Si a este Gobierno su antecesor no le dejó la mesa servida el que venga tampoco la tendrá, porque deberá asumir nuevas obligaciones al margen de las heredadas en la década pasada.
El 24 de septiembre el ministro de Finanzas, Richard Martínez, anunció como un logro que Ecuador colocó nueva deuda por 2.000 millones de dólares en bonos soberanos en los mercados internacionales: $600 millones con vencimiento a 2025 y una tasa de 7,85 por ciento, mientras que el saldo, $1.400 millones, vencen a 2030 con tasa de 9,50 por ciento.
Esto significa que el Gobierno de Lenín Moreno está asumiendo obligaciones que su sucesor deberá simplemente cumplir. Si un país emite bonos de deuda esos no pueden caer en default, porque las consecuencias para la economía de un país pueden ser desastrosos.
De aquí en adelante todos los presupuestos deben contemplar cuánto se debe pagar por concepto de capital e intereses de los nuevos bonos emitidos. Es un cargo fijo a todas las Pro formas. Eso simplemente resta liquidez para las prioridades que pudieran existir, porque se incrementa el porcentaje de la deuda pública externa.
El anuncio del nuevo endeudamiento en bonos sorprende un poco, porque se suponía que con los créditos obtenidos tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya deberían existir resultados palpables en la economía real. Al parecer, al Gobierno solo le interesaba concretar esa firma para tener un mejor perfilamiento en los mercados de capitales y apalancar el Presupuesto del Estado con más deuda.
La firma del acuerdo con el FMI permitió rebajar el índice del Riesgo País; es decir, Ecuador al ofrecer al inversionista esa tasa más la de libre de riesgo ofrecería una ventaja competitiva sobre cualquier otro país que emitiera deuda; siempre estará a un mayor nivel en cuanto al rendimiento.
El Fondo Monetario hizo días atrás una revisión del acuerdo firmado con Ecuador que dejó satisfechas a las dos partes, pero es un acuerdo técnico. Una empresa que entra en un balance puede declarar por partes el gasto total. El resultado final siempre será el mismo, así en la fotografía del momento no lo parezca porque hizo un arreglo técnico. El gasto total de 10 mil dólares fue provisionado por mil dólares mensuales. Eso impacta en los resultados finales, así no se vea en el análisis del momento.
Pues parece que la política económica de Ecuador va por el mismo camino, en lugar de ser pro desarrollo camina en contra del desarrollo. El Gobierno ha dicho que hay objetivos del milenio por cumplir, metas al 2030; con la emisión de bonos las únicas metas a cumplir al 2030 serán las de terminar de pagar la deuda contraída ahora, 11 años antes, en el 2019.
El Gobierno hasta ahora no ha bajado sus gastos en burocracia, por lo tanto el endeudamiento es para cubrir sus gastos corrientes. Eso no es en pro del desarrollo. Un empresario puede endeudarse para comprar activos; eso le permitirá aumentar la producción basado en una demanda determinada por estudios de mercado. Pero si se endeuda para cumplir el rol de pagos o pagar a los proveedores, porque las ventas no generan liquidez, solo crea nuevos problemas.
Endeudar al país para obras de desarrollo nunca será criticable y en Ecuador hacen mucha falta. La inversión realizada en sectores como educación, salud, a favor de personas con capacidades especiales que le dan un rostro social al Gobierno es sana. Pero primero hay que arreglar la economía para ayudar. Es lo mismo que cuando ocurre algún percance en un avión, el pasajero debe estar seguro primero para ayudar al otro.
Las señales que se envía con esta nueva emisión de bonos es que el Gobierno buscará estos dos años que se vienen, los últimos de su mandato, usar parches para tapar huecos profundos sin arreglar las goteras del techo de la casa. ¿De qué sirve poner parches si se necesita cambiar el techo?
El ministro Richard Martínez entró al Frente Económico con muchas expectativas, porque se pensaba que podría ejecutar o enderezar las cosas, pero parece seguir solo determinadas directrices sin apuntar a una transformación real del aparato productivo del país o a impulsar el crecimiento. Es un ministro demasiado técnico.
Si las cuentas técnicas cuadran la economía real se ajustará por sí sola, parece ser la lógica del ministro. Las cosas no funcionan así, la economía real se ajusta de otra manera. El Gobierno no debe ponerse solo metas macroeconómicas, sino objetivos concretos: más empleo, que las empresas puedan vender más vía reactivación del consumo y así evitar esta serie de inconsistencias.
Si uno pregunta al común de los mortales cómo está su economía, seguramente dirá: bueno al menos tengo empleo, en el mejor de los casos. Otra dirá que debe buscárselas de una manera u otra para obtener ingresos. Otra que como no tiene empleo sale a vender las empanadas que hace su esposa. Eso no es empleo formal. Ahí no hay ni siquiera un incentivo a la microempresa.
El mejor logro del actual Frente Económico fue llegar a un acuerdo con el Fondo Monetario, lo más rescatable, porque fue el intento de mostrar al Ecuador en los mercados de capitales, pero después de eso no hay nada relevante que destacar.
La economía, pese a la recuperación del precio del petróleo, no se ha levantado. Una de las primeras metas de este Gobierno debió ser la renegociación de la deuda con China para liberar en algo las cuentas fiscales.
La crisis económica del país no es ficticia. Solo basta ver la crisis del sector camaronero, uno fuerte que llegó a desplazar al banano en las exportaciones, por el problema del virus de la mancha blanca detectado en algunas empresas. Con la caída de esas ventas u otras, ¿cómo sostener la dolarización?
El ministro Martínez, cuando hizo su rueda de prensa, fue demasiado optimista. Alguien que llegó al límite en el consumo de sus tarjetas de crédito y le llaga una más. En lugar de limitarse en el gasto vuelve a endeudarse con la esperanza de nuevos ingresos.
Ecuador, en el mediano plazo, puede verse abocado a dificultades de pago, a una moratoria, a una subida del Riesgo País y al cierre del acceso a los mercados de capitales si mantiene la ruta del endeudamiento.
Todo lo que prometió el Gobierno sobre la austeridad, la venta de las empresas, las concesiones…, ha quedado en nada; solo decreta medidas parche y con lo poco que queda trata de darle un rostro social a la economía al fomentar programas de desarrollo social. Eso no arregla la economía.