Ante el rechazo de la tragedia edípica, nos encontramos con nuevas tragedias fuera de sentido, como las que acontecieron en días pasados en nuestro país. Tragedias, que además de afectación y dolor, movilizaron a una ciudadanía indignada que exigió a las autoridades el cese de la “violencia machista”: frenar a los hombres que atacan y matan a mujeres. Sin embargo, una consigna reiterada fue: “Señor, señora, no sea indiferente: Se mata a las mujeres en la cara de la gente”. Y es que en efecto esto ocurrió, y no sólo en la cara de la gente, sino en la cara de la policía. Al respecto, una cuestión que se impone es, ¿cómo salir de la pasión de la indiferencia, mediante un decir, y haciendo uso de ciertos semblantes?
- El domingo 13 de enero, una mujer fue violada por parte de dos de sus “amigos”, y un amigo de ellos. La información se viralizó en las redes por el ensañamiento con la víctima, el morbo amplificado por el uso de diferentes objetos para el abuso… la crueldad para con esta joven mujer, que sobrevivió al estrago. Estos criminales grabaron los actos obscenos en sus celulares, lo que sirvió de prueba fehaciente de su participación en el acto. Estos sujetos fueron aislados por la policía y están bajo el control de cámaras, para precaver su seguridad.
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El 19 de enero un hombre joven acuchilló a su ex pareja, una mujer embarazada, causándole la muerte a ella y a su propio hijo no nato. El sujeto fue a verla a su trabajo esa noche y la mantuvo como rehén entre las 21h00 y las 22h30. Sigo a El Comercio: “En ese lapso la forzó a caminar por varias cuadras, frente a la reacción perpleja de transeúntes. Policías acudieron a la emergencia. Con su brazo izquierdo, el hombre sujetaba del cuello a la mujer… Decenas de ciudadanos… cerraron el paso al agresor en la intersección de las calles… Policías lo seguían de cerca. El hombre insultaba, amenazaba, pedía que los uniformados y la multitud se retiraran para tomar un autobús rumbo a Quito. Caso contrario, aseguraba, no solo apuñalaría a la rehén, sino que se quitaría la vida” 1. Ante la inacción de la policía y una mala maniobra al final, el sujeto la asesinó con dos puñaladas. En Ibarra y otros sitios, hubo ataques a venezolanos, nacionalidad del hoy apresado.
Estos “casos” han sido unidos por la opinión pública e impulsaron a salir a marchar en once ciudades del país. En esa vía, anotaré algunas cuestiones en relación a una entrevista que me realizaron, conversaciones con personas que asistieron a la marcha en Guayaquil, el seguimiento de la noticia, y el psicoanálisis. No vi los videos, y esa fue una decisión ética.
En ambas escenas se anota la presencia masculina como: victimarios, policías incompetentes, filmadores de videos, público impotente o que cierra el paso, sin saber qué convenía. Hasta la autoridad máxima del país, al responder a las exigencias de la masa enfurecida, sin analizar; no pudo operar como mediador simbólico, cuyo acto hubiera podido acotar el goce exacerbado. Así, una pregunta que surge es, ¿qué ocurre con los hombres, hoy? ¿Se trata de una condición generalizada como pretenden algunos discursos, al acusar de todo lo peor al Patriarcado y al Machismo, haciendo de ese modo existir a un Otro malo, y promover la identificación con la víctima: “TODAS SOMOS…”? Incluso el tuit del Presidente de la República, por el que es acusado de fomentar la xenofobia, inicia con el eslogan: “¡TODOS SOMOS DIANA!”. Retomaremos este punto en una próxima entrega.
No es suficiente saber o saber-hacer, sino saber-hacer-allí: Simulacros, subjetividades masculinas y nuevos semblantes.
La caída de los grandes relatos en la postmodernidad implica el hundimiento de lo simbólico: el develamiento de los semblantes tradicionales como ficciones; la exacerbación de una violencia descarnada, que no acusa recibido de prohibiciones, ni se limita a marcos; y, el surgimiento del simulacro, un nuevo imaginario angustiante no agujereado, que se continúa con lo real. El simulacro no es el semblante, ni se acoge al goce del sentido.
Hoy no se trata sólo del hundimiento del Otro, sino de su rechazo ante el embate de la universalización, que es hostil a lo singular, a lo femenino, a lo extranjero. Entonces, tenemos la sugestión masiva y el empuje a actuar desde certezas de goce; el imperativo a atreverse y no dudar, y ¡para qué elegir y hacerse responsable de sus decisiones, cuando todo vale! Pero no todo vale, por eso el psicoanalista Jacques-Alain Miller apuntó que a la violencia hay que responder con una contra-violencia simbólica, y de producir bordes al desborde.
La instantaneidad y la oferta de un mundo sin límites, -se quiere todo y ¡ya!-, impone un modo de gozar adictivo y angustiante, un activismo apurado y que no espera “comprender”. Allí el psicoanálisis prefiere el término “adicción” a toxicomanías, pues el a–dicto es un sujeto sin palabra, literalmente: ni goza hablando ni su palabra vale. El sujeto más débil a la adicción de sustancias, de pornografía… es el masculino. Todo para rehuir a la cuestión fálica, al Otro sexo, porque no tienen recursos subjetivos para sostener la promesa.
Lo que la multiplicación de las imágenes descarnadas, pornográficas, obscenas, pretende borrar es al sujeto del deseo, para hacer surgir el objeto de la voluntad… de mirar. Esto se manifiesta en relación al espacio: en la eternización del fantasma listo para llevar, y donde no se requiere la participación del Otro, para llegar al goce del idiota. En relación al tiempo, el individuo queda suspendido en el instante de la mirada, en una red rizomática alienante, sin jerarquías. Por otro lado, el erotismo se suscita por la mancha; un hombre es causado por un objeto alojado en el Otro, objeto del deseo que no se refleja en el espejo; la sublimación artística, permite encontrar una satisfacción en el rodeo pulsional del objeto, no en su mostración real. A las imágenes de hoy hay que vestirlas, inventando nuevos semblantes.
Así, ¿es el ojo absoluto de la sociedad de la vigilancia, el que buscamos eludir o el que exigimos? ¿Es que estos casos que impactan, al igual que los atentados terroristas, darán pie a nuevos protocolos, normativas, a una sociedad del biocontrol; o, a la contraviolencia violenta de la defensa personal individual? ¿Es que ante la desgracia queremos renunciar a nuestro lugar de sujetos responsables para volvernos objetos de la vigilancia y la sospecha
La precariedad simbólica actual se constata por la caída de las argumentaciones, la retórica y las razones, ante el auge del eslogan marketero y el reinado de la imagen. Además, por la ferocidad en las redes sociales y los fenómenos de masa crecientes: alienaciones y rechazos, sin vacilación. Las masas se aúnan por la pasión del odio a lo hétero, a lo singular. Y los gobiernos y la política, han pasado a la mera gestión de poblaciones, de comunidades de goce. El chiste y las fallas no son tolerados, y sólo vemos surgir la mueca de lo real.
Hay una brecha entre estas subjetividades y un modo de subjetivación, donde los ideales de la verdad, lo bueno y lo bello gobernaban y, a la vez, mortificaban. Eran otros malestares, que desde Freud se empezaron a poner a hablar en voces de mujeres y, contingentemente, podían ser interpretados mediante las ocurrencias del inconsciente: los sueños, chistes, actos fallidos, síntomas; mientras el analista extendía su mano, para no dejarlos caer. Esto porque Freud sabía que si el tratamiento no es por las ocurrencias, ocurrían cosas funestas.
Ahora lo que comanda es el objeto abyecto, y se ha pasado del síntoma a lo peor; pero, el psicoanálisis aún apuesta porque un psicoanalista pueda leer de otro modo lo que se escribe en los avatares del sujeto; y sea alguien que pueda responder, éticamente, a las aflicciones peores que un síntoma, que se sufren hoy. Un psicoanálisis busca un nuevo anudamiento singular que haga posible a un ser hablante ser lo suficientemente feliz de vivir y convivir.
Hace poco en Guayaquil, tuvimos la ocasión de gozar del ingenio de Les Luthiers, de la presencia de una masculinidad que sabe hacer uso del witz, el tiempo y los silencios; y que ha logrado en su trayectoria, poner en acto musical la comedia de los sexos. Ellos, son luthiers, saber-hacer arte con los desperdicios, inclusive; así espectamos hasta unas Loas al cuarto de baño. El psicoanálisis lacaniano apunta incluso más allá, señala hacia un saber-hacer-allí; es decir, allí en la contingencia, en lo imprevisto, allí con lo extranjero.
Para concluir, la alianza entre la ciencia y el discurso capitalista socavó la función paterna. Se dice “discurso capitalista”, aunque este no hace lazo social. El lazo social se funda sobre un real, y cumple la función de velar la ausencia de relación entre hombres y mujeres. El amor suple la ausencia de relación sexual, y la amistad, hasta cierto punto, es una sublimación a la que se somete la pulsión. Ese lazo implica que incluso la muerte no sea banal; aunque hoy, a la fragilidad del lazo, se muestra la primacía del innoble primun viver.
La función paterna es una función de mediación simbólica que alguien encarna, permitiendo la excepción, cuando conviene; y, soporta el acto de decir “no” al goce ruinoso, así como el decir “sí” al deseo. Desde este lugar se humaniza del deseo, pues que como señala Miller: el deseo no puede ser anónimo, ni universal, ni puro; ni deseo del “se desea”, ni el de Dios, ni el del pueblo. El padre que merece el respeto y el amor está causado por una mujer, hace de ella su síntoma; y, de ese modo, -no en la teoría, ni la educación moral, ni la igualdad-, puede transmitir un cierto modo de gozar de una mujer sin matarla, sin hacerla pedazos en lo real del cuerpo. Un hombre, a su vez, puede servirle a una mujer como relevo de un goce Otro, extranjero para ella misma. En un psicoanálisis se trata de pasar del padre, a condición de servirse de él; la versión de un analizante es por ahora: “un pase, condicionado”.
Otros efectos de esta mutación social por este declive son el retorno de la religión; y la aparición de líderes, cuales protopadres gozadores que no se someten a la ley y venden experiencias de goce a las masas. Ante la desvalorización de los semblantes masculinos tradicionales, al acusarlos de machistas o micromachistas, en un empuje a la feminización del mundo; el empoderamiento femenino entre solitario, triste y/o furioso, y el aumento de la cólera y debilidad masculina; urge un trabajo de invención de nuevos semblantes a la medida de cada quien, desde el psicoanálisis… también producto de este socavamiento.
Así, hacia el próximo Encuentro Americano de Psicoanálisis en Sao Paulo, nos encontramos trabajando sobre: “Odio Cólera Indignación. Desafíos para el Psicoanálisis”.
1. ¿Por qué firmar el acto que los inculpa y, entregar voluntariamente el celular?
La violación atroz de “Martha” la cometen dos supuestos amigos de ella, que son hermanos entre sí, y un amigo de ellos. Siendo que, cuando ocurre un acto, hay que ubicar las coordenadas de la transgresión, lo que podemos apuntar aquí es que para pasar al acto violento, hizo falta la presencia del tercer hombre, y la droga.
Lo que se está planteando como agravante del caso, a nivel jurídico, y se pone a consideración para el aumento de la pena, es la grabación de la escena violenta por parte de ellos. Una pregunta que surge entonces es, ¿por qué estos sujetos filmarían aquel acto que los inculpa, e incluso entregarían a otros el celular, de inmediato, en la escena del crimen?
Al apartado anterior hay que agregar que si hoy se graba lo execrable es porque a la caída de los ideales, ha caído también la mirada del Otro que avergüenza (Miller, 2014). Esto puede fecharse desde el auge de los reality shows, pasando por la violencia descarnada en los medios, y la demanda creciente actual por ver aquello que se encuentra en la deep web. Ahí el sin-vergüenza reina; pero esto lo ven en la escena global, voyeurs de todas las edades.
Es que esa grabación que ellos entregan en el lugar de los hechos, ¿indica una demanda de ser castigados, en tanto que a falta de vergüenza, la angustia como afecto que no engaña y la culpa neurótica emergieron en la resaca, al final del obsceno carnaval?
O, ¿ese video es su trofeo y su acto ruin sólo termina de lograrse, llega a su satisfacción final, cuando éste se viraliza? Es decir que, estos pseudo gozadores, buscan hacer gozar al Otro, completándolo con la mirada entre angustiada y fascinada de los otros; mientras pretenden hacer creer al mundo virtual que ellos cuentan con una potencia fálica total e ilimitada, y reniegan, absolutamente, que son ellos mismos los instrumentos de goce?
Esto no puede saberse a ciencia cierta, sino es haciendo tomar la palabra a cada uno de los implicados para que den cuenta de sus actos y se hagan responsables de sus consecuencias nefastas. Lo que sí sabemos es que el acto cruel cometido por esta banda de varones contra Martha, da cuenta de un odio hacia ella como una mujer que encarna la diferencia, la Otredad, la ajenidad de un goce femenino inextinguible que los aterra y del que no buscan sólo distanciarse, controlar o medicalizar, como es común, sino exterminar