Ni bien terminó la entrevista de Juan Sebastián Roldán con CNN, en una especie de periodismo transformado en un show de Laura Bozzo y similares, el correísmo con exasambleístas, boots y demás corrieron a las redes para anunciar al mundo cómo se hace periodismo. El mismo que en las mieles del poder recomendaba no escuchar CNN, pese a las indulgencias que mostraba al entrevistar a los líderes del socialismo del siglo XXI, cuando les concedían entrevista, porque hasta organizaron su Telesur para contrarrestar lo que llamaban la toxicidad de la cadena del imperio.
CNN se ha convertido en un gran misterio. Nació como un ejemplo de lo que siempre ha sido el periodismo anglosajón, con la presentación de pruebas, hechos, datos contrastados y buena literatura, la herencia del humor negro británico que no necesita gritos ni ofensas. Sus noticieros todavía miran los hechos, ¿y sus presentadores que buscan audiencia en América Latina?
Todos los hombres del presidente, una película de 1976 dirigida por Alan J. Pakula y protagonizada por Robert Redford, Dustin Hoffman, Jack Warden, Jason Robards, Martin Balsam, Hal Holbrook y Jane Alexander fue cine de culto que llevó a muchos estudiantes a llenar las escuelas de periodismo que existían en esa época. Todos querían ser periodistas, para ir más allá de la noticia, con fundamentos. Datos contrastados, fuentes confirmadas, derecho a la reserva de la fuente, filtros de la información. América latina fue tierra fértil para el desarrollo del llamado periodismo de investigación.
Hace no mucho, Spotlight volvió a recordar la época de oro del periodismo. Un grupo de personas encerrados en una miniredacción dando vueltas a las fuentes, hurgando en los almanaques, en los recortes de prensa de investigaciones ya hechas y denuncias ya archivadas. Sin gritos, sin aspavientos, sin aires de estrellas de reality shows
Cuál es el periodismo que se enseña ahora desde los supuestos protagonistas de la noticia. Freddy del Rincón, presentador de la cadena CNN, acepta una entrevista con el secretario de la Presidencia, Juan Sebastián Roldán, a pedido de él. Y en lugar de llevar preguntas concretas, contrastar la data de las fuentes oficiales, en este caso del Gobierno ecuatoriano, lo que se ve es un alarde de megalomanía, de mesías redentor, de Laura Bozzo estrenándose en CNN.
Un afán de niño ofendido porque el presidente de un país del tercer mundo no se quiere poner antes sus micrófonos. No habla el periodista sobre estadísticas, dice en un momento, sino una persona que se pone en los zapatos del dolor que siente una persona al ver perder a sus seres queridos. Algo que han dejado de hacer los políticos. Es una pieza de colección. No quiere que le cuestionen que él pueda hablar del drama ecuatoriano desde Miami, porque ha recibido decenas de correos electrónicos pidiéndole su ayuda, seguramente de las mismas personas que después salieron a aplaudirle, la mayoría boots y varios personajes públicos refugiados ahora en las redes y en el espacio que les puede dar el correísmo en sus innumerables medios digitales.
¿A qué juegan los presentadores de CNN? ¿A los Robin Hood que lloran por el drama que no ven en primera línea, una regla básica del reporterismo?, o a Laura Bozzo que de antemano grita: ¡Qué pase el desgraciado!, ¿a eso? “Aquí le espero al presidente”, dice al final, cuando corta la entrevista porque el entrevistador no siente el dolor que él siente.
'NO ENTRO EN NINGÚN OTRO TERRENO QUE EL DE LA RABIA...'
'¿SABE POR QUÉ ESTOY HABLANDO CON USTED...?'
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