomar como ejemplo los lugares en los que ha funcionado muy bien el control de la pandemia y los países que lo han sabido manejar con la distribución masiva y gratuita de pruebas rápidas, mascarillas y gel desinfectante. Con esos insumos la gente que puede reintegrarse a la economía, guardando las normas adecuadas. Afortunadamente, por el momento, ya tenemos en los hospitales camas y respiradores, que podrán utilizarlos quienes contraigan el virus de una manera más agresiva.
El manejo de esta emergencia fue muy difícil para las autoridades de todo el mundo, es fácil mirar para atrás y juzgar, todos somos unos genios después del resultado y eso es algo injusto. Las medidas se fueron tomando con la información que tuvieron en su momento y lo debieron hacer con el mejor interés para los ecuatorianos.
Otra cosa es que se destinen o asignen fondos para la emergencia y sean desviados. Ese debe ser un tema de control de las autoridades de Fiscalía, de Contraloría porque el hecho de lucrar vía corrupción con la compra de mascarillas, las fundas para los cadáveres en los hospitales y los sobreprecios en diversos insumos destapó otra pandemia que tenemos en el país: la corrupción. Estas acciones desde diversos frentes no deben quedar en la impunidad, tienen que ser debidamente sancionados.
Sin embargo, ya es necesario incorporarnos a la economía con los cuidados necesarios para protegernos nosotros y al resto. Debemos cuidar el empleo y la economía, a la par con la salud.