La semana anterior el Presidente de Ecuador Lenin Moreno, acompañado de su equipo, presentó las medidas económicas que el gobierno implementa para superar el déficit fiscal y atender las necesidades de desarrollo. El mensaje del Presidente fue velar por el bienestar y afectar en lo mínimo a los trabajadores, pero de una u otra manera todos sentirán cambios en sus ingresos económicos.
La reacción inmediata de los ecuatorianos es revisar las prioridades de gastos para evitar caer lo innecesario y, sobre todo, prevenir otros ajustes mayores. El sistema económico condiciona la vida en la sociedad. Al disminuir la capacidad de demanda, los consumos y el ciclo productivo se contraen. La reducción de personal y egresos en las instituciones públicas supone mermar las compras de bienes y servicios.
Las cifras macroeconómicas del país, de acuerdo a la Comisión Económica de América Latina, como el porcentaje de crecimiento del PIB, el monto de la deuda externa o la tasa de desempleo presentan tendencias preocupantes que muestran estancamientos o recesos. Es cierto que gran parte de la actividad económica estuvo sustentada en la inversión pública y que existieron políticas que frenaron el desarrollo de iniciativas privadas, pero sería adecuado contar con un aporte equilibrado de los dos sectores para motivar una rápida recuperación, sólo el Estado o sólo los particulares no pueden llevar la economía de una nación.
La macroeconomía, muchas veces tratada en lenguaje críptico, deriva hacia las empresas y las familias, y es entonces que cada ciudadano recibe los efectos de las medidas tomadas por la administración central. Probablemente las empresas, los negocios, los emprendimientos de reciente creación verán restringidas sus ventas y deberán estudiar qué alternativas o formas creativas deban aplicar para mover al denominado aparato productivo de Ecuador.
Como en otras crisis, o por efecto de la corrupción, serán las familias, los pequeños comerciantes y los ciudadanos sencillos los que día a día vuelvan a recuperar al país. Ante las limitaciones sale a flote la capacidad, la inventiva y el ingenio. Es hora de echar mano de la experiencia para ubicar estrategias con las cuales cada hogar supere estos, ojalá, meses de limitaciones. Ente los comportamientos más frecuentes estarán disminuir los gastos superfluos, optimizar los consumos, ahorrar energía, utilizar más los servicios públicos como el transporte, usar bienes sustitutos, reciclar, cuidar los depósitos en efectivo, emplear menos las tarjetas de crédito, evitar endeudarse, aplazar algunas inversiones y otras medidas que impliquen cuidar los recursos para atender a las cuatro grandes inversiones imprescindibles para la vida: Alimentación, salud, educación y vivienda.
Además, y como compromiso frecuente está el continuar madurando como sociedad para apropiarse, cada vez más, de las decisiones que tanto los gobiernos locales como el nacional tomen; y que las políticas públicas, así como los presupuestos, respondan efectivamente a las necesidades de la población. Hoy como hace veinte años los ciudadanos pagarán la factura de cuestionables manejos públicos. Es de esperar que esto prevenga efectos nocivos, y que la siguiente crisis económica ocurra en más de un cuarto de siglo.