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La emergencia por el Covid-19 desnudó la realidad fiscal del Gobierno

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Con la emergencia sanitaria provocada por el coronavirus, el Gobierno se enfrenta a retos enormes para administrar la crisis que es también económica, social y humanitaria; el más importante, tal vez, achicar la carga burocrática que consume casi una tercera parte del Presupuesto General del Estado. No es una tarea sencilla, pero es posible comenzar por etapas.

En el gobierno de Sixto Durán Ballén, allá por 1994, se inició un plan para recortar unos 50 mil puestos del sector público; había un aparato burocrático que mes a mes dejaba sin recursos la caja fiscal. Hablamos de 50 mil empleos que para la época era un número muy significativo.

En esos tiempos funcionaba muy activamente el Servicio Ecuatoriano de Capacitación Profesional (Secap) y muchos institutos técnicos que fueron borrados del mapa con la nueva Ley de Educación Superior dictada por el anterior gobierno.

La estrategia fue hacer primero un mapeo de dónde estaban o qué instituciones concentraban el número más alto de empleados públicos y dónde los salarios más onerosos. Eran los años noventa en los que en el sector público todavía existían los contratos colectivos con grandes prebendas.

Fue una sorpresa detectar que en las Autoridades Portuarias trabajaba un oneroso e importante número de personas enquistadas desde años atrás, de la mano también con las empresas públicas petroleras, así como algunos ministerios y otras instituciones.

El Estado pagó altísimas liquidaciones para solucionar un problema de raíz con créditos de los organismos multilaterales, regionales y parte del Presupuesto del Estado. Lo curioso fue que en ese proceso identificamos a mucha gente deseosa de irse y además porque consideraban aceptable el monto de sus liquidaciones, pero también había gente consciente, sobre todo los más jóvenes, que preferían o querían trabajar en actividades privadas, en dependencia o propias.

Creció el objetivo de pasar del trabajo público al privado. Mucha gente entonces comenzó a planificar y ejecutar actividades que hoy se las conocen como emprendimientos. Aquí entonces el Gobierno encarga al Secap e instituciones similares para que crean y organicen programas de formación y readecuación profesional para quienes salían del sector privado. Instituciones financieras también crearon programas de crédito y asistencia técnica para que nuevos sujetos de crédito llevaran y sacaran adelante sus proyectos. También tuvieron una destacada actuación los institutos privados de capacitación que existían en la época.

Pasaron años de inestabilidad, por diferentes razones, con fenómeno de El Niño, crisis bancaria y dolarización hasta que llegó el llamado socialismo del siglo XXI, lleno de pompa.

Los emprendimientos nacieron con muchas menos oportunidades y horizontes de los que existen en la actualidad. Pasaron años de inestabilidad, por diferentes razones, con fenómeno de El Niño, crisis bancaria y dolarización hasta que llegó el llamado socialismo del siglo XXI, lleno de pompa. Una fastuosidad reflejada en esa imagen de Rafael Correa, Hugo Chávez y Evo Morales bailando en una tarima en la colocación de la primera piedra de lo que supuestamente iba a ser la gran refinería del Pacífico. Ellos festejaban porque supuestamente llegaron para gobernar 300 años.

Y así fueron creando una infinidad de planes y programas sociales, que todavía constan en el Presupuesto del Estado. Y por supuesto cada proyecto debía tener mínimo un jefe y una secretaria. En la actualidad todo ese personal debe estar sin hacer mayor cosa, porque no hay recursos para la inversión pública. En el modelo diseñado en Venezuela, importado a Ecuador en el anterior gobierno, se pensó que todo debía ser público. Y los resultados están ahí. ¿Qué queda de Venezuela?, el país con las mayores reservas petroleras del mundo, industria, comercio, turismo y otros.

El resultado en Ecuador lo estamos viendo ahora, una nómina anual de $10.000 millones. Pero estoy seguro de que entre toda la gente incorporada al Estado en la última década debe haber personas muy capaces y conscientes de que no pueden pasar el resto de su vida pasando papeles. A este Gobierno le tocará diseñar un programa de desmantelamiento de toda esa carga burocrática y gasto corriente. Ese trabajo debe comenzar ahora.

Un programa que analice primero en qué instituciones está concentrado el grueso de los recursos financieros y los recursos humanos. Un plan que vaya alineado con un proyecto de generación de emprendimientos en el sector servicios, comercio… Fuentes de producción. Hay gente emprendedora que no saldrá a buscar empleo sino a poner un negocio, a fortalecer todas esas pequeñas industrias y esfuerzos personales que ahora están debilitados por la falta de recursos.

La clave está en la capacitación para que las personas que salgan del sector público no entren en las cifras del desempleo. Una correcta administración de esa transición de la función pública a la función privada es importante.

Las universidades podrían ayudar a crear esas alternativas de formación técnica y transición profesional y empleo. Estos programas deben priorizar las oportunidades y necesidades del país. Hay áreas en las que se pueden desarrollar la creatividad y la innovación. El Estado debe volcarse a cooperar con los proyectos y programas en agricultura…

Si este proceso de desmantelamiento no comienza ahora, lo único que heredará al próximo gobierno es una mesa servida con muchos problemas. Este recorte no tiene porqué tocar las áreas de la salud y educación porque han sido las históricamente desatendidas. Lo que se necesita es fortalecer esos sistemas. La lupa se debe poner en esos programas sociales e ideológicos creados a lo largo de diez años, que más bien fue parte de un tema político electorero.

El recorte debe empezar sin hacer mucho aspaviento, con salidas negociadas. Los beneficios se van a sentir casi de inmediato. El problema debe resolverse por el bien del país.

La emergencia sanitaria desnudó la realidad fiscal del gobierno, sin capacidad ahora para pagar los sueldos y salarios. Y las opciones para recortar la burocracia existen como el pago de liquidaciones con papeles negociables en la Bolsa. Hay personas que tienen liquidez y buscan opciones de inversión a largo plazo en el país, porque temen sacar sus recursos afuera. El coronavirus está en todos lados.

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