La nueva realidad que vive el mundo ha puesto en crisis a la globalización, producida no solo por la pandemia del coronavirus, sino que viene desde antes. El primero en intentar boicotear la globalización fue el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, con la ruptura primero del acuerdo entre los tres países de América del Norte hasta que se consiguió firmar un nuevo tratado bajo el eslogan de America first, el eslogan que resume su relación con el resto del planeta.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte, la integración del bloque de países del Pacífico Sur, el acuerdo de París sobre el cambio climático, que pocos países están dispuestos a cumplir, el muro físico entre Estados y México y hasta la guerra de aranceles entre dos potencias mundiales comenzaron por debilitar el proceso de globalización en un mundo híper conectado. El trabajo para facilitar el comercio internacional a través de convenios y acuerdos fue parte de una agenda postergada por los conflictos.
Y a eso se sumó el coronavirus que cambió las prioridades de todos los países. En la actualidad, cada gobierno está más preocupado en atender a su población, en tratar de superar el debilitamiento económico agravado por una brusca caída del comercio exterior que pese a todo estaba reforzándose y creciendo.
Los grandes proyectos que potencias como China les interesaba financiar en América Latina, porque busca sus commodities como los minerales y productos agrícolas, quedaron en compás de espera.
En la región la situación también es compleja por el debilitamiento de las grandes economías como la argentina y la brasileña muy preocupadas también, al igual que todos los países, en atender sus propios problemas económicos, sociales, de salud y educación.
Cada país en estos momentos intenta ajustar sus presupuestos para atender el tema prioritario de la salud. Mientras los organismos multilaterales no han descuidado sus temas de siempre: mirar las balanzas de pagos de sus miembros, créditos para atender déficits fiscales, programas y proyectos sectoriales por el lado de la producción. Esas instituciones tampoco contaban con los recursos para atender una crisis tan gigantesca como la de la pandemia del coronavirus.
Hasta desde el punto de vista organizativo no es fácil atender una emergencia de este tipo. Ahora mismo los hipermercados, negocios, restaurantes han intentado atender en estos tres meses con ventas online. Un ejemplo visto de lo micro que puede dar una dimensión de la situación del comercio global, sin vuelos internacionales que crucen el atlántico, el Pacífico tanto para el comercio, el transporte de productos cuanto para el transporte de personas. Un golpe muy fuerte al turismo.
El debilitamiento de la globalización ha hecho resurgir la idea a potenciar grupos regionales como la Comunidad Andina de Naciones de la que se salió Chile y Venezuela. Dar un papel más protagónico a los organismos de crédito regionales en los programas de cooperación con la flexibilización de sus políticas, porque no se puede pedir a los países aumentar impuestos o ejecutar planes de austeridad fiscal en un ambiente como el actual, con una baja en el consumo y la producción. No es fácil.
Todos los países están desesperados por arreglar sus deudas para evitar el bloqueo a fuentes de financiamiento. El caso más claro en la región es el de Argentina que ha sufrido una continua devaluación de su moneda desde la llegada de Alberto Fernández al poder.
Ecuador finalmente no tiene ese problema por la dolarización, pero lo que ocurre ahora en el mundo pone en riesgo el modelo, porque para sostenerlo hacen falta dólares y, además de la caída de las exportaciones, el país ha sido golpeado por el derrumbe de los precios del petróleo en medio de disputas de los tres que deciden sobre los temas de precios y producción: Estados Unidos, Arabia Saudita y Rusia.
En Ecuador, el candidato a la Presidencia, Guillermo Lasso, ha sido el primero en proponer la reactivación del Grupo Andino que se estableció hace como 50 años.
Los cuatro países que integran este bloque: Ecuador, Colombia, Perú y Bolivia ya se reunieron para comprar en medio de la pandemia, como grupo, insumos médicos con precios y condiciones favorables. Con la intervención de la Corporación Andina de Fomento (CAF) que ha ofrecido créditos en condiciones ventajosas para este fin.
Este grupo es un bloque de 110 millones de personas. Tal vez lo ideal no sería volver a lo que fue la Comunidad Andina en sus orígenes, sí rescatar su espíritu porque también podría unirse Chile. La CAF es uno de los resultados más importantes del bloque comunitario regional, fundado como el brazo financiero del Grupo Andino.
El secretario general la organización, Jorge Hernando Pedraza, hizo declaraciones muy interesantes sobre los retos del bloque en una etapa post coronavirus, el ofrecer alternativas para reparar la economía de sus socios y reactivar el aparato productivo.
La crisis está dando un nuevo aire a la integración regional. Y para eso es posible tomar todas esas experiencias de hace 50 años del Grupo Andino. En los años setenta, desde el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se hizo un inventario de los planes de infraestructura física, desde México hasta Argentina, sobre carreteras, puertos, aeropuertos, zonas fronterizas, cuencas hidrográficas… que se podrían poner en marcha.
A la fecha no existen las barreras de antes, los problemas limítrofes entre Ecuador y Perú o Chile y Bolivia, como para intentar poner en marcha la carretera marginal de la selva que recorría a lo largo del área amazónica.
Esa debería ser una hoja de ruta de este Nuevo Bloque Regional, sin dejar de trabajar en la recuperación económica porque, según Pedraza, el 90 por ciento de las empresas de este bloque son pequeñas y medianas empresas que generan el 60 por ciento de empleos.
El coronavirus ha cambiado la visión de la globalización. El bloque del Pacifico Sur que lo integran Chile, Perú, Ecuador, Colombia y México, por el lado del continente americano, debería continuar avanzando en cumplimiento de los acuerdos entre los cinco países, lo que iría tomando una forma de integración entre ellos y como región. En el tiempo se evaluarían los resultados, para luego retomar la implementación del Acuerdo Global con los países al otro lado del Pacifico Sur.