Con el escándalo de la filtración de la prueba “Ser Bachiller” ha puesto en el escenario del debate nacional al funcionamiento integrado que debería tener el sistema educativo ecuatoriano -educación básica, media y superior-; siendo evidente que las reflexiones y críticas coinciden en que, este, debe reinventarse sí realmente se quiere enrumbar al Ecuador por el camino de las exigencias que, ahora, surgen con mayor fuerza vinculadas a tendencias globales como: desarrollo acelerado de las tecnologías de información y comunicación (TIC); búsqueda de respuestas a la crisis climática global, e identificación y comprensión de posibles salidas a procesos que se han ido intensificando, como es el caso de la desigualdad socioeconómica que, para regiones como la latinoamericana, le han llevado a ser considerada, de acuerdo a la Comisión para América Latina y el Caribe (CEPAL), como la región más desigual del mundo.
De ahí que, más pruebas que deben existir, por supuesto -eso sí, con un enfoque continuo de evaluación del proceso educativo-, el énfasis debería estar puesto en cómo desarrollar, en los estudiantes, el pensamiento crítico con habilidad creativa para la adaptación al cambio mediante el fortalecimiento del trabajo colaborativo sustentado en valores. En donde, la articulación entre los tres niveles de educación -básica, media y superior- permitirá un trabajo sistémico y, además, aprovechar de forma óptima, como diría Albert Hirschman, aquellos recursos que están duplicados, aislados y hambrientos por ser tomados en cuenta a la hora de conseguir los grandes objetivos pro desarrollo más justo, productivo e inclusivo del país.
En medio del desarrollo de capacidades de adaptación del sistema educativo formal a los grandes desafíos globales, es importante reconocer la necesidad de enfocar los esfuerzos adaptativos, por ejemplo, al uso de las tecnologías de información y comunicación (TIC) como medio para facilitar el aprendizaje que, al unísono, desarrolle capacidades actitudinales y aptitudinales durante toda la vida del ser humano y, así, lograr que las personas se adapten, con mayor facilidad, al proceso de cambio social que, como se evidencia actualmente, va a una velocidad impredecible. En este escenario, definitivamente, los modelos de educación soportada en medios digitales son los que requieren una atención mayor e interrelacionada con las formas de educación presencial y semipresencial.
De ahí, el e-learning -aprendizaje basado en medios electrónicos- surge como uno de los facilitadores educativos clave -no en su fin- que, para lograr una educación de calidad -soportada en las TIC-, requiere de un enfoque y alcance metodológico -pedagogía y soporte tecnológico usado- adaptado de forma específica a estas nuevas opciones de aprendizaje que, si son bien diseñadas y llevadas a la práctica, permitirá obtener resultados excelentes que combatan a la improvisación que, lamentablemente, ha estado presente en determinadas ofertas de educación online que, al final, por las malas experiencias generadas, más bien han terminado generando un sentimiento de decepción en los estudiantes participantes de esos procesos educativos soportados en las TIC.
Otro esfuerzo adaptativo que, también, se debe priorizar es el relacionado al desarrollo de las habilidades blandas que, como bien, el Banco Mundial reconoce -en su informe de desarrollo 2019-, están reconocidas como los grandes medios que a los estudiantes le permitirá enfrentar con mayor facilidad los retos que, ahora, están presentes en un mundo laboral que, a pesar de la tendencia a la incorporación de la inteligencia artificial como sustituta del trabajo humano, requiere de personas que sean críticas, creativas y con altas dosis de empatía como medio para lograr mejores resultados en las tareas realizadas.
También es importante resaltar que, para cerrar de forma sistémica las opciones educativas a las que puede acceder un estudiante, es importante revalorizar y fortalecer las alternativas de una educación técnica que responda de forma específica a las necesidades productivas de los territorios locales, en donde se tienden a ubicar las instituciones educativas técnicas que, para que cumplan su misión existencial, deben estar articuladas al trabajo que realizan actores clave como son las micro, pequeñas, medianas y grandes empresas vinculadas al fortalecimiento productivo territorial.
Finalmente, en medio de estos esfuerzos adaptativos siempre estará presente la necesidad de procesos de evaluación, los cuales, para evitar caer en el enfoque de pruebas como “Ser Bachiller”, deberán ser continuos -no solo al final del proceso de aprendizaje- y, así, crear condiciones favorables como antídotos a las presiones fuertes y frustraciones sentidas a la hora de rendir ese tipo de pruebas, en donde, por ejemplo, los bachilleres ecuatorianos, cuando ya no se puede hacer casi nada -en términos de la formación lograda en el educando-, terminan jugándose la vida para salvar su futuro académico y laboral.
Y, para colmo, en medio de procesos evaluativos -con énfasis en el momento final de la formación estudiantil-, la corrupción, también, apareció y se evidenció cuando se encontraron señales de que la prueba Ser Bachiller fue filtrada en términos de su contenido, favoreciendo, como es de esperarse, a aquellos estudiantes que, por diferentes medios, tuvieron acceso a las preguntas presentes en el cuestionario de la prueba.
En definitiva, resulta paradójico que, por un lado, a los bachilleres se les exige excelencia en su desempeño y, por otro -sobre la base de lo que sucede en la vida real- el camino seguido por las autoridades educativas y todo su marco institucional y legal, más bien, estaría frustrando y afectando negativamente a la esperanza constructiva de quien espera continuar sus estudios de educación superior -no solo pensando en la opción universitaria y con un apoyo estatal fuerte de creación y facilitación a las oportunidades educativas- como un medio que le garantice un futuro de vida mejor. Cuando se habla de multiopciones educativas están: los institutos técnicos y tecnológicos; el bachillerato técnico, la educación dual y todo lo que tiene que ver con el impulso de procesos de certificación laboral por rama productiva.