Me era más difícil combinar el periodismo con la maternidad, pero cuando me volví académica cien por ciento fue y ha sido maravilloso porque he trabajado con jóvenes de pregrado y posgrado y esa cercanía me ha permitido entender un conjunto de elementos inherentes a los chicos, me permite estar más actualizada y entender qué leen, cómo aprenden, cómo se interrelacionan, etc. y eso me ha dado una capacidad impresionante en el campo de la maternidad, tomando en cuenta que mi hijo está en plena adolescencia. Él ha tenido que sobrevivir a mi doctorado, ha crecido entre libros y ha palpado que no existen límites ni impedimentos, son decisiones de vida.
Los hijos, desde que son pequeños, aprenden con el ejemplo y tengo la plena seguridad de que si mi hijo quiere ser más es porque ese ha sido su entorno: empecé mi doctorado después de los 40.
He tratado de que su vida sea lo más natural posible y hago lo que cualquier mamá del mundo hace: el fin de semana cuando había que ir al fútbol me ponía deportivos y nos íbamos al partido; ahora estamos en la etapa de la música, debe ir temprano a sus clases y yo lo acompaño. No puedes imponer nada, siempre le pongo en contacto con gente que me parece interesante, que le puede aportar ideas adicionales a las que él mismo pueda tener.