Por estas fechas Ecuador celebra fiestas tan disímiles como Halloween, el Día del Escudo y el Día de los Difuntos y uno de los temas recurrentes generalmente es el rescate de las fiestas tradicionales del país, pero el tema de fondo no está en rescatar algo porque sería asumir que se está ahogando. La pregunta pertinente es por qué se está ahogando. O si es algo relacionado con los tiempos actuales, donde lo local va perdiendo su sentido.
Es necesario asumir que sencillamente vivimos en un mundo global, aunque no sea equitativo, y los mensajes y las comunicaciones son de algún modo un reflejo de esa globalización.
Más que rescatar, el tema de fondo sería analizar por qué las fiestas tradicionales locales van perdiendo espacio, más allá del discurso tradicional de culpar al imperio de la comunicación. En parte es verdad, pero también está de por medio el hecho de que no se ha logrado establecer espacios para estas manifestaciones propias de culturas específicas.
Cuando ciertas tradiciones desaparecen en una sociedad muere un poco lo que ha sido. Y es muy complicado perder de vista lo que ha sido o de dónde viene una comunidad, porque se corre el riesgo de convertir a las personas en monstruos.
Uno de los elementos que cuida mucho la cultura global es el de los zombies. Son manifestaciones culturales relacionadas con un imaginario y con los miedos. Esa cultura global puede terminar de alguna manera a la hechura de los zombies.
Ahí el problema ya es político, porque a eso derivan las tiranías. La desfundamentación de las democracias está asentada en los discursos homogéneos y monolíticos. Donde la oposición y la opinión ajena puede ser acallada. De ahí la importancia del respeto al otro y el propiciar y defender la opinión ajena. A quienes les gusta Halloween están en su derecho celebrarlo.
El expresidente Rafael Correa, durante el primer año de su gobierno prohibió celebrar la Fiesta de Brujas en las oficinas públicas y ordenó festejar el Día del Escudo Nacional. ¿Prohibirlo a cuenta de qué?, ¿a cuenta de qué discurso de amo?, ¿por qué? Y aquellos que quieren valorar las tradiciones propias locales también están en su derecho y tener el espacio de difusión adecuada, sin estigmatizar lo uno a cuenta de lo otro.
El mundo vive una cultura de mucha agresión, en todos lados. Hay una exacerbación de la violencia y de la intolerancia y eso es extremadamente peligroso, porque nadie se pone de algún modo a analizar el por qué. Ni si nosotros estamos recreando desde nuestros distintos espacios formas de violencia e intolerancia.
Si una persona quiere vestirse de rosado, ¿por qué debo hacer un análisis sobre si eso es inconveniente? No, está en su derecho y si desea vestirse con taparrabos también lo puede hacer. Pero eso no quiere decir que un paradigma sea vestirse con taparrabos y todos los demás deban imitarla.
Todavía pensamos de un modo dimensional. Tenemos Internet y pensamos localmente; abrimos una cuenta en Facebook y estamos preocupados por unos cuantos amigos de por aquí sin ver que el mundo puede abrirse ante nuestros ojos, con los cuidados respectivos, porque el mundo tiene de todo.
El filósofo alemán Martin Heidegger al reflexionar sobre la irrupción de la tecnología en el mundo moderno citaba un verso del poeta también alemán Friedrich Hölderlin: Ahí donde nace el peligro nace también lo que salva.
A la tecnología se puede achacar muchas cosas, pero es necesario dimensionar su uso en un sentido de política cultural. ¿Por qué no plantear como un tema de moda, de política y de estrategia cultural el empoderar las tradiciones más allá de una cuestión lineal? Y estoy hablando de estrategias, no de una campaña o un spot publicitario.
Una estrategia para empoderar las tradiciones sin necesidad de prohibir fiestas como Halloween, porque prohibir es una cuestión de arbitrariedad, una forma de intentar acallar algo.
Estamos en una época muy violenta donde las tiranías usan la democracia para socavarla, infiltrarla y destruirla. Y eso lo vemos no solo en Venezuela sino también en Estados Unidos, con un Donald Trump a quien le resulta incómodo toda oposición. Y lo podemos ver en las tendencias marcadas en Europa con Marine Le Pen en Francia.
Estos nacionalismos de alguna manera exacerban ciertas pasiones; anulan esa diferenciación que estudia al otro, el espacio de convivencia para respetar la opinión del otro, un elemento básico de occidente.
Toda orientación tiene un interés y se debe esclarecer cuál es ese interés en juego. Se habla de mantener tradiciones arraigadas en el mundo indígena, por ejemplo, pero los indígenas del Ecuador vienen del Imperio Inca y ellos no eran para nada democráticos. Si nosotros vamos a mantener tradiciones ancestrales también debemos entender de dónde vienen esas tradiciones.
Hay ocasiones en que ciertos tipos de intereses nacionalistas o hasta chauvinistas, dos extremos, son usados por ciertos grupos de poder para manejar el imaginario de una comunidad, e influenciar en ese imaginario. Lo importante es evidenciarlos como tal.
En los tiempos actuales, determinados grupos usan ciertos temas, en órdenes como los nacionalismos, para exacerbar el conflicto social y posicionar la idea de que vivimos en una lucha de clases. Una idea venida a menos con la caída del Muro de Berlín, la desintegración de la Unión Soviética y la constatación de que el Partido Comunista Chino es el eufemismo de una corporación monopólica, de una capitalismo monopólico.
Esto es necesario leerlo en el gran contexto, en donde se gestan microluchas de clases, la herencia de la gran lucha de clases, luchas temáticas: un cierto statu quo versus el anti statu quo. Y es en ese escenario de las microluchas donde entra la discusión de si hay que festejar Halloween o el Día del Escudo o comer colada morada y guagas de pan, aunque no todo es blanco o negro, porque siempre habrá personas cerradas en determinadas consignas porque creen en ellas y otros que manipulan los hilos para exacerbar pasiones.
La gran lucha de clases se eclipsó, porque el obrero quiere ser burgués. El sindicato es eso. Vamos a mejorar las condiciones del obrero para convertirlo en un aspirante a burgués. Ahí empezó a dañarse el concepto de lucha de clases. Y luego está la fragmentación del modelo soviético y chino que dejó huérfanos a ciertos grupos que 30 años después de un trabajo disperso, en unos casos, y orgánico, en otros, hallaron estas temáticas para avivar conflictos.
Porque cuando hablamos de prohibir fiestas como Halloween es como llamar a apedrear al gran amo del burdel, a los Estados Unidos, porque Halloween es gringo y no va con nuestra cultura y tradiciones. Es decir, entran por el balcón o la ventana estos temas que siempre estuvieron presentes en el conflicto occidente-oriente.